sábado, 14 de agosto de 2021

Fidel Castro sobre la medicina

             


     

                                       

Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en el acto de constitución del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias “Henry Reeve” y graduación nacional de estudiantes de medicina, en la Ciudad Deportiva, el 19 de septiembre de 2005, “Año de la Alternativa Bolivariana para las Américas”.

                                                       (Fragmentos)

             La cifra de los graduados latinoamericanos y caribeños de la Escuela Latinoamericana de Medicina procedentes de países de Sur, Centro y Norteamérica, sumados a los jóvenes cubanos que se gradúan hoy, arroja 3 515 nuevos médicos que estarán al servicio de nuestros pueblos y del mundo.

Esta cifra crecerá hasta rebasar la de diez mil nuevos médicos por año para cumplir el compromiso de formar en Cuba cien mil médicos latinoamericanos y caribeños en diez años, bajo los principios del ALBA, suscritos entre Cuba y Venezuela, que aportará igual cifra, en marcha decidida hacia la integración de nuestros pueblos.

Graduarse de médico es abrir las puertas de un largo camino que conduce a la más noble actividad que un ser humano puede hacer por los demás.

Aunque cada persona y cada pueblo tiene derecho a una vida sana y a disfrutar el privilegio de una existencia prolongada y útil, las sociedades más ricas y desarrolladas, dominadas por el afán de lucro y el consumismo, han convertido los servicios médicos en vulgar mercancía, inaccesibles para los sectores más pobres de la población.

 En muchos países del Tercer Mundo tales servicios apenas existen.  Y, entre los desarrollados y los eufemísticamente calificados como “países en desarrollo”, las diferencias son abismales.  Mientras las estadísticas hablan de países desarrollados con índices de mortalidad infantil inferiores a 10 por cada 1 000 nacidos vivos, y algunos exhiben perspectivas de vida que alcanzan o rebasan los 80 años de edad, otros países, como muchos de África, se tienen que resignar a mortalidades infantiles en menores de un año que superan los 100 y no pocas veces los 150 por cada 1 000 nacidos vivos, y una esperanza de vida que disminuye y en algunos fluctúa ya entre 30 y 40 años. 

Mientras esto ocurre a los ojos del mundo, los gastos militares ascienden a un millón de millones de dólares cada año, solo comparable a otro gasto absurdo, el de la publicidad comercial, que también se eleva a un millón de millones.  Cualquiera de los dos, bien invertido año tras año, sería más que suficiente para que todos los habitantes del planeta alcanzaran a vivir decorosamente.

 

 

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