Fidel en la ONU, el 26 de septiembre de 1960
Uno de esos incidentes, provocado por los que aquí se sienten respaldados por las campañas sistemáticas contra Cuba, y por la complicidad de las autoridades, dio lugar a la muerte de una niña. Ese hecho era de lamentar, y era para que lo lamentásemos todos. Los culpables no eran, precisamente, los cubanos residentes aquí. Los culpables no éramos, mucho menos, nosotros, los de la delegación cubana y, sin embargo, seguramente todos ustedes habrán visto esos cintillos de los periódicos donde se hablaba de que "Grupos Pro Castro" habían dado muerte a una niña de 10 años. Y con esa hipocresía característica de los que tienen que ver con las cosas de las relaciones entre Cuba y este país, un vocero de la Casa Blanca inmediatamente expidió declaraciones a todo el mundo, señalando el hecho, acusando, casi casi, de culpabilidad a la delegación cubana. Y, por supuesto, su Excelencia, el señor delegado de Estados Unidos en esta asamblea no dejó de sumarse a la farsa, enviando al gobierno de Venezuela un telegrama de condolencia a los familiares de la víctima, tal como si se sintiese en la obligación de dar una explicación desde las Naciones Unidas, por algo de lo que, virtualmente, fuese culpable la delegación cubana.
Pero eso no era todo. Cuando nosotros fuimos obligados a abandonar uno de los hoteles de esta ciudad, y nos dirigimos hacia la sede de las Naciones Unidas, mientras se hacían otras gestiones, hay un hotel, un hotel humilde de esta ciudad, un hotel de los negros de Harlem, que nos dio alojamiento. La respuesta llegó mientras nosotros conversábamos con el señor Secretario General. Sin embargo, un funcionario del Departamento de Estado hizo todo lo posible por impedir que nosotros nos alojásemos en ese hotel. En ese instante, como por arte de magia, empezaron a aparecer hoteles en Nueva York. Y hoteles que habían negado alojamiento a la delegación cubana anteriormente, se ofrecieron entonces para alojarnos hasta gratis. Mas nosotros, por elemental reciprocidad, aceptamos el hotel de Harlem. Entendíamos que teníamos derecho a esperar que se nos dejase en paz. No, no se nos dejó en paz.
Ya en Harlem, en vista de que no se pudo impedir nuestra estancia en aquel lugar, comenzaron las campañas de difamación. Comenzaron a esparcir por el mundo la noticia de que la delegación cubana se había alojado en un burdel. Para algunos señores, un hotel humilde del barrio de Harlem, de los negros de Estados Unidos, tiene que ser un burdel. Y además, han estado tratando de cubrir de infamia a la delegación cubana, sin respeto siquiera para las compañeras que integran o trabajan con nuestra delegación.
Si nosotros fuésemos de la calaña de hombres que se nos quiere pintar a toda costa, no habría perdido su esperanza el imperialismo, como la ha perdido hace mucho rato, de comprarnos o seducirnos de alguna manera. Mas como la esperanza la han perdido desde hace mucho rato, y no tuvieron nunca razón para albergarla, al menos, después de afirmar que la delegación cubana se alojó en un burdel debían reconocer que el capital financiero imperialista es una ramera que no puede seducirnos. Y no precisamente "La Ramera Respetuosa" de Jean Paul Sartre.
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