domingo, 17 de julio de 2016

En Cuba, los niños sí nacen para ser felices

.Orlando Guevara Núñez.- Igual que cada tercer domingo de julio, en Cuba se celebra hoy el Día de los Niños. Y razones hay para esa fiesta. Porque en la Cuba revolucionaria se cumple el legado martiano de que los niños son la esperanza del mundo. Y nacen para ser felices. Absolutamente todos los niños cubanos – y los jóvenes- han nacido bajo el férreo bloqueo de Estados Unidos a nuestro país. Y han sido víctimas de actos terroristas, de carencias a veces de un medicamento para salvar la vida o aliviar un dolor. Y fueron sacrificados por la política imperial vestida con sotanas, cuando con la mentira de la abolición de la patria potestad, enviaron a ese país a más de 14 000 infantes, muchos de los cuales no volvieron nunca a ver a sus seres queridos. Ese pasado forma parte de la historia que pretende Obama que los cubanos olvidemos. “En Estados Unidos tenemos un monumento claro de lo que pueden construir los cubanos: se llama Miami”. Eso lo dijo el presidente norteamericano en su engañoso discurso en La Habana, en abril pasado.Habló de los padres que allá llevan a los niños en busca de un mejor futuro. Hace poco el diario El Nuevo Herald, publicó algunos datos relacionados con ese “ monumento”, en lo que a los niños se refiere. El 13 por ciento de los niños viven en la pobreza. Unos 26 400 niños van a la cama diariamente con hambre. El sur de la Florida es uno de los principales puntos de acceso en la nación para el tráfico interno de menores. Uno de cada tres adolescentes en la calle acaba en la prostitución en 48 horas. Según el Departamento de Justicia de EEUU, Miami está clasificada entre las primeras cinco ciudades en tráfico de sexo y Florida es la tercera en trata de personas a nivel nacional después de California y Texas. El Nuevo Herald lo dice. En ese mismo “monumento” las cifras son alarmantes en cuanto a la población infantil obligada a trabajar para subsistir –en muchos casos en condiciones de esclavitud- víctimas de la drogadicción, de la explotación sexual y de la trata de personas. Otro flagelo es el de los niños víctima de la muerte o heridas de bala. La discriminación racial acosa a miles de infantes, quienes carecen de protección estatal.Eso lo publicó también el Nuevo Herald. Aproximadamente, 300,000 niños están en riesgo de ser víctimas de explotación comercial y sexual en EEUU La media de edad de un niño víctima de entrar en la prostitución en este país es de 12 años en las niñas y 11 en los niños. Pudo leerse en el diario citado. Habría que preguntarse si Obama creía realmente lo que estaba afirmando. A ningún cubano, ni persona honesta que conozca al pueblo cubano y la obra de su Revolución, podría engañar. En Cuba ningún niño tiene necesidad de trabajar para vivir. Incluso no está reconocido el empleo infantil. No hay niños sin maestros ni escuelas, la educación es un derecho de todos, sin exclusión de ningún tipo. Y ese derecho llega hasta la Universidad. Ni drogadicción, ni prostitución. Hubo un momento en que llegaron a existir en nuestro país 101 escuelas primarias con un solo alumno, por ser lugares aislados, sin posibilidades; y la Revolución no vaciló a llevar allí a los maestros con todos los recursos técnicos para la enseñanza y aprendizaje. La educación especial es también una realización cubana reconocida en todo el mundo. En Cuba se protege a todos los niños con 13 vacunas contra varias enfermedades, algunas de estas ya erradicadas. Todo gratis, al igual que los demás servicios de salud para absolutamente toda la población, sin tener en cuenta, como en la educación, el color de la piel, sexo, preferencia sexual, afiliación religiosa o ideología profesada. Iguales ventajas tienen los niños cubanos en los deportes y la cultura. Bien haría Obama en comparar el “monumento” de Miami, en el país bloqueador, con este monumento verdadero en el país bloqueado. En Cuba la atención a los niños y jóvenes es ocupación de toda la sociedad. Esa es la niñez cubana. Esa es la juventud cubana. Los pinos nuevos de quienes habló Martí, y que hoy crecen como garantía del eterno bosque de la Revolución.

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