Antonio
López Pego:
Un enfermero multiplicado
“Frank encomendó preparar unos lugares donde se prestara primeros
auxilios a los muchachos en un momento de acción. Hicimos conexiones con varios
médicos y enfermeras, organizamos cursos
de primeros auxilios para un grupo de muchachas y pedimos casas a diferentes
personas hasta ubicar nueve puntos en la ciudad. A estos sitios les llamábamos
“los botiquines” y en cada uno habría un médico, un enfermero o una enfermera y
un grupo de muchachas de las que habían pasado los cursos de primeros auxilios”. Así definiría la heroína Vilma Espín Guillois
uno de los capítulos gloriosos del amanecer verde olivo de Santiago de Cuba, el
30 de noviembre de 1956.
Las casas
bitiquines estuvieron ubicadas en las direcciones siguientes: 1.- Santa Lucía ·
350, esquina San Félix (Cuartel General); 2.- Gallo # 209, entre Maceo y San
Mateo; 3.- Santa Rita # 205, entre Santo Tomás y Corona. 4.- Princesa # 607,
entre Calvario y Tres Cruces; 5.- Avenida 24 de Febrero # 756, entre Julio
Sanguily y Paraíso. 6.- Sastre # 5, entre 9 y 11, Reparto Mariana de la Torre;
7.- Enramada # 555, entre San Agustín y Barnada; 8.- Calle K, esquina 6ta. Reparto Sueño; 9.-
Avenida Patricio Lumumba* Reparto Sueño;
9.- Avenida Patricio
Lumumba* 588, entre Altos de Quintero y
Los Cocos; 10.- Antiguo Colegio Sagrado
Corazón, Carretera del Caney.
Uno de los
enfermeros con participación destacada en esa tarea, fue Antonio López Pego,
integrante del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, quien compartió la
responsabilidad de seleccionar y preparar a otras personas que, arriesgando su
vida, estarían prestas para salvar la de sus compañeros de acción.
Antonio López Pego, tuvo la satisfacción de
ver realizada la obra revolucionaria y consagrarse a ésta como lo hizo en el
rigor de la lucha clandestina para conquistarla. Falleció en el 2002. Busco
otros datos que retraten la dimensión humana y revolucionaria de este
combatiente. Y los encuentro en las palabras de su hijo, el doctor Antonio
López Gutiérrez, graduado en 1975, continuador de las obra de su padre y actual
director de la Universidad Médica
de Santiago de Cuba, desde hace varios
años.
El recuerdo
de su padre permanece nítido y con fuerza de presencia. “Se graduó en el
Colegio de Enfermeros, en La
Habana, en 1948. Allí, junto a otros, vivía en una casa
alquilada, sufragando los gastos, pese a
los pocos recursos que tenían”.
Cuando su
padre era un luchador clandestino, Antonio tenía siete años de edad. Su
historia la conoció después. Hechos como el de ocultar un arma de los
moncadistas, después del asalto, en una taquilla de La Colonia Española, donde
trabajaba, o el afán de proteger a los asaltantes, o la participación, desde
ese centro, en el apoyo a los combatientes de la Sierra Maestra.
Después del
triunfo, “Nos inculcaba los sentimientos revolucionarios, el amor a la Patria y a la Revolución”. Y el hijo
recuerda al padre con el doble amor- filial y revolucionario- “Siempre pensando
en el esfuerzo, dedicado a su profesión -compartida con el trabajo sindical-
siempre predicando con el ejemplo y sacando tiempo para atender a la familia”.
Siguió ejerciendo como enfermero en La Colonia, en el policlínico Armando García, en el
Hospital Provincial, hasta que pasó a Ciencias Médicas, donde se jubiló en 1994”.
En la etapa
pre revolucionaria, Antonio López Pego estaba obligado a un régimen de trabajo
muy intenso para subsistir. Y su único descendiente lo describe trabajando
desde las 6:00 de la mañana hasta las 3:00 de la tarde en la Colonia Española para, tras un
breve descanso y almuerzo, entrar a las
4:00 de la tarde hasta las 11:00 de la noche en el hospital Ambrosio Grillo,
con la comida a cuestas en una cantina. Sólo los sábados y domingos trabajaba
un solo turno, pero si alguien faltaba, buscaba suplirlo, ante la necesidad
económica.
“Vilma Espín
lo visitaba y allí la conocí - rememora Antonio - y sé que participó en la boda
de ella y Raúl. Y habla sobre los hermanos de su padre, todos apoyando a la Revolución, Carmen como
maestra y Olga y Ramón en la profesión de enfermería. En el Reparto Pastorita,
vive Lidia Gutiérrez Oroceno, maestra hogarista, compañera en la vida, el
trabajo y la lucha, de Antonio López Pego.
Hoy se
conoce que desde los meses de agosto, septiembre y octubre de 1956, muchos
revolucionarios, médicos, enfermeras y enfermeros, junto a un grupo de
valientes santiagueras, se prepararon para asumir la misión de los botiquines. Se impartían hasta tres
clases semanales, se aprendía a inyectar, a hacer torniquetes, se estaba en la disposición -además de curar
-de donar la sangre para posibles transfusiones. Y junto al nombre de Antonio
López Pego, otros muchos engrosaron la lista de los héroes que el 30 de
noviembre de 1956, hicieron de los
botiquines, una trinchera de combate.
Hoy, Antonio
López Gutiérrez, más por continuidad que por azar, dirige una institución que
ha formado a miles de personas en la especialidad de su padre: la enfermería.
Otros 5 400 alumnos se preparan en esa noble y humana profesión. Así, Antonio
López Pego, forjador de la obra de la Revolución, puede ser considerado como un
enfermero multiplicado en ésta. Y la
celebración de cada 30 de noviembre, más que un recuerdo del pasado, es un
vital encuentro entre la historia y el presente.
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