Orlanddo Guevara Núñez
La virtud fue una constante en la prédica martiana. Y su vida, la confirmación de su palabra. En este caso estaba nuestro Apóstol escribiendo una carta a su amigo José Dolores Poyo. El documento está firmado en Key West, el 20 de diciembre de 1893.
Se estaba refiriendo Martí a la emigración cubana en Cayo Hueso. Y sobre los patriotas que allí residían dice: “La raíz que está en nosotros, ya se verá luego en el fruto: la raíz crece debajo de la tierra, sin raíz no hay fruto luego”.Su vocación libertaria, más allá de las fronteras de su patria, es expresada en esta misiva a su amigo: “He visto vivir pueblos, y he ayudado a hacerlos, y a impedir que los deshagan. He visto acudir los pueblos todos de la tierra, desalados por las calles, a saludar en los días de tormenta, el símbolo de la Libertad alzado, del mar al cielo, a las puertas de América, a las puertas del continente de la esperanza humana”. Y sobre Cuba afirma: “Nunca vi grandeza más pura que la que he visto en mi pueblo estos días, en que el entusiasmo arranca del pensamiento, en que el sacrificio arranca de la caridad, en que la aspiración del derecho va unida al perdón de las ofensas. Bajo la cabeza y bendigo”.
Su fe en los cubanos es inquebrantable: “Otros duden de mi patria, y la ofendan, y la acobarden, y la amarren al yugo: ¡que hay muchas formas de amarrarla!: yo, que la siento vibrar, que la veo perdonar, que la veo fundar, digo, humillada la cabeza: “¡Bendita sea mi patria!”. Sus sentimientos denotan su estado de ánimo, su desvelo por la tierra en que nació: “Es mucho lo que estoy sintiendo. Cabe en una república: no cabe en palabras. El hablar será después, el esparcir el corazón, el esconderse en un rincón de la vida, a consolar a los que sufren del odio o de la arrogancia humana: ahora es hacer la república”.
Y una sentencia valedera contra la maldad. “De la maldad que nos pueda salir al paso, no es necesario hablar. A la maldad se la castiga con dejar que se enseñe. La maldad es suicida. No es hora de censurar, sino de amar”. Y con visión de futuro, afirma: “Mañana se contará, cabeza por cabeza, todo lo de estos días, se ha de publicar, hombre por hombre, todo lo de estos días. El pueblo, cuando pase el bueno, dirá: “¡ése!”. El pueblo, cuando pase el malo dirá ¡ése!”.
En esta carta, colmada de conceptos sobre la virtud relacionada con la patria, expresa Martí casi al final: “Somos honrados, y lo sabemos. Somos grandes en la sencillez de nuestro tesón. Lo más puro que un pueblo pueda hacer, y lo más fuerte, eso lo hacemos. Afuera de aquí, unos lo entenderán, y otros no. El hombre de alma baja no puede comprender la virtud”. La virtud no puede comprender la villanía, y se deja engañar por ella. Los hombres solo entienden aquello de que son capaces”.
Y cierra: “Está ahora en mí tal orgullo por mi pueblo, que no se lo puedo decir, porque no le parezca lisonja. Por su honor vivo: moriría de su deshonor. ¿Qué importa que, como albañil, nos caigan encima de la ropa de trabajo unas cuantas manchas de cal o de lodo? Nosotros, como el albañil, al quitarnos la ropa de trabajar, podremos decir: “¡Hemos construido!”.
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