.Orlando
Guevara Núñez
En tierras africanas, ya los médicos cubanos hacen
crecer su historia de solidaridad. Ellos
están retratados en este Verso Sencillo de José Martí: Vino el médico amarillo/a darme su medicina/con una mano cetrina y la
otra mano al bolsillo. Yo tengo allá en un rincón/ un médico que no manca/ con
una mano muy blanca/ y otra mano al corazón.
Así, símbolos de la pureza, son las manos de
nuestros profesionales de la salud, prestas siempre a salvar una vida, a curar,
aliviar o prevenir un mal, en el lugar donde sean necesitados, aunque, como en
este caso - la lucha contra el ébola-
ese empeño ponga en juego su
propia vida.
Así responden los representantes de nuestro sistema
de salud desde que en este pequeño
archipiélago la medicina dejó de ser una mercancía y el enfermo un cliente.
Desde que el derecho a la vida – el más humano de todos los derechos- es
patrimonio de todos los cubanos.
Es más inmenso su altruismo en un mundo donde 1 200
millones de personas viven en pobreza extrema; 842 millones padecen de hambre
crónica; donde el agua potable no llega a cientos de millones de personas;
donde millones de mujeres mueren cada
año en el momento del parto y cifras espeluznantes de niños no llegan ni
siquiera a estrenar un nombre.
Recuerdo la anécdota de un profesional santiaguero
de la salud que, participando en un evento médico, en un país latinoamericano,
visitó un hospital. En su recorrido, se detuvo frente a un enfermo, aquejado de
una compleja enfermedad. Indagó por su estado clínico y por el tratamiento. Sin
alejarse de la ética, comentó al directivo de esa institución que ese no era el
tratamiento adecuado. Y la respuesta no pudo ser más ilustrativa: “Sabemos que
no es el que necesita, pero es el que puede pagar”. La mano cetrina del verso
de Martí, estaba allí presente.
El acto altruista de los cubanos que ahora han
marchado hacia el Africa, no es aislado. La historia lo corrobora. En las
últimas cinco décadas, 325 710 trabajadores de la salud han prestado sus
servicios en 158 naciones. En Africa, el continente más preterido, 39 países
han sido beneficiados con 76 744.
Hermosa historia la de este pueblo que cuando
triunfó la Revolución se quedó con solo 3 000 médicos - porque una cifra igual
abandonó el país - y tiene hoy 50 751 trabajdadores de este sector, entre ellos
25 412 médicos, distribuidos en 66 países, con las manos blancas puestas en el
corazón, desafíando distancias, venciendo privaciones, borrando incomunicaciones,
devuelviendo alegría a los sufridos y
entonando cantos de vida sobre los lamentos de la muerte.
A esas manos se deben ya 1 207 000 000 de consultas médicas, la asistencia a 2 280
000 partos, 9 000 000 intervenciones quirúrgicas, más de 12 000 000 de niños y embarazadas inmunizados y los 2 800
000 personas que han recuperado la
vista.
En disímiles ocasiones, a las noticias sobre
desgracias humanas provocadas por terremotos, huracanes y otras calamidades, les
ha seguido otra: la asistencia solidaria de los trabajadores cubanos de la
salud. No han importado las latitudes, ni los peligros. Allí han estado las
manos blancas, donde muchas veces las cetrinas no llegan.
Esta aleccionadora historia la enriquecen los 38 mil
profesionales sanitarios formados gratuitamente por Cuba para 121
naciones, entre ellos 3 392 de 45 países africanos.
Aquí quedan muchos dispuestos también a prestar su
ayuda en cualquier lugar del mundo que se les necesite. Son los mismos que día
a día, noche a noche, sostienen la vitalidad de nuestro sistema de salud. Los
mismos cuyas manos blancas se posan en el corazón de todos los cubanos. Una
ejemplar prédica martiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario