.Orlando Guevara Núñez
En una respuesta a su “amigo generoso de Santiago de Cuba” Enrique Trujillo, fechada en octubre de 1889, expresa José Martí este pensamiento. El objetivo está explícito: “Cuanto quiera de mí le he de dar, si eso le ayuda a la idea noble de ponerle lápida a la calle de Heredia”.
Y después del pensamiento sobre su creencia en el culto de los mártires, agrega: ¿Quién, si no cumple con su deber, leerá el nombre de Heredia sin rubor? ¿Qué cubano no se sabe de memoria algunos de sus versos, ni por quién sino por él y por los hombres de sus ideas, tiene Cuba derecho al respeto universal?
Más adelante expone una idea: ¿Por qué no nos juntamos nosotros en una noche de Heredia? (…) A la puerta pediríamos una limosna para la lápida.
Existen evidencias de que Martí, en Nueva York, se dio a la tarea de promover el solicitado homenaje al poeta santiaguero, de trascendencia universal.
Nótese que la petición recibida es en octubre de 1889. Y el 10 de noviembre de ese mismo año, él dirige tres cartas a tres amigas suyas: Adelaida Baralt, Natalia N. de Montejo y Matilde S. del Castillo, en nombre de la comisión organizadora de la fiesta de Heredia, pidiéndoles su colaboración junto a otras veinte mujeres, para el lucimiento de la velada con la que “los cubanos de Nueva York desean contribuir a la compra de la casa donde nació el cantor apasionado de Cuba y la mujer”
A las tres amigas, en carta de igual texto, les expresa “será la justicia y oportunidad de tributar homenaje público, en estos días difíciles, a quien con su vida y su poesía inspira el valor necesario para salir con decoro de ellas, y obligó a los cubanos a perpetua gratitud por la fama que supo ganar para la patria con su canto sublime” .
No hay comentarios:
Publicar un comentario