Gloria Cuadras de la Cruz,
mujer de flor y fusil
.Orlando Guevara Núñez
“Después
del Moncada nos dimos cuenta de que Fidel era el hombre que necesitábamos”. Así
definiría Gloria Cuadras de la
Cruz una de sus razones para incorporarse al Movimiento
Revolucionario 26 de Julio, desde su fundación en Santiago de Cuba.
La
historia revolucionaria de esta ciudad no podría escribirse sin mencionar a la
destacada santiaguera que desde muy joven – y hasta su último aliento- combatió
la opresión, denunció a los gobiernos corruptos y no faltó nunca a la acción
que preconizó en su lucha por la conquista primero y la consolidación después, de
la libertad de la Patria.
Formó
parte de la primera dirección del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en
Oriente, ocupando el cargo de Responsable de Propaganda. Eso aconteció en 1955.
Su
trayectoria revolucionaria había comenzado muchos años atrás. En 1930,
participa en la fundación del Directorio Estudiantil de Santiago de Cuba y en
manifestaciones resulta lesionada por la represión policial. En 1933 integra el
Comité del plantel del Instituto santiaguero que toma el centro y forma parte
de la comisión depuradora de los elementos entreguistas, hasta que a fines de
ese año se traslada a la capital cubana y es colaboradora del revolucionario
antiimperialista Antonio Guiteras Holmes.
Al
año siguiente, de nuevo en su natal Santiago de Cuba, por sus acciones es otra
vez detenida y maltratada. Sus inquietudes revolucionarias y espíritu de
justicia y honradez, la llevan en 1947 a la fundación del Partido del Pueblo
Cubano (Ortodoxo) liderado por Eduardo Chibás.
Desde
el mismo golpe de estado del dictador Fulgencio Batista, el 10 de marzo de
1952, expresa públicamente su rechazo al cuartelazo y su oposición al impostor.
Crea el Frente Cívico de Mujeres Cubanas para oponerse a la dictadura y luchar
por la libertad y los derechos ciudadanos.
Desde
mayo de 1953, Gloria Cuadras inicia una audaz labor como comentarista radial en
la entonces CMCR santiaguera y desde abril de 1955 mantiene- hasta abril de
1956- el espacio Cuba Libre, a través del cual fustiga a la tiranía. “Yo misma
lo hacía, lo dirigía y lo leía”, afirmó. “En esa hora hablábamos de Fidel, de
sus ideales, de aquellos muchachos del Moncada, y lo hacíamos para toda la
provincia, porque queríamos desmentir los horrores y las mentiras que decían
Chaviano, Tabernilla y Batista”.
El
asalto al Cuartel Moncada, el 26 de Julio de 1953, es un hecho trascendente en
la vida de Gloria Cuadras. Ya conocía a Fidel desde el Partido Ortodoxo, pues
ambos eran delegados a la Asamblea Provincial de Oriente por dicha
organización. Al conocerse la noticia del asalto, en unión de otros compañeros,
sale a la calle, tratando de localizar y salvar a los combatientes
revolucionarios.
Luego
participa en el rescate y custodia de los cadáveres de los asaltantes, para
evitar que los esbirros los desaparecieran.
Sobre
ese hecho de tanto contenido humano y revolucionario, diría la heroína del
Moncada, Melba Hernández Rodríguez del Rey: “En este caso tengo que referirme a
una gloriosa compañera que todos ustedes recuerdan, a Gloria Cuadras de la Cruz – y al esposo de ella-,
quienes desde el primer instante en que empezaron a trasladar los cuerpos de
nuestros compañeros muertos para el cementerio Santa Ifigenia, se ligaron a
nosotros. Ellos cuidaron nuestros gloriosos cadáveres hasta dejarlos
depositados en Santa Ifigenia y siempre nos mandaron mensajes de que estaban
bien cuidados y de que se les ponían flores. Siempre muy cerca de nosotros el
pueblo de Santiago de Cuba y muy especialmente el caso ejemplar de esa
luchadora que se llamó Gloria Cuadras y de su esposo, Amaro Iglesias, un compañero
muy querido, a quien cada vez que voy a Santiago de Cuba lo visito”.
La
persecución policial no impide que Gloria asista al juicio celebrado a los
moncadistas, en el Palacio de Justicia, para expresarles su apoyo moral.
La
acción del 30 de noviembre de 1956 encuentra a Gloria Cuadras, junto a Frank
País, como partícipe de la acción que levantó en armas a la ciudad para apoyar
el desembarco del Granma. Integra el Estado Mayor de esa gesta gloriosa.
A
fines de 1958- luego de las páginas heroicas escritas en la clandestinidad, se
incorpora como combatiente del Segundo
Frente Oriental que llevara el nombre de su querido jefe. La Revolución triunfante
de 1959 le daría a esta incansable e inclaudicable mujer la satisfacción de ver
realizados sus más caros sueños, los mismos que había defendido con su palabra,
con su acción y hasta con sus propios dientes, con los cuales marcó la mano de
un connotado esbirro batistiano durante un enfrentamiento en plena calle de
Santiago de Cuba.
A
esa Revolución dedicó el resto de su vida, en un intenso quehacer que sólo fue
interrumpido por la muerte, ocurrida el 25 de agosto de 1987, en la ciudad que
tanto amó.
En
el Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba trabajó durante sus últimos
años y fue integrante de ese organismo, participando como Delegada en los dos
primeros Congresos de la máxima organización política de la sociedad cubana.
Ahora
su recuerdo se agiganta como símbolo del patriotismo, la abnegación y la talla
combatiente de la mujer cubana. A ella la recordamos siempre como lo que fue: mujer
de flor y fusil.
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