jueves, 9 de marzo de 2017

Ni el mundo, ni Cuba, son una empresa de Trump




.Orlando Guevara Núñez
El mundo no es una empresa. Tampoco Cuba. Y mucho menos de las que figuran  entre las propiedades del magnate presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Pero es evidente que el mandatario norteamericano tiene en su cerebro otra representación de esa realidad.
Habla y actúa como si fuera el  dueño del Universo. Como si le estuviera disputando a Dios el don de omnipotencia. Claro, con algunas excepciones, como en su primer discurso público luego de ser electo, donde quienes le escribieron el discurso se ocuparon de atemperarlo, sobre todo como antídoto a la situación  en su propio país, donde decenas de miles de manifestantes  han rechazado su empecinamiento contra los inmigrantes.
La resistencia a esa aberrante política –migración, proteccionismo, entre otras, trascienden fronteras. Y es seguro que las consecuencias irán mucho más allá de las previstas por Trump.
Hace pocas horas, el presidente que gracias a la “democracia” de su país  fue electo con unos dos millones de votos menos que su oponente, afirmó que Cuba no ha hecho las concesiones esperadas –por él, desde luego- para responder al “regalo” de haberse  reanudado las relaciones  entre ambas  naciones.
Cabe recordar que fue Estados Unidos, de forma unilateral, el que hace más de once lustros rompió las relaciones con Cuba. Y que durante ese tiempo, todos los gobiernos de ese país han tratado de destruir a la Revolución cubana, a través de los más diversos métodos, incluyendo el bloqueo, agresiones militares, amenazas, intento de aislamiento, sabotajes, más de 630 intentos de asesinato contra Fidel Castro, formación y financiamiento de bandas armadas contrarrevolucionarias, infiltración de grupos armados en el país, ayuda a los reaccionarios internos, entre otras acciones con el mismo fin.
Todo eso fracasó, desde Eisenhower  hasta el propio Obama. Y  eso fue lo que reconoció públicamente este último. Por eso decidió, sin cambiar el mismo objetivo, buscar métodos distintos. Así, no fue ningún “regalo”, ningún gesto de buena voluntad, por parte de los Estados Unidos, el inicio de la normalización de las relaciones con Cuba. Lo que determinó ese paso fue la resistencia de los cubanos, su política de principios, su inclaudicable defensa de la libertad y la soberanía ganada en la guerra y en la paz.
Ahí están  las palabras de Fidel explicando esos conceptos. Y también las de Raúl, reiterando la disposición de Cuba al diálogo en igualdad de condiciones, sobre cualquier tema, con respeto muto, sin hacer ni una sola concesión  en todo lo relacionado con  el sistema escogido, construido y defendido por el pueblo cubano.
Siendo así, pierde el tiempo Donald Trump – y su equipo de asesores- al exigir concesiones a Cuba para normalizar las relaciones sin las cuales vivimos durante más de medio siglo. De forma prepotente, el empresario vestido de presidente ha anunciado una revisión sobre lo ya acordado en relación con ese tema. Si eso constituyera  una amenaza, pierde también el tiempo.
La disposición de Cuba está abierta al diálogo de forma permanente, diáfana, pero sin reconocer imposiciones, ni irrespeto, ni prepotencia. Siempre con la convicción de que nuestra existencia como país socialista será mucho más larga que la permanencia de Trump como presidente, e incluso más allá de su presencia entre los vivos. Sencillamente, porque no tiene marcha atrás, ni carriles por donde desviar su ruta.

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