martes, 25 de noviembre de 2014

Proceso contra los Cinco La inocencia condenada



.Orlando Guevara Núñez
En el mundo, la verdad sobre el proceso de los Cinco se abre paso, incluyendo en los Estados Unidos, país cuyo gobierno fue capaz de violar sus propias leyes y fabricar argumentos falsos para condenar  a  personas  inocentes. La justicia cedió su lugar a la injusticia.
Ante los ojos de millones de personas  en disímiles latitudes, se demuestra cada día que el móvil de las injustas sentencias fue el odio visceral del gobierno imperial hacia el pueblo cubano, y la protección a sus aliados, los grupos terroristas que desde ese territorio actúan con impunidad y apoyo contra la Revolución.
Todo el proceso ha estado plagado de ilegalidades. La propia detención fue un acto ilegal y arbitrario. Luego, las demoras intencionales en el juicio, la celebración de éste en una sede inadecuada, el entorpecimiento del acceso de los abogados a los documentos, las presiones a los jueces, las campañas difamatorias contra los acusados, el pago a medios de prensa y periodistas para mentir a la opinión pública sobre el caso. Y al final, las condenas excesivas e injustas.
Un breve análisis sobre los cargos imputados, demuestra su falsedad y las artimañas que los sustentan.
A Gerardo Hernández, le imputan Conspiración para cometer asesinato en primer grado.  Al no contar con evidencias, no pudieron juzgarlo por asesinato. Y en auxilio del engaño vino el término Conspiración que no necesita ser probado y equivale, en la llamada justicia norteamericana, a haber cometido el delito.
En el  juicio quedó demostrada la inocencia de Gerardo sobre esa acusación. La propia representación fiscal declaró no tener pruebas  para declararlo culpable. Y quedó demostrado que fue el servicio de aeronáutica de los Estados Unidos quien informó a Cuba sobre la partida hacia este territorio de las avionetas piratas derribadas.Pero la jueza cumplió la orden de condenarlo. Y la condena no pudo ser más injusta: cadena perpetua.
Otro cargo falso, esgrimido contra Gerardo, Ramón y Antonio, fue el de Conspiración para cometer espionaje. Otra farsa. Mientras que los medios de prensa  calificaron – y siguen calificando- a los acusados como espías, no los pudieron juzgar como tales, al no existir evidencias. De nuevo el término Conspiración para encubrir la injusticia.
Demostrado quedó que ninguno de los cubanos involucrados  en ese juicio buscó ni obtuvo información secreta sobre el gobierno de los Estados Unidos.  Se demostró, por  testigos, que entre las más de 20 mil páginas ocupadas a los Cinco, ni una sola  contenía este tipo de información. No podían encontrarla, porque  la misión de Gerardo, Ramón, Antonio, René y Fernando,  no era  esa, sino monitorear a grupos terroristas que actuaban contra Cuba.
Pese a las pruebas aportadas, la sanción, preconcebida, se consumó: cadena perpetua  para los tres.
Un tercer cargo de gravedad fue fabricado contra los Cinco. Conspiración para cometer delito contra los Estados Unidos. Ni una sola prueba aportada. Importantes testigos declararon que tal amenza no existió nunca. Sin embargo, todos recibieron sanciones. De nuevo la inocencia condenada.
A Gerardo, Ramón y Fernando se les acusó de identidad y documentación falsas. Los tres utilizaron esa vía, necesaria para defender a su pueblo de las actividades terroristas. Los tres fueron declarados culpables y condenados pese a que en la legislación norteamericana, en materia de Derecho, existe la Doctrina de la Necesidad  la que justifica delitos menores, como este, para evitar delitos mayores, en este caso el terrorismo
Se acusó a los Cinco de ser agentes no registrados de un gobierno extranjero. ¿Cuál otro medio tenían los patriotas cubanos para defender a su pueblo? ¿Qué hubiese sucedido si piden autorización al gobierno de los Estados Unidos para monitorear, precisamente, a sus protegidos?
Otras graves violaciones se han cometido contra los Cinco. Su reclusión en el hueco, su separación familiar, su ubicación junto a presos comunes, su incomunicación, limitación en la correspondencia, ocultamiento de pruebas sobre su inocencia y otras muchas irregularidades.
Como se ha reiterado, existe la petición de revisión del caso desde el punto de vista de su  validez, lo cual podría llevar a la anulación de las condenas. Pero la vía más directa, inmediata, para la liberación de Gerardo, Ramón y Antonio, está en las manos del presidente Obama, con facultad  para firmar el indulto. Millones de personas en el mundo se suman a ese reclamo. Es una oportunidad para el mandatario norteamericano de  restablecer la justicia violada y lavar  la mancha que opaca la credibilidad, la ética y la moral del sistema judicial norteamericano. Para que la inocencia deje de continuar condenada.



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