viernes, 21 de septiembre de 2018

Primer Congreso Campesino en Armas Sueños guerrilleros vestidos de Revolución




. Orlando Guevara Núñez

¡Reforma Agraria!  Una verdadera reforma, radical, que extirpara definitivamente el latifundismo en Cuba, que hiciera desaparecer a los terratenientes, que devolviera la tierra a sus verdaderos dueños, los campesinos, y acabara con la explotación, el abandono, el analfabetismo, la miseria y la opresión que sufrían nuestros hombres del campo. Fue ese el objetivo supremo del Congreso Campesino en Armas, celebrado en Soledad de Mayarí, el 21 de septiembre de 1958.
En esta cita, estuvieron representados  pequeños campesinos, aparceros, precaristas, semiproletarios, gente acosada por los desalojos, las persecuciones y los asesinatos, indefensos ante un sistema que imponía la ley de la fuerza para privarlos de sus derechos.
No fue aquel Congreso un evento para la expresión de criterios aislados. Desde julio de ese mismo año, se había creado el Comité Regional Campesino que abarcaba el territorio donde operaba el  Segundo  Frente Oriental Frank, mando rebelde bajo la jefatura del entonces Comandante Raúl Castro Ruz.
Los 35 comités de cuartones existentes y 2 695 campesinos organizados al crearse aquel Comité Regional, se habían convertido en 63 comités agrarios, con unos 5 000 campesinos agrupados en ellos. Y de esa masa, de sus sentimientos, sufrimientos y aspiraciones, surgieron los aspectos que debían formar parte de las discusiones y decisiones del  Congreso.
Los objetivos de ese Congreso iban mucho más allá de la denuncia y de las demandas. Lo primero, lo esencial para lograr las reivindicaciones planteadas, era derrotar a la tiranía batistiana, socavar las bases del sistema capitalista que imperaba en Cuba, con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos.
Por eso una determinación  principal fue adoptada por los delegados al Congreso y cumplida por los campesinos: apoyar incondicionalmente al Ejército Rebelde, con medidas concretas, como  fueron la de aportar el diez por ciento del valor de las cosechas y de la venta de animales y madera, para  la causa revolucionaria.
 Un aporte de significación especial, decisivo para la lucha guerrillera y su victoria, se había puesto ya en práctica: la incorporación al Ejército Rebelde y su apoyo logístico en los territorios donde se combatía.
Aquel gesto de nuestros campesinos, no fue en vano. La obra revolucionaria, para satisfacción de todos, ha superado en mucho las aspiraciones  que aquel día reunieron  a tan aguerrido grupo de combatientes.
Ni latifundistas, ni terratenientes, ni desalojos, ni abusos, ni crímenes, ni analfabetos, ni carencia de asistencia médica. Los campesinos dejaron de ser, para siempre, parias en su propia tierra.
Ese es el fruto de aquella jornada de combate, donde los sueños se tradujeron en lucha y, vestidos de guerrilleros, no mendigaron, sino ganaron el derecho a convertirse en la hermosa realidad de hoy.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario