.Orlando Guevara Núñez
El 20 de abril de 1956, un hecho marcaría la historia insurreccional de Santiago de Cuba, cuando dos de sus jóvenes combatientes clandestinos, Orlando Carvajal Colás y Carlos Díaz Fontaine, luego de resultar heridos, fueron asesinados por la jauría batistiana.
El día anterior, debía celebrarse juicio contra dos estudiantes presos,
acusados de traslado de armas insurrectas. Ellos fueron Andrés Filiú Savigne y
Eduardo Sorribes Pagán. Tal proceso había sido suspendido con anterioridad y,
en esta ocasión, los estudiantes se personaron en la Audiencia santiaguera para
respaldar a sus compañeros.
Pero el llamado Chacal de Oriente, Alberto del Río Chaviano, jefe de la plaza
militar de la ciudad, había dado la orden al jefe de la Policía, Bonifacio Haza
Grasso- el padre del violinista de Trump- otro asesino, de atacar con plomo a
los estudiantes. Y el esbirro cumplió.
Así, el 19 de abril, cuando los manifestantes llegaron a la Audiencia exigiendo
la libertad de los detenidos, fueron brutalmente atacados. Los matones de la
Policía y el Ejército, hirieron a 17 estudiantes, cuatro de gravedad, al tiempo
que cerca de un centenar fueron detenidos. Santiago de Cuba vibró de
indignación. En la capital cubana, los estudiantes universitarios, encabezados
por José Antonio Echeverría, su presidente, se solidarizaron con los
santiagueros.
Ante tal vandalismo, el máximo jefe clandestino en Santiago de Cuba, Frank País
García, decidió lavar la afrenta. Organizó a un grupo de jóvenes integrantes
del Movimiento Revolucionario 26 de Julio que, en la noche del 20 de abril, en
tres comandos de cuatro combatientes, salieron a la calle, a combatir al
enemigo. Bajo las balas justicieras, tres esbirros pagaron con su vida la
sangre vertida por los estudiantes.
El propio Frank fue al frente de uno de los grupos. Pero uno de los comandos,
al explotarse un neumático del auto que tripulaban, quedó en plena calle y fue
cercado. Tres combatientes resultaron heridos y dos de ellos, Carlos Díaz
Fontaine y Orlando Carvajal Colás, luego de pelear con bravura, fueron hechos
prisioneros y llevados hacia el Hospital Militar, no para curarlos, pues allí
fueron bárbaramente torturados con el fin de obtener información sobre el resto
de los atacantes. Ellos, con dignidad, cumplieron la orden de Frank País, de
que si alguien caía prisionero no podía hablar. Y fueron asesinados. El otro
herido, José Cala Benavides, logró evadir el cerco de fuego.
Esta acción se realizó en el mismo momento en que Chaviano y su jauría
celebraban el “triunfo” de la represión contra los estudiantes. Y Haza acababa
de alzar su copa: “Brindemos por la mano fuerte del general Batista en Oriente,
por nuestro querido coronel y futuro general Alberto del Río Chaviano”.
Después, ante la respuesta revolucionaria, el chacal acusaría a los
revolucionarios de “pandilleros” y afirmó haber recibido instrucciones del Jefe
del Estado Mayor del Ejército, Francisco Tabernilla, por órdenes expresas del
“honorable” presidente, Fulgencio Batista, para “mantener el orden”. En otras
palabras, incrementar la represión.
A esa infamia respondió también Frank País: “Nosotros atacamos hombres armados
y de frente, no personas indefensas, ni heridas (...) Y sépanlo, Chaviano, Haza
o Lavastida: no permitiremos un abuso más, un atropello más, una violación más
(...) Díaz y Carvajal no fueron los únicos dispuestos a morir. Hay miles. Oigan
bien, miles de hombres dispuestos a morir para acabar con esta dictadura, y no
esperaremos la hora cero para ofrendar nuestras vidas, como no esperaremos la
hora cero para cobrar nuestras cuentas”.
El estudiantado santiaguero no se amedrentó con la represión. Continuó
luchando. Luego, el propio Frank País caería asesinado. Entre sus asesinos
estaría Bonifacio Haza Grasso, el mismo que cuando el triunfo de la Revolución
se colgó un brazalete rojinegro del Movimiento Revolucionario 26 de Julio y
creyó quedar impune, hasta que la justicia revolucionaria lo condenó, por sus
crímenes, al paredón de fusilamiento. Desde entonces pasó a ser, para el
gobierno norteamericano, desde Eisenhower hasta hoy, uno de sus “héroes” en
Cuba.
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