domingo, 31 de octubre de 2021

La guerra se ha de hacer para evitar las guerras

 


Orlando Guevara Núñez

 


La guerra fue siempre en  Martí un recurso necesario para, una vez alcanzada la victoria, construir una república de paz, de trabajo creador y de concordia de los habitantes de la nación cubana. En este caso, utilizó como vía de expresión un artículo, publicado en el periódico Patria, el 19 de marzo de 1892, titulado La agitación autonomista.

Se está refiriendo a una declaración del Partido Autonomista en Cuba, frente a las provocaciones del ministro de las colonias españolas. Y los autonomistas llegan a la amenaza de renunciar al ejercicio de esa expresión política, única autorizada en el país.

Afirma Martí que” el patriotismo purifica y sublima a los hombres, y por una ley natural, suele en las horas críticas lucir con fuego intenso en aquellos a quienes estimula el arrepentimiento de los años culpables de patriotismo cómodo; o en los que enojados de su crédula e inútil fe, ponen en la doctrina nueva el justo deseo de castigar a quienes los defraudaron; o en los que en el bautizo del patriotismo puro anhelan lavar sus culpas grandes”

En su argumentado análisis plantea nuestro Apóstol que la continuación de la revolución no pueden ser la continuación de los métodos y el espíritu de la autonomía, porque ésta no nació en Cuba como hija de la revolución, sino contra ella. Expone que si la revolución tuviese por objeto mudar de manos el poder, o cambiar las formas más que las esencias, caería la obra  en quienes  por profesión, intereses o simpatía  están en Cuba abocados al poder. Y alerta sobre el peligro de perder la Revolución.

Es cuando expresa que la guerra se ha de hacer para evitar las guerras. Expone la incapacidad del autonomismo para asumir una revolución de verdad. No obstante, alberga la esperanza de que a la hora de la verdad, juntos estén, en el propósito de crear una república, los confesos de la política pacífica y los preparadores de la guerra inevitable. Pero define Martí que “Con fuerzas revolucionarias, criadas en la guerra y mantenidas en la fe de ellas por la inutilidad y el oprobio de la paz, solo puede hacerse la política de la revolución”. Y que no hay, en honra, el derecho de emplear las fuerzas de la revolución para oponerse a ella.

El párrafo final del artículo es de esperanza y optimismo: “Pero de esta agitación involuntaria del partido autonomista resultan dos lecciones que el partido no podrá desoír y saludará con júbilo la patria. Una es la prueba evidente de que el país conserva el alma heroica que prefiere los peligros del valor a las vergüenzas de la paz; y otra es la certidumbre de que en la hora gloriosa de la protesta se juntarán, sin reparos ni iras, todos los que hayan lavado su corazón en el bautismo del sacrificio”.

 

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