.Orlando Guevara Núñez
El reciente discurso del presidente de los Estados
Unidos, Donald Trump, provoca una desagradable sensación de indignación y asco.
En primer lugar, por sus reiteradas y
groseras mentiras. Y por la desfachatez con que reitera sus amenazas a Cuba, Venezuela y
Nicaragua, a cuyos gobiernos cataloga de dictaduras.
Haciendo uso de su característico cinismo, habló de
contribuir a la democracia en estos pueblos. A los mismos pueblos que bloquea,
amenaza y agrede.
Con sobradas razones la líder demócrata, Nancy Pelosi,
rompió, una a una las páginas del discurso de Trump, alegando que no pudo
encontrar en éstas una verdad.
Pero el colmo del descaro y la falta de respeto al mundo
entero fue presentar al payaso Guaidó como presidente legítimo de Venezuela.
Este paso es una mezcla de mentira, de ofensa al heroico pueblo venezolano, de
burla a la opinión pública, incluyendo a los propios norteamericanos. Una
payasada más.
Resulta difícil creer que una nación como los Estados
Unidos, tenga un presidente con actitudes tan anormales como este. Pero esa es
la democracia que quieren venderle al mundo como modelo.
Coincidente con ese discurso terminó la sesión circense
del juicio político al presidente. Absuelto por falta de pruebas que no
permitieron presentar, o no admitieron su indiscutida veracidad.
El propio contenido del juicio habla de la clase de
gobierno existente en Estados Unidos.
Se le imputaban los cargos de abuso de poder y obstrucción a la
justicia por sus presuntas presiones a Ucrania para investigar a un rival
político demócrata.
El sistema imperialista de esa potencia agresora, sin
embargo, no juzga al presidente por sus
públicas mentiras, por su descrédito como gobernante, por su asesinato de
dirigentes extranjeros, por poner en juego la paz mundial y la seguridad de los
propios estadounidenses, ni por aplicar un bloqueo genocida contra Cuba,
Venezuela y Nicaragua, ni por ser culpable de agresiones que han causado cientos de
miles de muertes en varias naciones,
A los efectos de este sistema imperial, eso no importa,
se puede ser presidente con esos despreciables
atributos, entre otros muchos. En cuanto a Cuba, ese sueño de Trump y su camarilla, será para ellos
una eterna pesadilla. Como todos sus antecesores desde el triunfo de la
Revolución, cosechará solo derrotas. Porque los cubanos seguiremos luchando y
seguiremos venciendo. Y contra esa decisión de pueblo, jamás tendrá éxito el
monstruo denunciado por José Martí.
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