sábado, 21 de agosto de 2021

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE FUSION DE TODAS LAS ORGANIZACIONES FEMENINAS REVOLUCIONARIAS. SALON-TEATRO DE LA CTC, 23 DE AGOSTO DE 1960.
Fragmentos La Revolución tiene, sin duda alguna, en el sector femenino de nuestra población, un respaldo muy grande. Por eso, desde los primeros instantes se observaron una serie de actividades con la participación activa de la mujer cubana. No era nada nuevo para nuestro país. Nuestro país puede sentirse afortunado en muchas cosas, pero entre ellas, la primera de todas, por el magnífico pueblo que posee. Aquí no solo luchan los hombres; aquí, como los hombres, luchan las mujeres (APLAUSOS). Y no es nuevo, ya la historia nos hablaba de grandes mujeres en nuestras luchas por la independencia, y una de ellas las simboliza a todas: Mariana Grajales (APLAUSOS), aquella que le dijo al hijo más pequeño: “¡Empínate, para que vayas a luchar también por tu patria!" Y en esta etapa heroica de nuestro pueblo, también quedarán grabados para siempre muchos hechos, en los cuales fueron protagonistas mujeres cubanas. Madre también heroica —aunque todas las madres son heroicas, porque nadie ha sufrido en Cuba como han sufrido las madres—, madre heroica es la madre de nuestro inolvidable Frank País (APLAUSOS), que perdió dos hijos en la contienda y que, para prestigio de la Federación de Mujeres Cubanas, preside a las mujeres de Oriente (APLAUSOS); o como la señora madre de los Ameijeiras (APLAUSOS), que perdió tres hijos; o como aquella campesina del Oro de Guisa (APLAUSOS), a la que los esbirros de Sosa Blanco le asesinaron siete hijos y el esposo. Madres heroicas han sido todas las madres que vieron caer a sus hijos asesinados o combatiendo (APLAUSOS); y madres también dignas de consideración y de respeto, aquellas que vieron a sus hijos arrastrados al crimen por la tiranía infame (APLAUSOS), porque también han tenido que sufrir las consecuencias del pasado odioso. Mujeres heroicas, como aquellas dos compañeras nuestras, Lidia y Clodomira (APLAUSOS), asesinadas cobardemente por los esbirros de Esteban Ventura (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!"). Fácil es imaginar la indignación de los combatientes revolucionarios cuando recibieron aquella noticia. Lidia había sido una formidable colaboradora desde los primeros momentos; y Clodomira era una joven campesina, humilde, de una inteligencia natural grande y de una valentía a toda prueba. En cierta ocasión, muy cerca ya de los primeros días del mes de abril del año 1958, cuando ya las comunicaciones en la carretera de Manzanillo a Bayamo habían sido cortadas, fue necesario llevar un mensaje urgente a la ciudad. Nadie transitaba por las carreteras; el pueblo cumplía la consigna de no transitar; era, además, peligroso. Clodomira se ofreció para llevar el mensaje; mas, no había vehículos y ella tuvo la audacia de presentarse en el campamento de las fuerzas de la tiranía, decir que tenía necesidad urgente, por razones familiares, de llegar a Manzanillo, pidió que la llevaran en un carro de combate, y los ingenuos soldados de la tiranía la llevaron hasta Manzanillo en un carro de combate. Es decir, que siempre resolvía los problemas; y por eso muchas veces se arriesgó, entrando y saliendo en la Sierra, hasta que fue arrestada, junto con Lidia, torturada y asesinada, pero sin que revelara un solo secreto ni dijera una sola palabra al enemigo (APLAUSOS). Aquellos cobardes no solo llegaron a ultrajar a mujeres cubanas, sino que hasta las llegaron a asesinar. Y lo hicieron porque sabían que la Revolución tenía en las mujeres verdaderos combatientes, verdaderas luchadoras. Y aquí, donde siempre fue tradición el respeto a la mujer, hicieron trizas de esas tradiciones y no respetaron a las mujeres. Esos son los miserables que quieren volver (EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!"); esos son los miserables a los que la Central de Inteligencia de Allan Dulles trata de organizar para que regresen a Cuba. De esa calaña eran aquellos servidores de la tiranía, y de esa calaña son los que les dieron albergue y los apadrinan. Tan cobardes y tan asesinos como ellos, son los que hoy los ayudan, y los protegen y los alientan para que vuelvan a ensangrentar a la patria (APLAUSOS). Por eso es bueno recordar; por eso es bueno organizar; por eso es bueno unir; por eso es bueno prepararse a luchar; por eso este paso que han dado las mujeres cubanas es una victoria más de nuestro pueblo, una fuerza más de nuestro pueblo. Esta unificación de todos los sectores femeninos de la Revolución, es constituir una fuerza, una fuerza entusiasta, una fuerza numerosa, una fuerza grande y una fuerza decisiva para nuestra Revolución (APLAUSOS). La Revolución, que es tan fuerte en el pueblo, que es tan firme en el pueblo, como que para combatir contra los criminales que quieren volver, si no estuviesen ayudados por el imperialismo americano (EXCLAMACIONES Y ABUCHEOS), si no estuviesen ayudados, si no estuviesen ayudados por el Departamento de Estado, por el Pentágono (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!") y por las fuerzas más reaccionarias de la plutocracia yanki, bastarían las madres cubanas para liquidarlos si intentaran regresar (APLAUSOS). Y ellos lo saben; ellos saben que en nuestro país no tienen fuerza ni para resistir a una parte de nuestra población; que no cuentan ellos con fuerza, ni con valor, ni para enfrentarse a las madres cubanas (APLAUSOS). Pero, claro, ellos no cifran su esperanza en sus propias fuerzas; cifran su esperanza en las fuerzas del extranjero poderoso; cifran su esperanza en las armas del extranjero explotador. Pero para luchar contra ellos y contra el extranjero, hay algo más fuerte todavía, algo que se llama pueblo (APLAUSOS), algo que se llama hombres y mujeres (APLAUSOS), jóvenes y viejos, niños y ancianos (APLAUSOS). Para luchar contra ellos hay algo que se llama: pueblos de América, y hay algo que se llama: pueblos del mundo (APLAUSOS); para luchar contra ellos está el mundo, ¡el mundo que se vuelve contra ellos! (APLAUSOS.) Para luchar contra ellos, hay algo que se llama historia; para luchar contra ellos, hay algo que se llama progreso de la humanidad (APLAUSOS). Pero nosotros, en esa gran lucha estamos en la primera trinchera, en la lucha contra el imperialismo, contra el imperialismo rapaz y explotador, contra el imperialismo sanguinario y voraz (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!"), que aquí ha perdido unas cuantas de sus uñas de rapiña (APLAUSOS); en esa lucha, a los cubanos nos ha tocado la vanguardia, la primera trinchera. Y como es natural, los enemigos de la humanidad tratarán de tomar esta trinchera y, como es natural, ¡los enemigos de la humanidad no podrán tomar esta trinchera! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES PROLONGADAS DE: “¡Venceremos!", "Cuba sí, yankis no!", “¡Fidel, Fidel, ¿qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él?", “Fidel, seguro, a los yankis dales duro!" Finalmente es interpretado el himno del 26 de Julio) Por eso ha sido una feliz casualidad; por eso ha sido hoy una feliz y significativa coincidencia, que en los precisos momentos en que se intriga contra nuestro país, en que el imperio poderoso moviliza todos sus millones y todas sus influencias para maniobrar contra nuestra patria, cuando se trata de cercar a nuestro país y de justificar agresiones contra nuestro país allá, en el seno de la OEA (EXCLAMACIONES Y ABUCHEOS), hoy precisamente, ¡hoy precisamente!, se haya constituido esta Federación de Mujeres Cubanas, como respuesta digna, como respuesta elocuente de que nosotros por nuestra parte aquí, estamos, en primer lugar, muy tranquilos; en segundo lugar, muy seguros (APLAUSOS); en tercer lugar, muy claros (APLAUSOS); en cuarto lugar, muy unidos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Unidad, unidad!"). Y si los que allí se reúnen bajo la mirada severa y regañona de Mr. Herter (EXCLAMACIONES Y ABUCHEOS); si los que allí se reúnen —dicen que en representación de otros pueblos de América— pudieran ver este espectáculo de hoy, pudieran contemplar estos millares de mujeres con sus banderas desplegadas; si pudieran contemplar esos centenares de mujeres que ya han aprendido los primeros auxilios, para socorrer al combatiente si lo necesita (APLAUSOS). Si pudieran contemplar esto, que es como la imagen del alma de un pueblo

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