lunes, 4 de marzo de 2019

4 de marzo de 1960: ante el crimen yanqui ¡Patria o Muerte!




.Orlando Guevara Núñez

La noticia recorrió Cuba desde uno a otro extremo. Había explotado un barco francés en La Habana. Más de un centenar de muertos. Numerosos heridos. Dolor de pueblo. La nave marítima venía cargada de armas, compradas a Bélgica, para ser entregadas al pueblo con el objetivo de defender su soberanía, amenazada por el imperialismo norteamericano.
La CIA y su gobierno no podían permitir que esas armas llegaran a manos de los obreros, de los campesinos, estudiantes, del pueblo uniformado. Y por eso ejecutaron el crimen. No se escondían para proferir amenazas. Pero sobrevaloraron  su fuerza y subvaloraron la de los cubanos.
En el entierro de las víctimas de ese día, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro advertiría a los agresores:
¿Es que piensan desembarcar —me pregunto—, o es que piensan intimidar?  ¿Es que se nos quiere asustar?  ¿Es que se quiere hacer ver que en cualquier momento podemos ser invadidos?, ya que hay voceros que hablan de las cosas posibles, y entre las cosas posibles hablan de desembarcos aquí.
¿Quién dijo que desembarca aquí nadie?  ¿Y quién dijo que aquí se puede desembarcar tranquilamente?  Y por lo pronto, entre las cosas probables —que es bueno decir un día como hoy, porque en realidad estamos ya los cubanos bastante grandecitos en materia de patriotismo y en materia de civismo para que vayan a usarse contra nosotros esas insinuaciones— y entre las cosas posibles de que se habla, permítaseme decir que nos sentimos sencillamente admirados cuando con esa tranquilidad dicen enviar aquí, entre las cosas posibles la Infantería de Marina, ¡como si nosotros no contáramos para nada, como si en caso de esa eventualidad los cubanos nos fuéramos a quedar cruzados de brazos, como si los cubanos no fuéramos a resistir cualquier desembarco aquí, de cualquier tropa que intente doblegar a nuestro pueblo!
La advertencia fue aún más precisa: “Digamos de una vez que nosotros no le tenemos miedo a ninguna tropa de desembarco en este país, que nosotros no esperaremos un segundo en tomar nuestros fusiles y en ocupar nuestros puestos, sin pestañear y sin vacilar ante cualquier tropa extranjera que desembarque en este país; que nosotros, es decir, el pueblo cubano, sus obreros, sus campesinos, sus estudiantes, sus mujeres, sus jóvenes, sus ancianos, hasta sus niños, no vacilarán en ocupar sus puestos tranquilamente, sin inmutarse y sin pestañear siquiera, el día que cualquier fuerza extranjera ose desembarcar en nuestras playas, venga por barco o venga en paracaídas, o venga en avión, o venga como venga y vengan cuantos vengan”.
“Ojalá los que perturbados en el más elemental sentido común se atreven a considerar como posible cualquier género de invasión a nuestro suelo, comprendan la monstruosidad de su equivocación, porque nos ahorraríamos muchos sacrificios.  Mas si ello ocurriera, por desgracia, pero sobre todo para desgracia de los que nos agredieran, que no les quede duda de que aquí en esta tierra que se llama Cuba, aquí en medio de este pueblo que se llama cubano, habrá que luchar contra nosotros mientras nos quede una gota de sangre, habrá que pelear contra nosotros mientras nos quede un átomo de vida!”
Y la historia confirmó las palabras de Fidel, con rúbrica de pueblo. Poco más de un año después del sabotaje de La Coubre, desembarcó por Playa Girón una invasión mercenaria organizada, entrenada, armada y dirigida por el gobierno de los Estados Unidos, con el fin de destruir a la Revolución. Pero el pueblo cubano, con Fidel al frente, necesitó menos de 72 horas para pulverizarla. La potencia más grande y agresora del mundo, recibía, así, su primera derrota militar en América.
A partir de entonces, al decir de Fidel, los pueblos de América serían un poco más libres. En aquel memorable discurso, señalaría nuestro Comandante en Jefe:
“Y no solo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria:  la de la libertad o la muerte.  Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria.  Y la disyuntiva nuestra sería patria o muerte”.
Así nació la consigna de ¡Patria o Muerte! que identifica hoy al pueblo cubano.
Aún vibran en nuestra conciencia, las sentidas palabras de despedida de aquel día a nuestros hermanos asesinados por la barbarie yanqui:
“Y así, al despedir a los caídos de hoy, a esos soldados y a esos obreros, no tengo otra idea, para decirles adiós, sino la idea que simboliza esta lucha y simboliza lo que es hoy nuestro pueblo:  ¡Descansen juntos en paz!  Juntos obreros y soldados, juntos en sus tumbas, como juntos lucharon, como juntos murieron y como juntos estamos dispuestos a morir”.
“Y al despedirlos, en el umbral del cementerio, una promesa, que más que promesa de hoy es promesa de ayer y de siempre: ¡Cuba no se acobardará, Cuba no retrocederá; la Revolución no se detendrá, la Revolución no retrocederá, la Revolución seguirá adelante victoriosamente, la Revolución continuará inquebrantable su marcha!
“Y esa es nuestra promesa no a los que han muerto, porque morir por la patria es vivir, sino a los compañeros que llevaremos siempre en el recuerdo como algo nuestro; y no en el recuerdo en el corazón de un hombre, o de hombres, sino en el recuerdo único que no puede borrarse nunca: el recuerdo en el corazón de un pueblo”.

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