.Orlando Guevara Núñez
El significado de la muerte y el sentido tributo a los mártires estuvo siempre presente en José Martí. Hoy conocemos muchos de sus pensamientos sobre este tema. Pero el espacio nos impone seleccionar solo algunos para homenajearlo en el aniversario 127 de su caída en combate.
Uno de los más universalmente conocidos: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida, truécase en polvo el cráneo pensador, pero viven perpetuamente y fructifican las ideas que en él se elaboraron”. Y otro: “No hay más que un medio de vivir después de muerto: haber sido un hombre de todos los tiempos, o un hombre de su tiempo”.
Expresó su criterio de que: “Hasta muertos dan ciertos hombres luz de aurora” y de que “Cuando se muere en brazos De la patria agradecida. La muerte acaba, la prisión se rompe; ¡Empieza al fin con el morir, la vida!
El día antes de su caída en combate escribió que ya estaba todos los días en peligro de dar su vida por su país y su deber. (…) y que sabría desaparecer, pero no desaparecería su pensamiento, ni le agriaría su oscuridad.
¡Triste el que muere sin haber hecho obra!, dijo en otra ocasión. Y dejó escrito el concepto de que: “El que muere, si muere donde debe, sirve”. Nos legó también la lección de que “Los muertos, no son más que semilla, y morir bien es el único modo seguro de continuar viviendo”. Y de que “El dar la vida solo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente”.
Para nuestro José Martí, “La muerte es una victoria, y cuando se ha vivido bien, el féretro es un carro de triunfo”. Y exhortó a dar la sangre, si sirve de riego.
Una emotiva concepción sobre dejar de existir, la da cuando afirma que “No cree el hombre de veras en la muerte hasta que su madre no se les va de entre los brazos”. Y que: “Para disponerse a morir es necesario oir antes la voz de una mujer”.
No veía el acto de dar la vida como una cuestión circunstancial, sino como una voluntad permanente. Y por eso escribe: “En la cruz murió el hombre en un día: pero se ha de aprender a morir en la cruz todos los días”.
Para el Apóstol de la independencia cubana, los mártires de la patria eran un patrimonio sagrado.
“Yo creo en el culto de los mártires”, expresó. Y sentenció: “Hay un límite al llanto sobre las sepulturas de los muertos, y es el amor infinito a la patria y la gloria que se jura sobre sus cuerpos, y que no teme ni se abate, ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra”- Este fragmento fue citado por Fidel Castro en su alegato La historia me absolverá.
Y en el Mausoleo a los Mártires del 26 de Julio, en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, está cifrado otro pensamiento martiano: “Ningún mártir muere en vano ni ninguna idea se pierde en el ondular y revolverse de los vientos. La alejan o la acercan; pero siempre queda la memoria de haberla visto pasar”.
Define que “Un mártir es como un padre y como hermano de los hombres en cuyo beneficio muere”. Y que “Honrar a los muertos es vigorizar a los vivos”.
Habla de muerte, de mártires, pero deja claro su pensamiento “Tengo fe en que el martirio se impone, y en que lo heroico vence”.
En sus Versos Sencillos, este tema es recurrente. Pero solo citamos uno, muy ilustrativo, dedicado a su hijo: “Vamos, pues, hijo viril/ vamos los dos, si yo muero/ me besas, si tú, prefiero/ ¡verte muerto a verte vil!
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