.Orlando Guevara Núñez
El gobierno norteamericano sigue amenazando al
hermano pueblo de Venezuela. Su prepotencia no tiene límites, ni tampoco la
ética y el respeto a las normas internacionales sobre la independencia y
autodeterminación de las naciones.
Con el mayor cinismo, proclama que defenderá al
impostor, al fracasado payaso que se auto tituló presidente venezolano. Está
claro que ese guión fue elaborado en Estados Unidos, encargado de completar el elenco
del circo con pésimos actuantes, con la triste misión de repetir lo que les escribieron,
desde su camerino de Lima.
Para la insolencia yanqui parece no existir
fronteras. Ni siquiera la falta de apoyo en la OEA, ni en el Consejo de
Seguridad de la ONU, ha aplacado el
propósito de aplastar a la Revolución
bolivariana. Después del fracaso en la frontera con Colombia, se buscan otros pretextos
y apoyo para la anunciada posibilidad de la invasión.
La historia ha demostrado que este tipo de
agresores, solo aprende a fuerza de golpes, y cuando los reveses les resultan
demasiado costosos. Venezuela es un pueblo pacífico, que desea trabajar en paz,
pero está dispuesto a defenderse. Y lo haría, trayendo a la realidad una
definición martiana sobre el destino de los agresores frente a los pueblos de
América:
“El tigre espera,
detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al
aire, echando llamas por los ojos”.
Sería un hecho doloroso que la única barrera de
contención sea esa. Pero si fuese así, sería una barrera infranqueable. Valdría
la pena que a todas las opciones planteadas por el presidente norteamericano,
se sume la de respetar a Venezuela. Y que los gobernantes yanquis entiendan que
su prepotencia y arbitrariedad, no podrán nunca
doblegar la razón y la dignidad de los pueblos.
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