martes, 20 de septiembre de 2016

Roberto Ramírez Delgado, Comandante muerto en Campaña


.Orlando Guevara Núñez
El  21 de septiembre de 1958, una triste noticia conmovió en lo más profundo a los guerrilleros bajo su mando. El capitán Roberto Ramïrez Delgado había muerto. El escenario era el combate de Dos Palmas, en las cercanías de la ciudad de Palma Soriano.
En su libro La Sierra Maestra y más allá, relataría sobre esa acción  el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque:
“El cuartel está bien fortificado, con trincheras que se comunican por dentro como una cueva de hurones y casamatas en todas las esquinas que lo hacen casi  invulnerable. Lo hostigaremos para obligarlos a pedir refuerzo, que es el principal objetivo del ataque.
“En el tramo entre el cuartel y la Carretera Central, se había situado una emboscada que interceptaría cualquier refuerzo que llegara desde Palma Soriano o Santiago de Cuba.
(…) “Fuimos recibidos – relata Almeida-  con fuego cerrado, como si nos estuvieran esperando. Los soldados resisten, no dan muestras de debilitamiento. Cada tropa aislada lucha por su cuenta para no morir, la del cuartel resistía, aferrándose con ello a la vida.
“Pasadas algunas horas, en una nave de café cerca del cuartel, se produce un incendio. Cuando coge fuerza, su resplandor ilumina el área. En ese momento se mueve el Capitán Roberto Ramírez con sus hombres, para mejorar la posición. El enemigo concentra el fuego sobre ellos. Cae herido el bravo capitán, abonando con su sangre la tierra en que momentos después deja la vida”.
En los primeros momentos hubo desconcierto en la tropa. Así lo narra el jefe del Tercer  Frente Oriental.  “¡Mataron al capitán!  Corre la voz con un sentimiento de sorpresa, dolor y temor, porque siempre pensamos y creemos que nuestros hombres son invulnerables. Como los hemos visto en los combates moverse entre las balas con desprecio por la vida, sin ser tocados por ellas, entonces pensamos que siempre será así y no nos acostumbramos a la pérdida en combate de queridos compañeros como este”.
El cuartel no fue tomado en esa ocasión. Antes de la retirada, los rebeldes rescatan el cadáver de su jefe y lo sepultan en el cementerio de Ramón de Guaninao. Roberto Ramírez Delgado, en su despedida, es ascendido al grado de Comandante muerto en Campaña. En ese combate cayeron  también los guerrilleros Esteban Manso y Juan Macklaw  Lotti, sepultados junto a su jefe.
Roberto Ramírez Delgado había nacido el 13 de junio de 1937, en el seno de una familia humilde, en Niquero, actual provincia de Granma. Su padre, Baldoinio, obrero azucarero; la madre, Elena, ama de casa.
Desde el 14 de junio de 1957, el humilde y valiente niquereño se había incorporado a la Columna 1, bajo el mando directo de Fidel. Luego fue asignado a la Columna 4, capitaneada por el Che. Los combates de Bueycito, El Hombrito, Mar Verde del Turquino, Pino del Agua, Chapala, Altos de Conrado y el segundo ataque a Pino del Agua cuentan con su presencia. Por sus cualidades, en febrero de 1958  fue ascendido a Teniente.
Formando parte de la Columna 3 Santiago de Cuba, bajo las órdenes del Comandante Juan Almeida, es fundador del Tercer Frente Dr. Mario Muñoz Monroy. Participa en numerosas acciones, entre éstas las de la Refinería, El Cobre, Charco Mono, Puerto de Moya y Arroyo Blanco.
Durante el enfrentamiento a la llamada Ofensiva de Verano, Roberto Ramirez combate bajo el mando del entonces Capitán y poco después Comandante Guillermo García Frías.
La bravura de Roberto y  el desarrollo de sus cualidades como jefe, se confirmarían en nuevas acciones como Loma de la Estrella, Santo Domingo, El Salto, El Jigüe, segundo combate de Santo Domingo, Providencia, El Jobal, La Herradura y El Cacao.
Un mes antes de su caída en combate, había sido ascendido al grado de Capitán del Ejército Rebelde.
Hoy en su Niquero natal, el central azucarero en el cual trabajó su padre se honra con su nombre. Sus restos descansan en el Mausoleo de los Héroes caídos en el Tercer Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy, donde son venerados por nuestro pueblo no por el dolor de su muerte, sino por el ejemplo de su vida. Con la sangre de hombres como Roberto Ramírez Delgado, está cimentada la obra redentora de la Revolución cubana.

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