viernes, 30 de octubre de 2015

Operación Carlota. Pequeños relatos sobre una larga misión: La suerte de un viejo radio

                                     
 .Orlando Guevara Núñez
La barrera del idioma es casi siempre un hecho angustioso. Muchas anécdotas hemos escuchado sobe ese particular. Y allá, en Angola, en esa hermosa y a la vez sufrida tierra africana, sentimos muy de cerca el efecto de esa barrera.
No se trataba, en esencia, de la comunicación entre las personas, pues entre tantos cubanos, no  era problema alguno estar hablando todo el tiempo. Tampoco el principal  era la comunicación directa con los angolanos, pues, aunque pasando algún trabajo, nos entendíamos. A veces la cosa se complicaba porque nosotros tratando de hablar como ellos y ellos como nosotros, formábamos algo así como un tercer idioma, al cual algunos dieron por llamar portuñol, es decir, una mezcla del portugués y el español. Al final siempre nos entendíamos.
Pero puede afirmarse que uno de los aspectos en los cuales la barrera idiomática se hacía sentir con mayor fuerza, era al momento de leer- o tratar de leer- un periódico, un libro o al momento de escuchar la radio. Acostumbrados en Cuba al contacto diario y directo con esos medios, allá sufríamos al no poder servirnos de ellos.
En uno de nuestros albergues había un radio –bastante antiguo por cierto- que permanecía prácticamente de adorno, pues nadie lo utilizaba. Y cuando alguien lo sintonizaba, pronto lo desconectaba decepcionado, al no entender el idioma.
Pese a los continuos fracasos, siempre alguien repetía el intento, aunque lo creyera infructífero. Hasta que una noche, a más de mil kilómetros al sur de Luanda, la capital, un grupo de compañeros nos disputábamos la suerte de sintonizar algo en español. Durante mucho rato no apareció nada. Un mayor interés surgió cuando apareció un locutor que parecía estar leyendo un comentario periodístico.
Algo familiar notamos en el acento de la voz, aunque no entendíamos lo que decía. Lo cierto fue que seguimos algunos minutos sin cambiar el dial y al terminar la alocución escuchamos un tema musical inconfundible y unas palabras en español que rompieron todas las barreras del idioma que hasta ese  momento no había podido trascender el dichoso aparato: ¡Esta es Radio Habana Cuba!....
La alegría fue tremenda. A los pocos minutos, la aglomeración era tanta, que se hacía difícil el acceso al viejo receptor que pocas horas atrás todos mirábamos con indiferencia. Hacía ya más de tres meses que no escuchábamos un programa en español por la radio.
Esa noche, entre varias cosas, Radio Habana Cuba habló sobre la Ciudad Escolar 26 de Julio, en Santiago de Cuba (antiguo Cuartel Moncada) y sobre una delegación del hermano pueblo soviético que se encontraba de visita en ésta. Posteriormente, ofreció tres números musicales a cargo de la Orquesta Aragón, y finalizó su transmisión en español, no sin antes dar a conocer el horario en nuestro idioma para esa área. En los días sucesivos volvimos a sintonizar esos programas. Y cada uno de esos momentos equivalía a un encuentro con nuestra Patria lejana.
 De esa forma, el viejo radio adquirió un nuevo valor- hasta lo limpiábamos del polvo- y se convirtió en algo querido y apreciado por todos, mucho más cuando dejaba de hablar cosas extrañas y hacía palpitar nuestros corazones con la identificación que tendía un puente entre nosotros y nuestro pueblo: ¡Esta es Radio Habana Cuba!.

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