.Orlando
Guevara Núñez
Cuando
antes del triunfo de la Revolución los cubanos padecíamos una feroz dictadura,
Estados Unidos decía que éramos un país democrático. Vale recordar algunos
datos frutos de aquella “democracia” solo en uno de los sectores que hoy el
gobierno yanqui dice querer ayudar.
Ochenta
y cinco de cada cien pequeños agricultores tenían que pagar renta por la tierra
que poseían y con frecuencia eran desalojados por los voraces latifundios.
Más
de la mitad de las mejores tierras de cultivo estaban en manos de latifundios
extranjeros, mientras que más de doscientas mil familias del campo no tenían
una pulgada de tierra donde sembrar alimentos.
El
20% de los propietarios tenían menos del 1 por ciento de la tierra, mientras el
1 por ciento de ellos acaparaba el 46 por ciento de ese medio vital para la
vida.
En
solo 13 latifundios norteamericanos asentados en la economía azucarera, se
concentraba la impresionante cifra de 1
173 000 hectáreas, extensión superior a la poseída por 101 278
fincas pequeñas, mientras que más de 100 000 campesinos trabajaban la
tierra sin ser dueños de éstas, y sólo el 30 por ciento de quienes trabajaban
el agro eran propietarios.
En
894 personas se monopolizaba la tercera parte del área dedicada a la
agricultura.
Unos
33 000 agricultores eran aparceros, es decir, trabajaban una parcela sin ser
dueños y tenían que pagar a sus propietarios, mientras que 13 000 eran
precaristas, quienes se asentaban en tierras del Estado, sin proceder legal
alguno. Unos y otros, eran objeto constante de extorsiones, abusos, desalojos y crímenes en una sociedad donde la
tierra no era de quienes la trabajaban. Otros 46 000 trabajaban como
arrendatarios y 6 987 como subarrendatarios.
Esa
situación era causante de que en nuestros campos, antes de 1959, más de 200 000
familias vivieran en bohíos miserables, sólo el 9 por ciento disfrutara del
servicio eléctrico, 96 de cada 100 familias no consumieran carne habitualmente,
menos del uno por ciento comiera pescado, apenas el dos por ciento tuvieran el
huevo en su alimentación y un 89 por ciento no contara con un decisivo
recurso dietético como lo es la leche.
El
drama de la alta mortalidad infantil –más de 60 por cada mil nacidos vivos- los
desalojos, los atropellos y asesinatos, el analfabetismo y el abandono, se
nutrían entonces de los campesinos y obreros agrícolas cubanos.
Datos
ofrecidos por una encuesta de una organización juvenil católica, en 1957,
afirman que una familia campesina cubana, como promedio, tenía un ingreso de 46
pesos al mes para los gastos de alimentación, ropa, medicinas y
transporte, contabilizado el valor de
los alimentos que ella misma producía.
Pero
entonces Cuba no era atacada por Estados Unidos. Al contrario, la dictadura batistiana recibía armas y asesoría para perpetuar aquella “democracia”
y aquellos “derechos humanos”.
Al
llegar la Revolución al poder, instrumentó de inmediato una Ley de Reforma
Agraria profunda, la cual fue promulgada el 17 de mayo de ese mismo año 1959.
El latifundio fue erradicado para siempre, más de 100 000 productores
recibieron la propiedad de la tierra que laboraban, se acabaron los desalojos y
comenzaron las radicales transformaciones en beneficio de las familias del
campo, ahora dueñas de sus tierras, con créditos, ayuda técnica y un mercado
seguro, con precios justos, para sus productos. Nuestros campos fueron sembrados de cooperativas. El
abandono rural fue erradicado para siempre en la nación cubana.
Y
desde entonces comenzaron las agresiones. Quien conozca bien esta realidad
cubana, comprenderá mejor la ridiculez de las mendaces campañas norteamericanas
contra nuestro país. ¿ A qué campesino cubano lograrían engañar o
confundir?
Los cambios que pretenden para Cuba son los del viraje hacia el capitalismo para regresarnos a un pasado que en Cuba no volverá jamás a ser presente ni futuro. Como bien reza un excelente programa humorístico cubano: ¡A otro con ese cuento!
Los cambios que pretenden para Cuba son los del viraje hacia el capitalismo para regresarnos a un pasado que en Cuba no volverá jamás a ser presente ni futuro. Como bien reza un excelente programa humorístico cubano: ¡A otro con ese cuento!
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