miércoles, 22 de junio de 2016

Tiempos de Revolución: Lázaro

.Orlando Guevara Núñez.- La última vez que tuve noticias sobre Lázaro, supe que era dirigente sindical; pero de eso hace ya muchos años. Para esa fecha habían quedado atrás nuestros inolvidables años de fundadores y dirigentes de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, en los cuales el sacrificio y la lucha en condiciones muy difíciles, hacían que la austeridad y la voluntad fueran vitales para la subsistencia. A Lázaro lo recuerdo como un dirigente juvenil que aplicaba dinámicamente el “multioficio”. Si había que hacer un acto político para convocar a alguna tarea o reafirmar el apoyo a la Revolución, allí estaba él distribuyendo a los activistas, montándose en un carro altoparlante y exhortando a la población para su asistencia. Luego, organizando la tribuna y colocando los adornos. Y era ése el mismo escenario de sus discursos. Cuando el acto terminaba y los participantes se marchaban, la satisfacción de Lázaro lo acompañaba en su tarea de desmontar la tarima y devolver a sus dueños - en muchos casos privados- los equipos de amplificación prestados. Lázaro no fue una excepción. Pero estuvo entre los muchos llamados por la Asociación de Jóvenes Rebeldes para dirigirla. Y en ese entonces, la “política de cuadros” y el proceso consistía sólo en decirles que desde ese momento eran dirigentes. Nadie informaba, ni mucho menos alguien preguntaba, cuánto iba a recibir en dinero, ni dónde iba a dormir, ni a comer, ni cómo serían sufragados los gastos de la organización. Lo que vale señalar sobre este audaz muchacho, es que como cuadro no recibía ninguna retribución material ni salarial. Ni se la ofrecieron ni la pidió, pese a tener esposa y una hija pequeña, quienes quedaron al abrigo familiar. Ese episodio, sin embargo, estuvo a punto de costarle a Lázaro una severa sanción. Su “delito” fue que después de estar varios meses trabajando sin recibir salario alguno, no pidió que le pagaran, pero sí que le concedieran un permiso de dos meses para ir a la producción, ganar algún dinero, dejárselo a su familia y comprarse él alguna ropa, sustituyendo también sus deteriorados zapatos. Luego, volver a su “cargo” de dirección. Hubo quienes interpretaron el planteamiento como una “debilidad sancionable”, castigo del cual lo liberaron sólo su probada historia, su férrea voluntad de seguir y la comprensión de otros participantes en el análisis del caso. El permiso fue concedido y, a su término, Lázaro volvió con mayores bríos al trabajo profesional de la Asociación de Jóvenes Rebeldes. Hace algunos meses, rememorando aquella etapa, un compañero me dijo que yo añoraba esos tiempos, dándole a la palabra no la acepción de recuerdo, sino de melancolía. Y creo que es todo lo contrario. Lo que sucede es que insisto -como en el caso de Lumumba- en no llamar a esa etapa tiempos de la barbarie. Pienso que, bien, mal o regular, hacíamos lo que podíamos. Lo importante es que no dejábamos de hacerlo. Y soy un convencido de que lo que somos hoy, lo debemos a lo que ayer fuimos. Como en el caso de aquel intrépido Joven Rebelde, hoy no hace falta el “multioficio”, ni peticiones de “permiso” como la que casi lo conduce a una sanción. Sin embargo, valoro como extraordinaria la vigencia de su firmeza, su fidelidad y su entrega total a la causa revolucionaria. Y es que ahora, cuando ante nosotros está planteada la sagrada misión de salvar la Patria, la Revolución y el socialismo, sabemos que la victoria necesita de todos una actitud como la de Lázaro: de entrega sin límites y darle más valor a lo que entregamos que a lo que recibimos. No albergo duda alguna de que si Lázaro llegara a leer estas líneas, tampoco sentiría nostalgia, ni tendría motivos para sonrojarse ante un pasado que lo enaltece en el presente. Tal vez, su único reproche estaría fundamentado por el título, partiendo de la gran verdad de que este relato pudo tener otros muchos nombres. Así comenzó a forjarse la gran organización que es hoy la Unión de Jóvenes Comunistas. Muchos de aquellos jóvenes rebeldes no sobrevivieron para ver realizada la obra que soñaron. Cayeron en misiones de defensa, en accidentes durante movilizaciones laborales. O por otras causas.

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