lunes, 6 de abril de 2015

Santiago de Cuba, del combate a la victoria (5)




                                          Antonio López Pego:
                        Un enfermero multiplicado

.Orlando Guevara Núñez
“Frank encomendó preparar unos lugares donde se prestara primeros auxilios a los muchachos en un momento de acción. Hicimos conexiones con varios médicos y enfermeras, organizamos  cursos de primeros auxilios para un grupo de muchachas y pedimos casas a diferentes personas hasta ubicar nueve puntos en la ciudad. A estos sitios les llamábamos “los botiquines” y en cada uno habría un médico, un enfermero o una enfermera y un grupo de muchachas de las que habían pasado los cursos de primeros auxilios”.  Así definiría la heroína Vilma Espín Guillois uno de los capítulos gloriosos del amanecer verde olivo de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956.
Las casas bitiquines estuvieron ubicadas en las direcciones siguientes: 1.- Santa Lucía · 350, esquina San Félix (Cuartel General); 2.- Gallo # 209, entre Maceo y San Mateo; 3.- Santa Rita # 205, entre Santo Tomás y Corona. 4.- Princesa # 607, entre Calvario y Tres Cruces; 5.- Avenida 24 de Febrero # 756, entre Julio Sanguily y Paraíso. 6.- Sastre # 5, entre 9 y 11, Reparto Mariana de la Torre; 7.- Enramada # 555, entre San Agustín y Barnada; 8.-  Calle K, esquina  6ta. Reparto Sueño;  9.-  Avenida Patricio Lumumba* Reparto Sueño;  9.-  Avenida Patricio Lumumba*  588, entre Altos de Quintero y Los Cocos;  10.- Antiguo Colegio Sagrado Corazón, Carretera del Caney.
Uno de los enfermeros con participación destacada en esa tarea, fue Antonio López Pego, integrante del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, quien compartió la responsabilidad de seleccionar y preparar a otras personas que, arriesgando su vida, estarían prestas para salvar la de sus compañeros de acción.
 Antonio López Pego, tuvo la satisfacción de ver realizada la obra revolucionaria y consagrarse a ésta como lo hizo en el rigor de la lucha clandestina para conquistarla. Falleció en el 2002. Busco otros datos que retraten la dimensión humana y revolucionaria de este combatiente. Y los encuentro en las palabras de su hijo, el doctor Antonio López Gutiérrez, graduado en 1975, continuador de las obra de su padre y actual director de la Universidad Médica de Santiago de Cuba, desde hace varios  años.
El recuerdo de su padre permanece nítido y con fuerza de presencia. “Se graduó en el Colegio de Enfermeros, en La Habana, en 1948. Allí, junto a otros, vivía en una casa alquilada, sufragando  los gastos, pese a los pocos recursos que tenían”.
Cuando su padre era un luchador clandestino, Antonio tenía siete años de edad. Su historia la conoció después. Hechos como el de ocultar un arma de los moncadistas, después del asalto, en una taquilla de La Colonia Española, donde trabajaba, o el afán de proteger a los asaltantes, o la participación, desde ese centro, en el apoyo a los combatientes de la Sierra Maestra.
Después del triunfo, “Nos inculcaba los sentimientos revolucionarios, el amor a la Patria y a la Revolución”. Y el hijo recuerda al padre con el doble amor- filial y revolucionario- “Siempre pensando en el esfuerzo, dedicado a su profesión -compartida con el trabajo sindical- siempre predicando con el ejemplo y sacando tiempo para atender a la familia”. Siguió ejerciendo como enfermero en La Colonia, en el policlínico Armando García, en el Hospital Provincial, hasta que pasó a Ciencias Médicas, donde se jubiló en 1994”.
En la etapa pre revolucionaria, Antonio López Pego estaba obligado a un régimen de trabajo muy intenso para subsistir. Y su único descendiente lo describe trabajando desde las 6:00 de la mañana hasta las 3:00 de la tarde en la Colonia Española para, tras un breve descanso y  almuerzo, entrar a las 4:00 de la tarde hasta las 11:00 de la noche en el hospital Ambrosio Grillo, con la comida a cuestas en una cantina. Sólo los sábados y domingos trabajaba un solo turno, pero si alguien faltaba, buscaba suplirlo, ante la necesidad económica.
“Vilma Espín lo visitaba y allí la conocí - rememora Antonio - y sé que participó en la boda de ella y Raúl. Y habla sobre los hermanos de su padre, todos apoyando a la Revolución, Carmen como maestra y Olga y Ramón en la profesión de enfermería. En el Reparto Pastorita, vive Lidia Gutiérrez Oroceno, maestra hogarista, compañera en la vida, el trabajo y la lucha, de Antonio López Pego.
Hoy se conoce que desde los meses de agosto, septiembre y octubre de 1956, muchos revolucionarios, médicos, enfermeras y enfermeros, junto a un grupo de valientes santiagueras, se prepararon para asumir la misión de los botiquines. Se impartían hasta tres clases semanales, se aprendía a inyectar, a hacer torniquetes,  se estaba en la disposición -además de curar -de donar la sangre para posibles transfusiones. Y junto al nombre de Antonio López Pego, otros muchos engrosaron la lista de los héroes que el 30 de noviembre de 1956, hicieron de los botiquines, una trinchera de combate.
Hoy, Antonio López Gutiérrez, más por continuidad que por azar, dirige una institución que ha formado a miles de personas en la especialidad de su padre: la enfermería. Otros 5 400 alumnos se preparan en esa noble y humana profesión. Así, Antonio López Pego, forjador de la obra de la Revolución, puede ser considerado como un enfermero multiplicado en ésta.  Y la celebración de cada 30 de noviembre, más que un recuerdo del pasado, es un vital encuentro entre la historia y el presente.




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