martes, 11 de agosto de 2015

Fidel: ardiente profeta de la aurora







.Orlando Guevara Núñez

Con motivo del reinicio de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, diversos espacios en internet han comentado un trabajo del periodista y escritor argentino Pedro Jorge Solans sobre una  conferencia de prensa internacional , en septiembre de 1973, donde un periodista,  Brian Davis, de una agencia inglesa,  le preguntó al Comandante en Jefe Fidel Castro:
¿Cuándo cree usted que se podrá restablecer las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, dos países tan lejanos a pesar de la cercanía geográfica?
Añade el cronista que  “Fidel Castro lo miró fijo y respondió para todos los que estaban en la sala:   “Estados Unidos vendrá a dialogar con nosotros cuando tenga un presidente negro y haya en el mundo un Papa latinoamericano”. Diversas opiniones han surgido alrededor de ese vaticinio que  luego de 43 años, se cumple.
Para no pocos, el hecho es sorprendente, con ribetes  místicos. Para los cubanos, el lugar de lo místico lo ocupa la certeza sobre la visión política de Fidel y su capacidad, partiendo de sus profundos análisis sobre el desarrollo histórico y las fuerzas que lo protagonizan, de ver más allá de lo que otros pueden hacerlo.
En este caso, viene a nuestra mente una afirmación hecha por un  amigo de Cuba, el presidente de la República Argelina Democrática y Popular, Abdelaziz Buteflika : “Fidel viaja al futuro, regresa y lo explica”.
Y una elocuente apreciación del Canciller de la Dignidad, Raúl Roa, cuando  dijo: “Fidel  oye la hierba crecer y ve lo que está pasando al doblar de la esquina”.
Fidel nos tiene acostrumbrados a esas afirmaciones que asombran al convertirse en realidad. Los ejemplos son muchos. Basta estudiar su vida para comprobarlo.
¡Condenadme, no importa, la historia me absolverá! Esa afirmación la hizo Fidel, el 16 de octubre de 1953, ante el tribunal que lo juzgó y condenó a 15 años de prisión por los hechos del 26 de  julio de ese año.  De allí salió preso, esposado, con el dolor del fracaso en la acción ejecutada, con el alma conmovida por sus 61 hermanos muertos. Ante un gobierno armado hasta los dientes, dispuesto a silenciarlo incluso con el crimen.
¿Quién podría creer, ante aque sombrío panorama, en aquella predicción? Y fue condenado, pero  la historia lo absolvió.
Estando en México, con pocos recursos, perseguido, incluso detenido, reuniendo uno a uno a los hombres y centavo a centavo los recursos para reiniciar la lucha en Cuba,  contra un ejército de más de 40 000 efectivos, bien pertrechado de armas, aviones, tanques, marina de guerra y el asesoramiento de los Estados Unidos,  afirmó Fidel: “Si salgo, llego; si llego, entro; y si entro, triunfo”.
Y frente a todas las adversidades, salió, llegó, entró y triunfó.
Después del desembarco del Granma  el 2 de diciembre de 1956 y la derrota de Alegría de Pío tres días después, Fidel no concibió  nunca el pesimismo. Aún en las condiciones más difíciles y desventajosas, cubierto con paja de caña  durante casi cuatro días para evadir la cacería enemiga, no pensó en la derrota, ni siquiera en una tregua, hablaba de lucha y de los planes futuros.  Así lo testimonió quien compartió con él esos dramáticos momentos, el expedicionario Faustino Pérez Hernández ¿Quién hubiese actuado igual?
Y cuando el 18 de diciembre de 1956, con solo ocho hombres y siete armas expresó con la convicción más plena: ¡Ahora sí ganamos la guerra!, la afirmación podría parecer una  quimera.
Pero no fue derrotado, ni dio ni pidió tregua. ¡Y ganó la guerra!
Revisando disímiles  momentos del proceso revolucionario cubano, hay palabras de Fidel que en su memento parecieron ilusiones y el decurso del tiempo las ha acuñado como  ciertas.
Uno de esos momentos cumbres fue el 4 de febrero de 1962, durante la sesión de la Asamblea General del pueblo de Cuba que aprobó la II Declaración de La Habana. El poder imperial en la América irredenta era un anillo acerado, asfixiante, las tiranías y gobiernos sumisos a ese poder parecían perpetuarse en lo infinito. Sin embargo, Fidel dijo para Cuba y para el mundo:
“Ahora, sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia”.
“Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más”. 
“Porque esta gran humanidad ha dicho “¡Basta!” y ha echado a andar.  Y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente  ¡Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia!” 
Eso fue dicho hace 53 años. Un recorrido visual por el panorama actual, demuestra cómo las predicciones de Fidel se van transformando en realidades.
Además de su visión sobre los procesos históricos, políticos, sociales y económicos, hay muchos ejemplos que parecen de ficción, pero confirman las cualidades de Fidel como analista profundo. Solo escojo dos.


En el libro Secreto de Generales, de Luis Báez, el General de Brigada Filiberto Olivera Moya, relata que en una ocasión, durante la guerra, Fidel dijo que  “ iba a enviar a un hombre a Bayamo para que comentara que él estaba en Pino del Agua, con su tropa”. “A los ocho días-decía Fidel- llegarán los guardias y debemos esperarlos emboscados (…).
La verdad es que a los ocho días llegaron los guardias, fueron atacados y se cumplió la misión. Relata Filiberto que como a los veinte días de la acción le preguntó a Fidel cómo había calculado los ocho días. La primera respuesta fue: “Porque tengo la cabeza para pensar”. “Yo también, pero no me imagino cómo hizo esos cálculos, argumentó Filiberto. Entonces, la explicación del máximo jefe guerrillero:  había analizado el tiempo que tendría el hombre enviado a Bayamo, cuándo esa información llegaría a oídos de los soldados, la reacción de los guardias, el aviso a Chaviano en Santiago de Cuba, el tiempo de éste para responder y mandar la orden para que subieran a Pino del Agua..
Como dijo el presidente argelino, Fidel fue al futuro, regresó, lo contó y sobre esa base se logró lo deseado.
En la propia Sierra Maestra, en el libro Memorias de un guerrillero, del capitán Vin Botello, el autor narra la vez que le correspondió conducir a dos personas enviadas por el Movimiento 26 de Julio para el territorio rebelde. Cuando estaban cerca de su destino, él se adelantó y comunicó la misión. Fidel indagó las características de las personas y centró su atención en uno. Ese debe ser Juanito, dijo. Dio instrucciones de que fueran desarmados y conducidos. Así se hizo. Al otro día, Vin supo que esa noche Juanito había sido ajusticiado. Era un agente policíaco, que incluso había actuado en México, y ahora se infiltraba con el objetivo de asesinar a Fidel.
Hoy, si leyéramos los muchos discursos e intervenciones de Fidel, desde el mismo triunfo revolucionario, nos daríamos cuenta de cuántas cosas por él previstas están realizadas, a la vez que muchos problemas subsisten  porque no hemos sabido aquilatar y cumplir sus orientaciones.
Así es Fidel. Pero su grandeza no está solo en el pensar. Estuvo al frente de los combatientes que convocó al Moncada; al frente de los expedicionarios del Granma; al frente de los guerrilleros en la Sierra Maestra; al frente de los combatientes de Playa Girón;  al frente de su pueblo cuando estuvimos al borde, en octubre de 1962, de un holocausto nuclear;  junto a su pueblo en todos los momentos de peligro; arriesgó muchas veces su vida. Es forjador de un pueblo al que enseñó los principios de la Revolución, del socialismo, del internacionalismo, del antimperialismo. Le enseñó el ¡Patria o Muerte!, el ¡Venceremos! y le enseñó – también rodeado de bayonetas enemigas, preso y solitario, que “somos un país libre que nos legaron nuestros padres y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie!
Por eso lo odian tanto los imperialistas y contrarrevolucionarios. Por eso lo veneramos los cubanos verdaderos. Y ahí está, pese a los 638 intentos de asesinato, las veces que han propagado la falsedad de su muerte.Ahí, con sus 89 años de vida, pero, sobre todo, con su perenne ejemplo. Ahí sigue, como eterno Comandante en Jefe de un pueblo heroico.

El breve espacio para este trabajo obliga al punto final. Pero burlo esa norma para  mencionar  dos cosas dichas sobre Fidel, que refejan su grandeza como hombre, como revolucionario y pensador. Una de Almeida: “Se me fue de tamaño”. Y la otra del Che: Ardiente profeta de la aurora.

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