jueves, 6 de diciembre de 2018

Congreso Obrero en Armas Por la unidad y la Revolución

                                            

 .Orlando Guevara Núñez

El  8 de diciembre de 1958, en Soledad de Mayarí, territorio liberado del Segundo  Frente Oriental Frank País, fue celebrado el Congreso Obrero en Armas, devenido pilar de la lucha por la unidad frente a la tiranía batistiana y  firme apoyo al Ejército Rebelde, en el cual fueron cifradas las esperanzas para los cambios que necesitaba el país.
En esos días cruciales, era ya indetenible el avance victorioso de la ofensiva rebelde. Había caído Guisa, el cerco sobre Santiago de Cuba crecía. La Batalla de Oriente acorralaba al ejército opresor en sus guaridas, lo atacaba, le arrebataba posiciones, mientras que las Columnas de Camilo y el Che proseguían su marcha igualmente triunfante.
Los dueños de centrales azucareros y todo su andamiaje administrativo, se habían conjurado para no hacer la zafra azucarera de ese año, culpando al Ejército Rebelde de ese daño al país. Múltiples eran sus falaces argumentos: carencia de piezas y combustibles para las reparaciones, falta de créditos por la inseguridad de los prestamistas ante la situación de guerra, situación de las vías férreas obstruidas por sabotajes, junto a otras muchas artimañas.
Pero la alianza  batistiano mujalista tuvo una decidida oposición obrera para frustrar esa componenda que habría tenido una grave consecuencia para la economía familiar de los trabajadores agroindustriales del azúcar.
Fue esa la situación que forjó la idea de convocar una Plenaria Azucarera que debía reunir a trabajadores de centrales ubicados en territorios liberados del  Segundo  Frente, y de algunos no liberados, con posibilidades de asistir. La convocatoria sería realizada por el Buró Obrero del 26 de Julio, auspicio al cual se sumó el Frente Obrero Nacional Unido, cuyos pronunciamientos coincidían con los objetivos básicos de la lucha unitaria y los intereses de los trabajadores.
La idea inicial de aquel encuentro creció en proyección, al sumarse muchas organizaciones obreras de otros sectores, entre ellos el ferroviario, portuario, transporte, comercio, medicina, teléfonos, construcciones, artes gráficas, electricidad, panaderos, músicos, carpinteros, víveres, farmacias, licoreros, así como trabajadores de la Nicaro y la Base Naval de Guantánamo.
La selección de los delegados a este Congreso Obrero en Armas se realizó mediante asambleas de los trabajadores en las zonas liberadas, mientras que en las no liberadas fueron seleccionados, mediante métodos clandestinos, por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, el Partido Socialista Popular o el Frente Obrero Nacional Unido.
Por las diferentes vías, resultaron elegidos al Congreso 110  delegados. Y la cita quedó fijada para el siete de diciembre, en el mismo local donde poco tiempo atrás había sesionado el Primer Congreso Campesino en Armas. Pero fue necesario iniciarlo el día ocho. Y en realidad quedaron 98 delegados, pues 12  adoptaron posiciones divisionistas y diferencia de objetivos, por lo cual tuvieron que retirarse. La unidad salió triunfadora.
De aquel singular encuentro obrero, emanaron 14 acuerdos de importante trascendencia para la lucha inmediata. Se desautorizó a la CTC y la FNTA (mujalista) para discutir o tratar con los hacendados y colonos lo relacionado con la zafra azucarera; se convocó a asambleas en los centros de trabajo para sustituir a falsos y sometidos dirigentes, y elegir, al mismo tiempo, una Comisión de Trabajadores Libres, integrada por cuatro compañeros, que funcionarían como directivos provisionales.
La citada Comisión haría un inventario de las pertenencias del sindicato donde actuara y discutiría los Contratos Colectivos de sus respectivos centros. Se abolía, además, el descuento de la cuota sindical obligatoria y abogaba el cese del descuento sobre sueldos, salarios y sellos del timbre.
Otro de los acuerdos fue exigir que las empresas retuvieran el dinero descontado y el que se descontara por maternidad obrera, jubilación y retiro azucarero, con vistas a que el Gobierno Revolucionario determinara o legislara sobre ese asunto.
Una decisión que expresaba el apoyo a la guerra revolucionaria fue la de iniciar la lucha por el pago del diferencial azucarero y donar el 20 por ciento de lo cobrado al Ejército Rebelde.
El décimo acuerdo planteaba  “Luchar junto a nuestros compañeros campesinos por una verdadera Reforma Agraria que acabe con el latifundismo, los desalojos, e incluya a los obreros agrícolas”.
También se respaldó la declaración constitutiva del Frente Obrero Nacional Unido y apoyar sus acuerdos.
De los debates nació la decisión de garantizar la reparación de los centrales y la zafra, con o sin dinero, y reparar las vías férreas que fueran autorizadas por la Comandancia Central del II Frente, sin interferir las operaciones militares.
Apoyo incondicional e irrestricto a nuestro glorioso Ejército Rebelde. Así quedó plasmado un acuerdo de ese Congreso Obrero en Armas. Otra medida abarcaba varios aspectos con incidencia directa en los centros de trabajo.
Al conmemorarse el XXV aniversario de este trascendente acontecimiento, diría el General de Ejército Raúl Castro:  A este histórico Congreso no pude asistir por las responsabilidades que debí asumir durante la ofensiva de nuestras tropas sobre Songo, La Maya y San Luis; pero  me mantuve al tanto de todas las actividades y del entusiasmo y seriedad con que trabajaron los veteranos organizadores del evento, de los peligros y dificultades afrontados por los 98 delegados, de la profundidad y amplitud del informe central, de las posiciones revolucionarias asumidas por todos durante el debate y de los acuerdos finales, los cuales catalogamos como un índice inequívoco de la fuerza del pueblo en armas, de la inteligencia y madurez del proletariado cubano.
Así, fragua de unidad revolucionaria, lucha contra el divisionismo y el oportunismo, combate contra el mujalismo, alianza obrero campesina y nuevas fuerzas sumadas a la Revolución, estuvieron entre los objetivos conquistados por ese encuentro obrero que cumple ahora 60 años. Lo demás - como lo hicieron los delegados que aún bajo la metralla enemiga sesionaron en Soledad de Mayarí- sería luchar hasta la victoria definitiva, poco después alcanzada.
                                              

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