Orlando
Guevara Núñez
La figura de
Ernesto Guevara de la Serna, el Che, es hoy, a 50 años de su desaparición
física, más inmensa. Sus enemigos quisieron matarlo, reducirlo al silencio, y
lo que lograron fue convertirlo en símbolo y en himno de combate de millones de
personas en el mundo.
Los cubanos vivimos orgullosos de haber tenido
al Che junto a nosotros durante la lucha libertaria en la Sierra Maestra, donde
se fraguaron sus dotes de valiente guerrillero, de jefe militar, y se
desarrollaron sus cualidades de revolucionario. Junto a Raúl Castro, fue de los
dos primeros en la lista de futuros expedicionarios del Granma, donde vino como
Teniente Jefe de Sanidad.
Y a los tres
días del desembarco, en Alegría de Pío, su sangre se fundió para siempre con la
tierra cubana. Luego de la dispersión tras ese bautizo de fuego, estuvo en el
grupo que se reagrupó con Fidel para continuar la lucha armada por la
liberación de la nación cubana.
Aún siendo
el médico del grupo , se destacó como combatiente en La Plata y en El Uvero,
escenarios de la primera victoria militar rebelde y el ascenso – en su propio
decir- a la mayoría de edad de la guerrilla. No hubo que pedírselo, pues él
mismo se ofreció para ocupar un riesgoso puesto de combate.
Terminado el
épico encuentro de El Uvero, ejerció su profesión de médico, curando no solo a
sus compañeros heridos, sino también a los enemigos. Luego, durante el tiempo
necesario, permaneció junto a los heridos rebeldes. “Che era un insuperable
soldado; Che era un insuperable jefe; Che era, desde el punto de vista militar,
un hombre extraordinariamente capaz, extraordinariamente valeroso,
extraordinariamente agresivo. Si como guerrillero tenía un talón de Aquiles,
ese talón de Aquiles era su excesiva agresividad, era su absoluto desprecio al
peligro”.
Así lo
describió el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Esas cualidades determinaron que fuera el Che
el primer guerrillero ascendido por Fidel al grado de Comandante del Ejército
Rebelde y designado jefe de la Columna 4, primera surgida de la Columna madre,
desarrollando importantes y victoriosos combates que fortalecieron las
posiciones de la guerrilla. De esa función sería relevado el Che para ser designado
al frente del Campamento de Reclutas de Minas del Frío y preservarlo para
misiones más importantes.
Hasta que,
llegado el momento, fue nombrado jefe de la Columna 8 “Ciro Redondo” que, junto
al Comandante Camilo Cienfuegos al frente de la Columna 2 “Antonio Maceo”,
realizaría la proeza de la invasión, a la que se sumó el ataque y liberación de
la ciudad de Santa Clara, venciendo fuerzas superiores en hombres y en armas .
“No es fácil
conjugar en una persona todas las virtudes que se conjugaban en él. No es fácil
que una persona de manera espontánea sea capaz de desarrollar una personalidad
como la suya. Diría que es de esos tipos de hombres difíciles de igualar y
prácticamente imposibles de superar. Pero diremos también que hombres como él
son capaces, con su ejemplo, de ayudar a que surjan hombres como él”. Esta
aseveración de Fidel, retrata en toda su dimensión al Che, de quien dijo
también el máximo jefe de la Revolución: “Porque Che reunía, en su
extraordinaria personalidad, virtudes que rara vez aparecen juntas. El descolló
como hombre de acción insuperable, pero Che no solo era un hombre de acción
insuperable: Che era un hombre de pensamiento profundo, de inteligencia
visionaria, un hombre de profunda cultura. Es decir que reunía en su persona al
hombre de ideas y al hombre de acción”.
Al Che lo
recordamos los cubanos como un incansable trabajador que dedicaba su tiempo
extra laboral al trabajo voluntario, que no concebía el ocio, ni desperdiciaba
un minuto sin dedicarlo a algo útil. Y junto a esto, la superación, el
aprendizaje constante, como un quehacer habitual, natural, necesario a su
propia existencia. Así lo demostró en sus múltiples responsabilidades, como las
de Presidente del Banco Nacional, director de la Junta de Planificación,
Ministro de Industrias, como Comandante de regiones militares y jefe de
delegaciones de tipo político, económico, o fraternal en las cuales representó
con dignidad a Cuba.
Del Che recordamos sus valiosos relatos sobre
hechos relevantes de la lucha, recogidos luego en su libro “Pasajes de la guerra revolucionaria”. Sus escritos sobre economía,
sobre el papel de las universidades, sobre la lucha necesaria contra el
imperialismo. Perduran sus análisis profundos sobre el papel del hombre en el
socialismo, sobre los mecanismos de estimulación para convertir en conciencia
el deber del trabajo. Y también sobre la lucha ideológica entre el socialismo
naciente y el capitalismo en decadencia.
En el Che
pensamos los cubanos cuando la Patria nos convocó al cumplimiento de riesgosas
misiones internacionalistas, sin otro incentivo que arriesgar la vida en aras
de preservar la de millones de seres humanos agredidos, explotados y oprimidos
por el imperialismo internacional. Ese internacionalismo, del cual fue él su
mejor exponente, sigue siendo parte de la conciencia de nuestro pueblo.
En Cuba, cada mañana, en las escuelas y otras
actividades patrióticas, un infinito coro de voces infantiles repite la
consigna de Pioneros, por el comunismo ¡Seremos como el Che! No faltan quienes
afirmen la imposibilidad de que alguien sea como el Che. Pienso que desde el
punto de vista de todas las cualidades y de todos los méritos acumulados en la
figura de tan extraordinario hombre, determinados por su actitud en los
momentos que le tocó vivir, el Che es, sencillamente, irrepetible. Pero de lo
que se trata no es de copiar una figura, sino de asimilar virtudes.
Se puede ser
valiente, trabajador, internacionalista, profesar los más puros sentimientos de
amor, sentir y practicar la solidaridad humana, estar dispuesto a ofrendar la sangre y
la vida por cualquier causa justa en cualquier parte del mundo, odiar al
imperialismo y luchar contra éste donde sea necesario. Y se puede ser
abanderado de la verdad, de la honestidad y la confianza en la Revolución y en
el ser humano. Como lo fue el Che.
Fidel resumiría así el legado del Che a
nuestro pueblo: “Nos dejó su pensamiento revolucionario, nos dejó sus virtudes
revolucionarias, nos dejó su carácter, su voluntad, su tenacidad, su espíritu
de trabajo. En una palabra, ¡nos dejó su ejemplo! ¡Y el ejemplo del Che debe
ser un modelo para nuestro pueblo, el ejemplo del Che debe ser el modelo ideal
para nuestro pueblo!
Hoy, las
ideas del Che florecen no solo en Cuba. Se multiplican en otros pueblos de
nuestra América donde son enarboladas como símbolo de independencia y
soberanía, proclamadas por millones de seres humanos y por dirigentes que
decidieron unir su vida al destino libre y digno de sus pueblos, frente a un
mismo enemigo: imperialismo norteamericano.
En su poema
titulado Canto a Fidel, antes de
partir en la expedición del Granma, el Che escribió: “Y si en nuestro camino se
interpone el hierro /pedimos un sudario de cubanas lágrimas para que se cubran
los guerrilleros huesos/ en el tránsito a la historia americana. Nada más”.
Ese tránsito, a esa historia, continúa con
rumbo firme. La imagen del Che está diseminada en muchos países del mundo,
acompañando demandas de libertad y de justicia. Recorre calles y avenidas,
alimenta esperanzas de redención. Es filo cortante de grilletes esclavos y
heraldo de tiempos de revolución por venir, pero que se engendran en la lucha
de masas irredentas, ansiosas de un mundo mejor que ahora reconocen posible.
Los restos
venerados del Che y de sus compañeros caídos en Bolivia, no puede decirse que
reposan en Cuba; valdría mejor decir que son eternos centinelas de nuestra
obra, prestos siempre, como cantó el poeta Bonifacio Byrne, a alzar sus brazos
para defender nuestra bandera. El destacamento de refuerzo, los llamó
justamente Fidel. Por eso ahora, a 50 años de la caída del Che y sus aguerridos
combatientes internacionalistas, vale dedicarles lo que ellos más quisieron y
fue la razón de su vida: la obra revolucionaria que construimos, fortalecemos y
defendemos.
Y la
confianza de que seguiremos juntos, fieles al grito que, más que despedida, es
expresión de encuentro y de abrazo eternos: ¡Hasta la victoria siempre!
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