martes, 21 de junio de 2016

Nuestro Fidel de siempre, 15 de enero de 1959

Fragmentos del discurso del Comandante en Jefe, Fidel Castro, ante el Club Rotario de La Habana. .Orlando Guevara Núñez.- No es lo mismo una revolución que un golpe de Estado. El golpe de Estado quita al presidente, quita a los jefes principales, deja a todos los policías, a todos los soldados, todo el mundo se queda en sus puestos y la maquinaria del Estado sigue funcionando. Eso, por ejemplo, pasó el 10 de marzo. Suelen ocurrir en casi todos los países de América Latina golpes de Estado; muy pocas veces ocurren revoluciones, y me parece que en ninguna circunstancia ha ocurrido una revolución con las características en que se está desarrollando la Revolución Cubana. Es por eso que nosotros, hombres nuevos, hombres inexpertos —porque es lo que yo digo, ninguno de nosotros ha sido nunca ministro, ni presidente, ni jefe de nada en absoluto— de buenas a primeras nos ponen jefe de todas esas cosas, una serie de responsabilidades, una serie de problemas complicadísimos y nos vemos en la necesidad de tener que resolverlos y, naturalmente, vamos pasando mucho trabajo. Aquí los que gobernaban la república llenos de malas intenciones, nunca le hicieron el bien a nadie. Cuando vemos lo que han hecho en algunos aspectos, en cualquiera, en cualquiera, casi repugna, indigna, asombra. Lo extraordinario que tiene todo esto es que para nosotros, que hemos visto tantas cosas, cada día aparecen acontecimientos y hechos que nos vuelven a asombrar. A las cosas que han hecho no nos podemos acostumbrar, es difícil. Si analizamos, por ejemplo, desde el punto de vista económico las cosas que han hecho, ustedes se encuentran que lo han vendido todo. Han vendido el Malecón, el Cuerpo de Ingenieros, el parque “Martí”, han vendido hasta Mazorra (RISAS). Vendieron la tierra de Mazorra, las treinta y tantas caballerías que había allí las vendieron también. Lo han vendido todo y lo han introducido en compañías anónimas, en negocios de todas clases; es una cosa escandalosa. Una revolución no se hace con la ley, sino se hace la revolución y la ley viene detrás de la revolución (APLAUSOS). Yo digo que es como una criatura, un niño: nadie lo bautiza antes de nacer; se espera a que nazca y después que ha nacido se le bautiza, se le pone nombre, se lleva al juzgado a inscribirlo. Y esa es la Revolución, está naciendo al país, y después iremos estableciendo jurídicamente todas las relaciones. Las leyes de la Revolución son, fundamentalmente, principios morales. Los propósitos por los cuales se está luchando son los que guían y trazan el derrotero de la Revolución. La Revolución no es una cosa loca, la Revolución es algo que tiene una ruta trazada, una serie de principios a los cuales se ajusta, y, además, una serie de principios fundamentales que es necesario dejar bien sentados para que la Revolución se pueda desarrollar pacífica y ordenadamente. Esa ocupación extranjera fue la causa de muchos de nuestros males. Sí, aquí vino una higiene militar: mataron los mosquitos, desecaron los pantanos, hicieron algunas mejoras en ese orden. Pero, ¿qué hicieron? Privaron al pueblo de sus prerrogativas de gobernarse, privaron al pueblo de su soberanía, lo trataron como a un muchacho chiquito que le dicen: “Te damos permiso para que hagas hasta aquí, y si no haces eso, te castigamos.” Y se implantó la Enmienda Platt, que, o nos portábamos bien —bien en el sentido y en el concepto que le interesaba al país extranjero—, o nosotros perdíamos nuestra soberanía, por el derecho de intervenir en Cuba. Cuba no era libre, porque cuando un extranjero se arroga los derechos de intervenir en los asuntos de un país, ese país no es libre, ese país es un poquito menos esclavo de lo que era antes, pero libre no era. La libertad no admite trabas, la libertad no admite límites, la libertad no admite cortapisas. ¿Y cuál era la consecuencia? ¿Que el gobierno robaba?, pues había que soportarlo. ¿Que mataba el gobierno?, había que soportarlo. ¿Que existía la prebenda, el privilegio, el favoritismo, el nepotismo?, había que soportarlo. Si usted combatía eso, si usted protestaba contra eso, entonces lo podían acusar de poco patriota. Y le decían:Usted tiene que escoger entre dos males: entre el mal gobierno o perder la soberanía. Si nosotros en aquel tiempo nos hubiéramos levantado en armas, nos hubieran acusado —y con algún fundamento— de enemigos de la soberanía y de la patria, porque nos iban a decir: “Van a intervenir, van a intervenir, así que ustedes van a sacrificar la soberanía, ustedes, los exaltados, van a sacrificarla.” Pero todo aquel poderío español quedó en Cuba y los cubanos solitos, solitos, sin que nadie los ayudara, tuvieron que luchar. Y cuando reunían armas en Estados Unidos se las quitaban —como nos la quitaban ahora también- (APLAUSOS); y después de tanto tiempo luchando, al final, se les impide recoger el fruto de su victoria. A Calixto García ni siquiera lo dejaron entrar en Santiago de Cuba. Todo el mundo dice que el gobierno del año 1933, el gobierno de Grau, fue un gobierno revolucionario —eso es una cosa reconocida por todos—, aportó una serie de leyes de beneficios sociales, pero, ¿qué pasó? Cuando más contento estaba todo el mundo, más embullados estaban, aquellos que se habían quedado con los fusiles derrocaron al gobierno. Pero, ¿por qué? ¿Qué pasó? ¿Actuaron solos? No. Todo el mundo sabe que aquí había un señor que se llamaba Jefferson Caffery que estaba metido en Columbia y cuando él no estaba metido en Columbia, Batista estaba metido en la embajada, y que los intereses extranjeros aquí, cuando vieron que había un gobierno revolucionario dispuesto a defender los derechos del país, dispuesto a defender los intereses del pueblo, se valieron de Batista para desalojar del poder a la revolución, y nos implantaron una dictadura de 11 años aquí. Eso fue lo que pasó (APLAUSOS). Yo tengo una confianza absoluta en el pueblo, y sé que a un pueblo, aunque sea pequeño, si es un pueblo digno, si es un pueblo unido, si es un pueblo inteligente, no hay quien lo venza, no hay quien se le imponga. ¿Por qué se ha desatado ahora esta campaña contra la Revolución Cubana en la prensa de Estados Unidos? (EXCLAMACIONES DE: “¡Por dinero!”) No, no; parte sí, pero no tanto. Les voy a dar la explicación: porque ahora no tienen en Columbia a un sargento llamado Batista, porque ahora no tienen a la casta militar armada. Se han quedado asombrados ante el hecho de que el Ejército Rebelde y el pueblo de Cuba hayan desarmado por completo al ejército. Ellos saben que ahora los que están aquí son revolucionarios, gente que no se vende ni claudica ni está dispuesta a servir a sus intereses, y dicen: “¿Podremos quitar al Presidente, al magistrado Urrutia?” No, porque en Columbia los que están son los rebeldes y en La Cabaña los que están son los rebeldes (APLAUSOS). Entonces, la cuestión es clara: empiezan inmediatamente a desacreditar a la Revolución, a crear un ambiente internacional, porque le tienen miedo al respaldo de opinión que hay en toda la América en favor de la Revolución Cubana y al respaldo de opinión que hay en el mundo entero. Y entonces comienzan a querer quitarle esa fuerza, porque la opinión es una tremenda fuerza en Cuba y fuera de Cuba; la opinión pública es una fuerza formidable, y la Revolución Cubana, el Gobierno Revolucionario cubano, cuenta con un respaldo de opinión extraordinario en el mundo entero en este momento, principalmente en la América Latina. A una madre le mataron a los siete hijos y al esposo, y cualquiera que tenga el temor de perder un hijo podrá considerar y calcular lo que será el dolor de perder siete y perder al esposo. Esos casos se dieron, ¡en una tarde! Nadie protestó. Y por aquella época seguían llegando balas, y tanques y bombas a la dictadura de Batista, y una misión militar americana daba clases en Colombia a los asesinos. Esa es una verdad que no tenemos miedo a decirla, cueste lo que cueste (APLAUSOS). Entonces, ¿qué ocurre? Capturamos a una parte de los criminales de guerra, porque no pudimos capturarlos a todos, desgraciadamente; capturamos una parte considerable de hombres que todos han asesinado a dos, a tres. No es que hayan asesinado, es que torturaban atrozmente, les arrancaban los ojos, destrozaban a los hombres; no es el número de los hombres que han muerto solamente, sino el número de los hombres que han recibido un golpe, un palo, una tortura. Entonces, ¿qué hacemos? Nosotros no los asesinamos en el cuartel, nosotros no los llevamos para una esquina oscura para darles un pistoletazo por la cabeza, no señor; lo que decimos: “Es justo que estos hombres sean castigados.” Se les sometió a la jurisdicción penal de guerra, las leyes que habían regido durante la guerra y los tribunales que habían regido durante la guerra, con juicio; porque para hacer lo que hacía Batista no hacían falta tribunales, ni hacer nada. Entonces fueron detenidos, encarcelados, sometidos a Consejo de Guerra, con pruebas, y fusilados dentro de la ley. Era imposible dejar a aquellos hombres vivos, porque todo el pueblo pedía castigo ejemplar, porque no hay nada que haga más daño a una sociedad que la impunidad, que la falta de justicia. Los que no tuvieron piedad con millares de nuestros compatriotas, los que no tuvieron piedad con nuestras madres, con nuestros familiares, ¿por qué iban a esperar que se les perdonara? ¿Qué se iba a hacer con aquellos hombres que habían llegado al extremo de barbarie y de crimen al que no llegaron ni siquiera los alemanes?, porque no un día, todos los días era la historia de seis o siete hombres asesinados. Sencillamente se va a aplicar la justicia, porque lo primero que pide el pueblo en todos los mítines es castigo; no pide otra cosa que el castigo de los culpables. El pueblo en esto es más radical que nosotros, nosotros miramos las cosas con más calma, pero el pueblo pide como una necesidad elemental que los criminales de guerra sean castigados (APLAUSOS). Y entonces se desata la campaña de propaganda contra la Revolución Cubana: que si somos incivilizados, que si estamos vengándonos de los enemigos, que si estamos fusilando a los batistianos. ¿Quién dice? Si fuéramos a fusilar a los batistianos la verdad es que habría unos cuantos fusilados en la república, porque eran más de 10 000 o de 20 000 afiliados. Incluso hubo mucha gente que hasta de buena fe se afilió, mucha gente, porque creía que hacía falta; equivocadamente, en la desesperación por buscar una solución, el pueblo casi creía hasta en un dictador, y ese es el caso. Pero dicen que estamos fusilando a los batistianos, que no se someten a juicio, toda una propaganda, ¿para qué? Para pintar ante el mundo a la Revolución Cubana como una revolución incivilizada; a nosotros, que tenemos el antecedente que no tiene ningún ejército del mundo: el no haber asesinado a un solo prisionero de guerra, el no haber dejado abandonado a un solo herido en los campos de batalla, el no haberle dado un golpe ni al peor confidente para extraerle una noticia. Yo reto a los detractores de la Revolución Cubana a que busquen un solo caso en toda la historia universal en que se haya librado una guerra más civilizada que esta. ¡Ah!, pero, ¿qué querían? ¿Que soltáramos a los que asesinaron a 20, a 30, a 40 y a 50? ¿Para qué? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!” Y APLAUSOS). Entonces lanzan la campaña de calumnias contra la Revolución. Campaña, sí, parte pagada, pero parte con todo el propósito de desacreditar a la Revolución Cubana, porque saben que es de verdad. Aquí no hay manera de influir en los destinos del país, como no sea de acuerdo con los intereses del país. Aquí lo único que regirá el futuro de Cuba es el interés de Cuba (APLAUSOS). Nos defenderemos de la calumnia e iremos a hablarle a la opinión pública de Estados Unidos, iremos a hablarle, porque la opinión pública de Estados Unidos tiene que comprender esta verdad. ¿No se habla de democracia? Pues no hay país en este momento más demócrata en el mundo que Cuba. ¿No se habla de libertades? Pues no hay país en este momento más libre en el mundo que Cuba; no hay país donde haya más paz, más seguridad en sus derechos, más confianza, derecho de reunirse, de hablar, de escribir, de salir; se acabaron las torturas, se acabaron todo tipo de violaciones de derechos. Hemos tenido incluso que tomar medidas contra compañeros que han participado en veinte batallas, sencillamente, por violar un derecho. ¿En qué país del mundo ha pasado eso? Y si de democracia se trata, este es el país más demócrata del mundo. Si de libertad se trata, este es el país más libre del mundo. Creo que somos en este momento en América los verdaderos y los genuinos representantes de las libertades humanas y de la democracia (APLAUSOS). Cuando la Guerra de Independencia, los voluntarios se quedaron, y estos chivatos y esbirros de hoy son los hijos de los voluntarios de aquella época. La mala semilla que nadie arrancó de raíz, como esta vez se arrancará de raíz, y en justicia. Pueden tener la seguridad de que no caerá nadie de quien no se tenga la absoluta seguridad, y que es preferible, como reza un principio de la justicia, que algunos culpables se queden sin castigo antes de que sea castigado un inocente. Aquí no habrá un solo inocente castigado (APLAUSOS). Ese es uno de los problemas que en estos momentos confronta la Revolución: defenderse contra la campaña calumniosa de los enemigos de la Revolución Cubana, de los que no hablaron ni escribieron una palabra, cuando aquí aparecían los racimos de cadáveres asesinados en las calles de La Habana, lo que estuvo ocurriendo durante muchos años, cuando nuestras mujeres eran violadas, cuando nuestros compañeros eran asesinados. Todo el mundo sabe que allá en Marianao, en una noche, aparecieron cerca de 90 muertos, y nadie se enteró, nadie escribió una palabra contra aquellos bárbaros que hacían tales cosas, y cuando llega el momento de castigar a los bárbaros, ¡ah!, no se condolieron de todo un pueblo masacrado durante tantos años y se conduelen de los asesinos, de los verdugos, de los criminales. Estas son las cosas que tiene que tener bien claras y bien sabidas el pueblo de Cuba. Hay intrigas de todas clases, intriga en la prensa internacional. Ahora mismo me pasan un cable, y sí, efectivamente, esta mañana se estaba hablando de este problema; hubo una revista de Estados Unidos que dijo que la intervención no era cosa del pasado por completo, y casi llegaba a insinuar que podían intervenir aquí. Yo digo que aquí no puede intervenir nadie (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡No!”), que aquí no puede intervenir nadie, porque la soberanía no es una gracia que nos conceda nadie, sino un derecho que nos corresponde como pueblo. Y la revista decía que la intervención no era cosa del pasado; y yo digo que sí es cosa del pasado (APLAUSOS). Digo, en primer lugar, que no creo que jamás se cometa por un país poderoso como Estados Unidos el disparate de intervenir en Cuba. No creo que lo haga, yo tengo casi la seguridad de que no lo haga, aunque uno no sabe, a última hora, quién predomina allí, pero es que la opinión pública en Estados Unidos influye mucho. Desde luego, hay que mirar con preocupación el hecho de que traten de pintarnos ante la opinión pública norteamericana como una tribu salvaje viviendo al lado de Estados Unidos. Yo dije, naturalmente, una frase —sí, la dije, pero no como para que saliera en los cables, porque había un grupito, pero como hay deseos de intrigar, sale, y aquí una agencia internacional de cables publicó la noticia. También ustedes recuerdan que una vez publicaron que a mí me habían matado cuando desembarqué, ustedes recuerdan—, lo que yo dije en la conversación, es lo siguiente: Que aquí no había intervención y, además, que si había intervención nos defenderíamos. Y dije que si mandan a desembarcar a los marinos habría 200 000 muertos en las calles de Cuba. Lo dije, sí, que iban a morir 200 000 norteamericanos, si desembarcaban aquí; lo dije. No lo dije con ánimo de sembrar la hostilidad en Estados Unidos, no lo dije con ánimo de levantar la tensión, no lo dije con ánimo de producir una declaración insolente. Lo dije en un grupo, no lo dije para la prensa; pero vino una agencia y escribió. La Associated Press pone en boca suya las palabras que yo dije al salir del Habana Hilton hoy, y dice: “Si mandan a desembarcar marinos, habrá 200 000 gringos muertos en las calles de Cuba” (RISAS). No fue una declaración para la prensa, porque yo no hubiera dado esa declaración a la prensa, porque no voy a estar en plan de estar pintándome aquí en actitud retante, insolente y retadora, no. Yo me atrinchero, en mis derechos, me atrinchero en la razón humildemente, si se quiere, modestamente; si se quiere, nos atrincheramos y defendemos la patria, atrincherados, sin amenazas y sin insolencias (APLAUSOS). Yo les decía que nuestros problemas los resolveríamos, porque estamos actuando rectamente. Los derechos de nuestro pueblo habrá que respetarlos. ¿Por qué? Porque los derechos hay que respetarlos, sencillamente, y porque los sabemos defender con la palabra, con la razón, con los argumentos. Si nada de eso valiera y un día se empleara la fuerza contra nosotros, ¡ah!, tengan la seguridad de que aquí pelean hasta las mujeres, los niños, los hombres, los jóvenes; y si nos viéramos un día ante esa trágica situación —que no nos veremos, tengan la seguridad de que no nos veremos—, si algún día se agrediera a la República de Cuba, el pueblo se defendería, porque nosotros seríamos los primeros que estaríamos aquí defendiendo al pueblo. Eso es lo que yo he dicho. Los que crean que suprimiendo a alguno aquí suprimen a la Revolución, están equivocados; van a unir más al pueblo si lo amenazan. Y si suprimen aquí a un líder revolucionario, lo que van es a despertar más el deseo del pueblo, la indignación del pueblo y el propósito del pueblo de seguir adelante. No le van a hacer ningún daño. También creían los esbirros que matando aplastaban la idea de la libertad, que asesinando de día y de noche a todo el mundo debilitaban la Revolución, y la Revolución se hacía más fuerte. Si son tan estúpidos que creen que matando van a debilitar la Revolución, se van a encontrar con que la Revolución se va a volver más radical y se van a encontrar con que la Revolución se va a volver más fuerte, porque esto, señores, no hay quien le dé marcha atrás. Esto ni con bombas atómicas retrocede (APLAUSOS). La fuerza de un gobierno no está en las armas. Somos fuertes ahora los revolucionarios no porque tengamos todos los tanques cometa ingleses, los Sherman, los aviones ingleses y todas esas demás cosas; somos fuertes no porque tengamos miles y miles de armas; no, somos fuertes, realmente fuertes, porque contamos con la opinión pública del país que es un arma más poderosa que ninguna otra, porque nosotros hemos triunfado en esta guerra con la opinión pública del país. Y ahora que hemos triunfado no vamos a hacernos fuertes en las armas, vamos a hacernos fuertes en la opinión pública, que es nuestra arma: la opinión pública de Cuba y la del mundo (APLAUSOS). El pueblo de Cuba es fuerte por su ejemplo. Porque yo decía que antes porque no había fe; ahora, si hubiera habido fe desde el principio, si hubiera habido la seguridad de que se obtendría la victoria, ¿no la hubiéramos logrado mucho antes? Si los soldados hubieran sabido que iban a perder de todas maneras, ¿no se hubiera sumado a la Revolución la mayor parte? Así que ese es el problema de nuestras relaciones con los demás pueblos. Nuestra simpatía absoluta para todos los demócratas de América, nuestra simpatía sincera y nuestra adhesión con todos los perseguidos políticos; nuestra solidaridad con todos los pueblos que se han liberado de la dictadura y nuestro deseo ferviente de que los que aún quedan bajo las botas de un tirano se liberen. Esa será nuestra política. Nunca agrediremos a nadie, absolutamente; pero, naturalmente, tampoco soportaremos agresiones de nadie. Esa será nuestra política.

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