.Orlando Guevara Núñez
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Así lo escribe: “Pero, ¿cómo
ir al Cayo de mi propia voluntad, como pedigüeño de fama que va a buscarse
amigos, o como solicitante, cuando quien ha de ir en mí es un hombre de
sencillez y de ternura que tiembla de pensar que sus hermanos pudieses caer en
la política engañosa y autoritaria de las malas repúblicas? Es mi sueño que
cada cubano sea hombre político enteramente libre, como entiendo que el cubano
del Cayo es y obre en todos actos por sus
simpatías juiciosas y su elección
independiente, sin que le venga de fuera de sí, el influjo dañino de algún
interés disimulado”.
Le habla a su amigo sobre quienes
tienen “un pecho con qué arremeter, y mente para ver lejos y manos con qué
ejecutar. Y sin recelos ni exclusiones. Y sin olvido de lo verdadero y de lo
justo. Y sin antipatías tenaces. Es la
hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz.
“Pero mándeme – le dice al
final- Y ya verá cuán viejo era mi deseo de apretar esas manos fundadoras.
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