jueves, 30 de noviembre de 2017

Santiago de Cuba. La Ciudad Verde Olivo



                                    

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.Orlando Guevara Núez
Parecía una mañana igual a las demás. Pero la noche anterior centenares de jóvenes no habían dormido por el ajetreo de los preparativos y la tensión de la acción que se gestaba. Las fuerzas de la tiranía batistiana, presintiendo algo grande, se acuartelaban. Mientras, el yate Granma se acercaba a las costas de Niquero. Era el 30 de noviembre de 1956.
Desde octubre de ese año, un grupo de jóvenes integrantes del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, capitaneados por Frank País García, Léster Rodríguez, Pepito Tey y otros valerosos combatientes, preparaban el levantamiento armado que a finales de noviembre  debía secundar la expedición que bajo el mando de Fidel Castro vendría desde México para reiniciar la lucha armada.
El 27 de noviembre Frank  recibía la indicación para el inicio del levantamiento. Tres días bastaron para los preparativos. Santiago de Cuba asistía a una nueva cita con la historia. A las 7:00 de la mañana del 30 comenzaron los combates. Decenas de jóvenes estrenaron el traje verde olivo; al brazo, el rojinegro brazalete del 26 de Julio. ¡Viva Fidel!  ¡Viva la Revolución! ¡Abajo Batista!, gritaban los valientes soldados revolucionarios.
Un grupo de 28 combatientes –testimonio del propio Frank-  ataca la jefatura de la Policía Nacional, en la Loma del Intendente. En la parte delantera combaten 20 de ellos, con Pepito Tey como jefe. Otros ocho avanzan por la parte trasera, se posesionan de la azotea y desde allí abren fuego contra la guarnición. Su jefe, Otto Parellada. Un tercer y pequeño  grupo actúa también. Su jefe, Paquito Cruz, había caído prisionero la noche anterior.
La fuerza atacada es superior en número. Unos 70 policías y 15 soldados. El combate es violento. El enemigo sufre varias bajas. El primer revolucionario en caer es Tony Alomá; Pepito Tey avanza con mayor ímpetu hacia la posición enemiga, es herido en una pierna y sigue combatiendo hasta el final.
También Otto Parellada es víctima del desigual enfrentamiento. Ante la imposibilidad de tomar la estación de la Policía, se ordena la retirada de los revolucionarios, no sin antes incendiar el edificio, que es destruido por las llamas.
A poca distancia, los disparos rebeldes quebrantan la resistencia de la Policía Marítima. Se toman prisioneros y armas, pero un refuerzo enemigo, procedente del Cuartel Moncada, entra en acción. El asalto se libra sin bajas de los estrenados combatientes.
La otra acción principal, el ataque y bloqueo del Cuartel Moncada, no llegó a ejecutarse, como consecuencia de la detención, durante la noche del 29, de sus principales responsables, Léster Rodríguez y Josué País. Por ese motivo no se disparó el mortero contra la fortaleza. Las Brigadas Estudiantiles secundan el alzamiento.
Terminados los combates en los lugares escogidos, los valientes asaltantes ocupan diversos puntos de la ciudad y actúan como francotiradores. La resistencia más fuerte tiene lugar en el Instituto de Segunda Enseñanza. Al día siguiente, aún se luchaba.
Una descripción realizada por Frank País caracteriza los acontecimientos del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba.
“La ciudad amaneció bajo un tiroteo general. Armas de todos los calibres vomitaban fuego y metralla. Alarmas y sirenazos de los bomberos, del cuartel Moncada, de la marina. Ruido de los aviones volando a baja altura. Incendios por toda la ciudad. El ejército revolucionario dominando las calles y el ejército de Batista pretendiendo arrebatarle ese dominio. Los gritos de nuestros compañeros, secundados por el pueblo, y mil indescriptibles sucesos y emociones distintos”.
Al concluir los combates, la persecución de las fuerzas de la tiranía fue feroz, pero enfrentó un valladar decisivo: la solidaridad del pueblo santiaguero. Las puertas se abrían para que los jóvenes asaltantes perseguidos entraran. Mucha gente del pueblo arriesgó así también su vida ese 30 de noviembre.
                                         Santiago cooperó masivamente
Frank destacó cómo la población entera de Santiago de Cuba, enardecida y aliada a los revolucionarios, cooperó masivamente con ellos. “Cuidaba a los heridos, escondía a los hombres armados, guardaba las armas y los uniformes de los perseguidos, nos alentaba, nos prestaba las casas y vigilaba de lugar en lugar, avisando de los movimientos del ejército”.
En la jefatura de la Policía Nacional, por ejemplo, los bomberos que acudieron a apagar el incendio, ayudaron a escapar a los detenidos por la tiranía que allí estaban. Unos de esos combatientes relataría que “Los bomberos nos sacaron disfrazados con sus ropas y cascos con la mayor naturalidad, por delante de los propios policías”.
Durante la lucha, narra Asela de los Santos, una joven santiaguera incorporada a la insurrección, a un combatiente se le cayó una caja de balas. “Los proyectiles se regaron en la calle. Pasaban en aquel momento un hombre con una carretilla y varios transeúntes y sin pronunciar palabra, se agacharon y después de recogerlas siguieron su camino”.
El Granma llegó a un lugar cercano a Playas Coloradas, en Niquero, el día 2 de diciembre, 48 horas después del levantamiento de Santiago de Cuba. Las noticias eran contradictorias, pero Frank siempre confió en que Fidel y los expedicionarios llegarían a la Sierra Maestra. Por aquellos días, el héroe de la lucha clandestina le dijo a Armando Hart: “Ahora, a unir los campesinos y  realizar acciones, que esto será una bola que nadie podrá detener”.
“Frank era tan organizado, afirma la combatiente María Antonia Figueroa, que después del levantamiento el Movimiento quedó intacto, no sufrió más descalabros que la pérdida de esos tres compañeros (Pepito, Otto y Tony). Él ordenó enseguida recuperar cuanta arma y bala encontráramos”.
Tal como se había previsto, se puso en marcha otra fase de la acción, mediante sabotajes a las comunicaciones, el transporte y otras instalaciones. En muchas otras partes, los revolucionarios se habían lanzado también a la lucha.
El apoyo a Fidel y a sus compañeros tomaría otras formas. En marzo de  1957, Frank organiza y envía, como refuerzo del Ejército Rebelde, a más de  medio centenar de combatientes, muchos de ellos participantes de la heroica acción del 30 de noviembre de 1956. En junio de ese mismo año, otro grupo, con igual fin, marcha hacia las legendarias montañas orientales. Muchos de los jóvenes que estrenaron el uniforme verde olivo en la entonces capital del indómito Oriente, caerían después en las propias calles santiagueras.
Cuando a fines de diciembre de 1958 el Ejército Rebelde prepara el asalto final a Santiago de Cuba, unos cien combatientes revolucionarios armados estaban listos dentro de la ciudad para entrar en acción, desempeñando un importante papel en la victoria final.
Las fuerzas de la tiranía se replegaban a sus guaridas, donde eran acosadas, y solo la rendición incondicional del Moncada evitó el último combate. Era el Primero de Enero de 1959

martes, 28 de noviembre de 2017

Ciro Redondo García, héroe del Moncada, del Granma y de la Sierra





 .Orlando Guevara Núñez
El 29 de noviembre de 1957 marca la caída del capitán –ascendido póstumamente a comandante- Ciro Redondo García, durante el combate de Mar Verde del Turquino, en la Sierra Maestra.
Había nacido en Artemisa, el 9 de diciembre de 1931, en el seno de una familia humilde. Sobre la juventud y temprana integración de Ciro Redondo a la lucha revolucionaria, diría el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez durante el acto por el aniversario 50 de la caída del héroe, en su ciudad natal.
“Fue uno de los primeros artemiseños que, apenas ocurrido el infame golpe batistiano del 10 de marzo, se unió a las incipientes células que, de modo resuelto e independiente, organizamos algunos militantes de la Juventud Ortodoxa de este pueblo para enfrentarnos a la tiranía, quienes casi de inmediato hallaríamos en Fidel la guía y el plan revolucionario que estábamos buscando.
“Los que conocimos su seriedad, su disciplina, su valor, no tenemos duda de que Ciro, como lo fue en la guerra, habría sido igualmente un cuadro fundamental en cualquiera de los frentes de la Revolución y de la lucha contra el imperio, después del 1ro. de enero de 1959”.
Ciro había combatido en el asalto al Cuartel Moncada, el 26 de Julio de 1953 y luego sufrió prisión en la entonces Isla de Pinos –hoy Isla de la Juventud- junto a Fidel Castro y el resto de los moncadistas.
Durante el juicio, seguido en Santiago de Cuba a partir del 21 de septiembre de 1953 contra los asaltantes, las declaraciones de Ciro Redondo fueron categóricas: “Vine con la firme convicción de que nuestro ejemplo, en caso de que no triunfáramos, iba a ser beneficioso para Cuba (…) “Vine por voluntad propia, vine a acabar con Batista y si veinte veces tuviera la oportunidad, veinte veces lo haría”.
Había sido condenado a diez años de prisión. Amnistiado en  mayo de 1955, marchó al exilio en México, donde se unió de nuevo a Fidel y vino como expedicionario del Yate Granma, que desembarcó en las costas orientales el 2 de diciembre de 1956 para reiniciar la lucha armada por la libertad de la Patria.
Después del bautizo de fuego de los expedicionarios, en Alegría de Pío, el 5 de diciembre, éstos se dispersaron en diversos grupos. Ciro, con otros tres compañeros,  estuvo en el grupo de Raúl Castro y figuró entre los combatientes que se unieron a Fidel, el 18 de diciembre, en el lugar conocido por Cinco Palmas, momento en que el máximo jefe de la Revolución exclamó la histórica frase de  ¡Ahora sí ganamos la guerra!  Sumaban, en total, ocho hombres con siete fusiles…
Ciro Redondo combatió en La Plata, primera acción victoriosa del naciente Ejército Rebelde, el 17 de enero de 1957, y también en el combate de El Uvero, el 28 de mayo de ese mismo año, participando en otras importantes acciones en la Sierra Maestra.
El 29 de noviembre de 1957, mientras combatía tratando de cercar a la tropa del sanguinario Sánchez Mosquera y rechazar a los refuerzos que venían en auxilio de los enemigos, Ciro Redondo cayó mortalmente de un tiro en la frente, tal como lo testimonió el Che.
En homenaje a este valiente revolucionario, la Columna Invasora Nro. 8, que con el Che como jefe  extendió las acciones guerrilleras hacia el centro del país, llevó su nombre. El humilde trabajador, viajante, hijo del poblado de Artemisa, hoy se recuerda entre los héroes de la Revolución que inspiran los combates presentes, y su legado tiene vigencia para todos los tiempos.

Pepito Tey Saint-Blancard: Joven de acción y de ideas . Este 2 de diciembre habría cumplido 85 años de edad





.Orlando Guevara Núñez
Batista ha violado la Carta Magna de la República y por  eso el  estudiantado y el pueblo en general sienten el deshonor en sus pechos. Esta afirmación, hecha por  un joven santiaguero de sólo 22 años de edad, ante un sicario batistiano que lo interrogó por su desacuerdo con el artero golpe de estado del 10 de marzo de 1952, lo retrata en su dimensión y proyección como combatiente revolucionario. Su nombre: José Tey Saint-Blancard, nacido en la entonces capital de Oriente, Santiago de Cuba, el 2 de diciembre de 1932.
A Pepito Tey, caído heroicamente el 30 de noviembre de 1956, durante el Levantamiento Armado de su ciudad natal como apoyo al desembarco de los expedicionarios del Granma, en la cual era el segundo de Frank País, sus compañeros de lucha lo recuerdan como un hombre de ideas y de acción.
Su rebeldía tuvo un fructífero cauce en las luchas estudiantiles. En 1947  logra mediante exámenes el ingreso a la Escuela Profesional de Comercio, plantel que abandona  para convertirse en alumno de la Escuela Normal para Maestros de Oriente.
La bochornosa situación que vivía el país, radicalizaría día por día sus actividades revolucionarias. Primero, manifestaciones estudiantiles por el aumento de plazas en la escuela, la matrícula gratis, la construcción de nuevos edificios educacionales, la oficialización de escuelas politécnicas y de artes plásticas, a la vez que denuncia la venta de títulos y nombramientos.
Su activa participación en esas luchas, lo hace merecedor de ser electo como uno de los tres delegados a la Federación de Centros de la Enseñanza Media. Pronto es fichado por la dictadura batistiana como uno de sus peligrosos opositores.
Así, cuando Santiago de Cuba es escenario del asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, la jauría sedienta de sangre llega hasta su hogar, buscándolo. Pero Pepito andaba en la calle, tratando de localizar y salvar a los asaltantes. A sus compañeros los reúne y los arenga con una visión de futuro: Lo de hoy no ha sido un fracaso, ha sido un triunfo enorme. La pelea ha comenzado con esta acción heroica y deseamos secundarla.
En la Escuela Normal para Maestros, el joven luchador había demostrado sus cualidades para unir voluntades y desarrollar acciones. En unas elecciones estudiantiles, se postula para la presidencia de ese plantel, comicios que pierde ante otro excepcional condiscípulo: Frank País García. Pero lo que algunos vieron como un antagonismo entre ambos, selló para siempre su unión en la lucha.
Juntos en la formación de Acción Revolucionaria Oriental y de Acción Nacional Revolucionaria, organizaciones creadas por Frank para combatir por la libertad cubana. Luego, juntos en la integración al Movimiento Revolucionario 26 de Julio. La lucha entraría entonces en una nueva fase, con nuevas proyecciones y mayores responsabilidades.
Ya en 1955, Pepito Tey participa en el asalto a la estación de policía de El Caney, dirigido por Frank. Se prepara con rapidez en el manejo de armas y la técnica de explosivos, asumiendo luego el entrenamiento de los futuros protagonistas del 30 de noviembre de 1956.
El joven se había convertiría  en el hombre imprescindible para Frank País en la preparación de la acción del 30 de noviembre. Sobre esa relación, afirma Josué de Quesada, combatiente de esa gesta: “No se puede separar la personalidad de Pepito de la de Frank País. Son dos elementos paralelos, dos amigos, dos compañeros, dos combatientes”.
Maestro. Deportista en varias disciplinas, como fueron el baloncesto, voleibol, pelota, natación, carreras,  pesas… Jovial, jaranero hasta con la seriedad de Frank, decidido, temerario, con una fidelidad sin límites a la causa revolucionaria. Capaz en el mando y en las decisiones. Así lo recuerdan sus compañeros de lucha.
Josué de Quesada, estuvo en otra posición durante el combate, junto a Otto, pero afirma que otros compañeros cercanos testimonian que Pepito subió por Padre Pico, a campo abierto, lo tirotean y retrocede, pero vuelve al intento y es cuando lo matan, lo acribillan a balazos. “Para nosotros, los combatientes del 30 de noviembre-dice Josué- Pepito fue uno de los compañeros más valiosos del Movimiento 26 de Julio, que luchó hasta su muerte”.
Ahora, al cumplirse el aniversario 85 de su natalicio, la figura de Pepito Tey Saint-Blancard se agiganta en el tiempo. Su estudiantado continúa siendo rebelde y revolucionario. Su ciudad,  vestida de verde olivo. Su pueblo  construyendo y defendiendo la obra por él iniciada.  La antigua Estación de Policía, donde combatió y murió, es hoy el Museo de la Lucha Clandestina, sitio al cual  las nuevas generaciones acuden para conocer los episodios más importantes de la épica lucha de aquella generación de  cubanos para ganarnos de pie la libertad que hoy tenemos.