miércoles, 3 de junio de 2015

Santiago de Cuba, del combate a la victoria (20) Primero de Enero de 1959


  .Orlando Guevara Núñez                        

El primer día de enero de  1959, el pueblo cubano despierta con una noticia que estremeció a toda la nación. El tirano Fulgencio Batista había huido del país. El Ejército Rebelde había derrumbado a la sangrienta dictadura que durante siete años sumió a Cuba en el oprobio y el crimen.
Pero eso no significaba todavía el triunfo completo de la Revolución. En la capital cubana asumió el mando una junta militar que pretendía engañar al pueblo e impedir la verdadera victoria revolucionaria.
En Oriente, las fuerzas del Primer, Segundo y Tercer  Frentes Orientales, bajo el mando del Comandante en Jefe Fidel Castro y los Comandantes Raúl Castro y Juan Almeida, habían barrido con los principales bastiones enemigos. Y cuando en la tarde del 30 de diciembre de 1958 fue rendida la fortaleza de Maffo, el ejército enemigo no contaba ya con ninguna plaza entre Santiago de Cuba y Bayamo.
En su parte militar sobre esa batalla, Fidel había sentenciado que “La batalla de Santiago de Cuba comenzará de un momento a otro” y precisaba que cinco mil soldados defendían la ciudad, pero “Nuestras tropas, que en 25 días han liberado los pueblos de Jiguanì, Baire, Contramaestre, Maffo, Palma Soriano y El Cobre, tomarán también Santiago de Cuba, donde se librará una batalla decisiva”.
La noticia de la huida de Batista, encuentra a Fidel en el Central América (hoy América Libre) en Contramaestre, donde había establecido su Comandancia.
La reacción del máximo jefe del Ejército Rebelde fue inmediata y certera. La decisión fue marchar sobre Santiago de Cuba. De Contramaestre salió para Palma Soriano y desde allí, a través de Radio Rebelde, dirigió su histórica alocución a las fuerzas rebeldes y al pueblo de Cuba.
“Cualesquiera que sean las noticias procedentes de la capital, nuestras tropas no deben hacer alto al fuego por ningún concepto. Nuestras fuerzas deben proseguir sus operaciones contra el enemigo en todos los frentes de batalla. Acéptese sólo conceder parlamento a las guarniciones que deseen rendirse”.
“Las operaciones militares proseguirán inalterablemente mientras no se reciba una orden expresa de esta Comandancia, la que solo será emitida cuando los elementos militares que se han alzado en la capital se pongan incondicionalmente a las órdenes de la jefatura revolucionaria”.
La consigna de ¡Revolución si, golpe militar no! fue proclamada por el Comandante en Jefe, junto al llamado al pueblo a prepararse para la huelga general revolucionaria si fuese necesario.
Ese histórico 1ro. de enero, Fidel dirige, también desde Palma Soriano a través de Radio Rebelde, una ardiente y patriótica alocución al pueblo de Santiago de Cuba, donde afirma que la guarnición de esa ciudad, atrincherada en el Moncada, está cercada y que si ese día, a las 6:00 de la tarde no ha depuesto las armas, las tropas rebeldes avanzarían sobre la capital oriental y tomarían por asalto las posiciones enemigas.
Como parte de las acciones rebeldes, unos cien combatientes clandestinos, armados, socavaban el maltrecho poder de las fuerzas batistianas en las entrañas de la ciudad.
El llamado del Comandante en Jefe enardece a los santiagueros que se preparan para el combate final.
“Santiago de Cuba: los esbirros que han asesinado a tantos hijos tuyos no escaparán como han escapado Batista y los grandes culpables, en combinación con los oficiales que dirigieron el golpe amañado de anoche.
“Santiago de Cuba: aún no eres libre. Ahí están todavía en tus calles los que te han oprimido durante siete años. Los asesinos de cientos de tus mejores hijos. La guerra no ha terminado porque aún están armados los asesinos.
“Los militares golpistas pretenden que los rebeldes no puedan entrar en Santiago de Cuba. Se prohíbe nuestra entrada en una ciudad que podemos tomar con el valor y el coraje de nuestros combatientes, como hemos tomado otras muchas ciudades. Se quiere prohibir la entrada a Santiago de Cuba a quienes han libertado la Patria.
“! La historia del 95 no se repetirá! !Esta vez los mambises entrarán en Santiago de Cuba!
Pero las tropas batistianas están ya desmoralizadas, vencidas e incapaces de soportar el empuje rebelde en Oriente. Las Columnas Invasoras de Camilo y el Che, combaten con igual destreza y audacia en su marcha hacia Occidente, rindiendo guarniciones, acorralando y venciendo al enemigo.
Es así como ese mismo turbulento 1ro. de enero de 1959, el coronel Rego Rubido, al frente de la guarnición del Moncada, acepta la rendición incondicional, durante una entrevista sostenida con Fidel en El Escandel, próximo a El Caney, en las cercanías de Santiago de Cuba.
Al término de esa capitulación, Raúl Castro parte hacia la ciudad de Santiago de Cuba, a hacerse cargo de la fortaleza. Un testigo excepcional de la entrada de Raúl al Moncada, el coronel ® Raúl Guerra Bermejo (Maro) recuerda así aquel episodio:
“Cuando el jefe (Raúl Castro) empezó a ascender las escaleras, para que no se me perdiera en medio de la multitud, le agarré el cinto por detrás. Subimos a la oficina de Rego Rubido, precisamente el lugar donde otrora Raúl había sido conducido prisionero y después interrogado por el general Díaz Tamayo.
(…) Acto seguido, se subió al buró, después de ordenar que lo pegaran a la pared y cogió un retrato de Batista que estaba colgando y le dio otro, con una foto de Francisco Tabernilla, jefe del Estado Mayor General del Ejército, a Rego Rubido. Primero estrelló el de Batista contra el piso y gritó: ¡Viva la Revolución! Vio que Rubido estaba dudoso, y le espetó: ¿lo tiras o no lo tiras? El hombre por fin lo tiró. Raúl volvió a decir: ¡Viva la Revolución!
En este testimonio, publicado por el periódico Granma el 3 de enero del 2005, Guerra Bermejo relata el encuentro de Raúl con los soldados del Moncada y otros sucesos de ese memorable día.
Esa misma noche del primero de enero de 1959, Fidel, desde el balcón del Ayuntamiento, frente al Parque Céspedes, proclama el triunfo definitivo de la Revolución cubana. Es ya la madrugada del día dos cuando se produce ese acontecimiento, el más trascendente en la historia de la nación cubana.
Día inolvidable de gloria. Combatientes del Ejército Rebelde y de la Lucha Clandestina se funden con el pueblo. Las puertas y ventanas tantas veces abiertas a los luchadores por la libertad en los momentos más difíciles de la lucha, se abrían esta vez para los vencedores.
Las palabras del jefe de la Revolución llegaban como un haz de luz y de esperanza al pueblo reunido para festejar la victoria.
¡Al fin hemos llegado a Santiago! Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado. Esta vez no se frustrará la Revolución. Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad a su término, no será como en el 95 que vinieron los americanos y se hicieron dueños del país, intervinieron a última hora y después ni siquiera a Calixto García, que había luchado durante treinta años, lo dejaron entrar a Santiago de Cuba. ¡Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas, esta vez sí es una Revolución!
Y así comenzó  una nueva historia de la nación cubana. Comenzó una nueva etapa de la Revolución que no ha sido nunca traicionada. Una Revolución que cumplió los sueños del Moncada y no ha dejado de forjar otros sueños que convierte en realidad su pueblo heroico.
A las glorias combativas desde el Moncada hasta el 1ro. de enero de 1959, se han unido muchas otras protagonizadas por distintas generaciones de cubanos. Las epopeyas gloriosas de Playa Girón, de la Crisis de Octubre, de la lucha contra las bandas mercenarias organizadas, entrenadas y dirigidas por la Agencia Central de Inteligencia del gobierno de los Estados Unidos; el enfrentamiento al más criminal, largo y demencial bloqueo que conoce la historia de la humanidad; el enfrentamiento a los sabotajes, los crímenes, las calumnias y constante asedio del Norte revuelto y brutal que nos desprecia, como lo calificara José Martí.
La lucha revolucionaria nos ha convertido en un pueblo de gigantes. Un pueblo invencible, solidario, internacionalista, antiimperialista, socialista y martiano, que no olvida a sus héroes y mártires, sino que los toma como estandarte para los combates presentes y por venir.
Así vivimos desde los días heroicos del Moncada, de la lucha guerrillera y clandestina. Y así viviremos siempre: ¡Del combate a la victoria!
         





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