.Orlando Guevara Núñez
Desde el mismo triunfo de la Revolución cubana, el 1ro.de enero de 1959, el imperio norteamericano demonizó a Fidel, a Raúl, al Che y a otros altos dirigentes de nuestro país. Y los insultos no quedaron en las palabras. Hicieron –y siguen haciendo- todo lo posible por destruir el proceso revolucionario. Pero ese “demonio” sigue en pie, aunque ya no es el único en la América Latina.
En Chile no hubo demonios hasta que llegó al poder Salvador Allende. La decisión inmediata fue la conspiración para derrocarlo. Y cuando lograron su objetivo, tras el asesinato de Allende y la instauración de la dictadura de Pinochet, para ellos desapareció el “demonio”.
En Nicaragua, mientras duró la sangrienta tiranía de los Somoza, para los yanquis no existían demonios. Pero cuando el pueblo, dirigido por los sandinistas, ganó el poder, de inmediato los Estados Unidos dieron su veredicto: demonios. Y desataron contra ese pueblo una sucia guerra.
El caso de Venezuela es otro ejemplo ilustrativo. Ninguna tiranía fue molestada por el gobierno norteamericano. Todas fueron bendecidas por el imperio que, con el complejo de todopoderoso, se cree con derecho de decidir el tipo de gobierno que debe y puede tener cada país, por lo general a su imagen y semejanza. El Comandante Hugo Chávez Frías fue catalogado como uno de los peores demonios de nuestro Continente. Y por eso promovieron el golpe de estado para derrocarlo y asesinarlo. Pero fue Chávez tan “demonio” que se les escapó y continúa –aún después de muerto- al frente de su pueblo, haciendo la revolución y el socialismo. Ahora el “demonio” es Nicolás Maduro.
Bolivia fue un caso idéntico. Los gobiernos tiránicos contaron siempre con el apoyo de los Estados Unidos. Pero cuando Evo Morales llegó a la presidencia, lo demonizaron, programaron y apoyaron conspiraciones y no pararon hasta derrocarlo, mediante un sucio golpe de estado..
Rafael Correa, en Ecuador, fue otro “demonio”, porque se propuso darle a su pueblo los beneficios que sucesivas tiranías le habían negado. La fórmula no podía excluirse: golpe de estado e intento de asesinato.
El caso de Honduras fue algo así como tratar de “poner el parche antes que saliera el grano”, pues no existía allí una revolución, pero los intereses del imperio exigían un gobierno incondicional, tipo gorila, lo que no veían posible con las aspiraciones democráticas del presidente electo Manuel Zelaya. Otra vez la receta: golpe de estado e instauración de un gobierno antipopular.
Solo ejemplificamos los casos más recientes, suficientes como demostración de una realidad de la política exterior norteamericana hacia esta región. Para las tiranías y gobiernos corruptos, la santa bendición del imperio, su apoyo y su defensa. Para los gobiernos revolucionarios y populares, que se empeñan en lograr el bien de sus pueblos y con ese fin rescatar sus riquezas, el inmediato bautizo de demonios, la guerra sucia, el apoyo a las fuerzas reaccionarias.
Para disgusto del imperio, ya Cuba no es el único “demonio” en este continente. Y, por ley de la historia, el número seguirá creciendo, en la medida que los pueblos vayan ganando conciencia de que un mundo mejor es posible.
Ya está siendo cada vez menos secreto que el gobierno imperialista de los Estados Unidos, a los explotadores, asesinos, traidores a sus propios pueblos, los trata como inofensivos angelitos y les suministra la bendición. A los verdaderos revolucionarios, los trata como demonios. Sin embargo, los verdaderos demonios son cada vez más identificados por los pueblos. Las campañas mendaces, las guerras mediáticas y las amenazas y conspiraciones, están chocando contra la verdad y las razones de las grandes masas en este continente donde la justicia, poco a poco, se va abriendo paso, pese a los disfraces que el imperio les pone, a los “santos” y los “demonios”.
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