.Orlando Guevara Núñez
Las bravuconerías, amenazas y creencias de que son los
dueños del mundo, aplicadas por el presidente de los Estados Unidos y su
pandilla, están, sencillamente, pasadas de época. La realidad lo está
demostrando, aunque ellos, en su miopía política, no tengan capacidad para
darse cuenta.
Tratar de revivir la caduca Doctrina Monroe, volver a los
tiempos en que los embajadores yanquis en América Latina dictaban órdenes con
fuerza de gobierno es solo una añoranza incumplible, aún cuando quedan todavía
algunos caínes de los que en su época
criticó el Héroe Nacional cubano, José Martí.
Desde hace ya seis décadas, el 2 de septiembre de 1960,
el pueblo de Cuba, en la Primera Declaración de La Habana, denunció y rechazó la preservación de esa colonial doctrina “utilizada hasta ahora, como lo previera José Martí, para extender el dominio en América de los
imperialistas voraces, para inyectar mejor el veneno también denunciado a
tiempo por José Martí, el veneno de los empréstitos, de los canales, de los
ferrocarriles”. Y Cuba le dijo al mundo, en esa ocasión, una
verdad con fuerza de presencia.
“Por ello, frente al hipócrita
panamericanismo que es sólo predominio de los monopolios yanquis sobre los
intereses de los pueblos americanos, manejo
yanqui de gobiernos prosternados ante Washington, la Asamblea del Pueblo de Cuba proclama el
latinoamericanismo liberador que late en José Martí y en Benito Juárez. Y al extender la amistad hacia el pueblo
norteamericano -el pueblo de los negros linchados, de los intelectuales
perseguidos, de los obreros forzados a aceptar la dirección de gánsteres-
reafirma la voluntad de marchar con todo el mundo y no con una parte de él”.
Ya la ONU y la propia OEA no son los mismos instrumentos
que antes, aunque no hacen todo cuanto pueden para sancionar los intentos
hegemónicos norteamericanos.
Ya Estados Unidos, pese a su enorme poderío, no puede, ni
militar ni económicamente, intimidar ni doblegar a muchas otras naciones. Sin
embargo, parece que esa realidad no forma parte de la conciencia imperialista
de su actual gobierno. Y el intento de actuar contra esa realidad pone al mundo
en un punto de peligro bélico que, de concretarse, cambiaría la historia de su
papel de hacer guerras para que pierdan y sufran otros, no ellos.
Sus cálculos han venido fallando frente a Cuba hace 60
años. Están fallando contra Venezuela, En Corea del Norte, no obtuvieron lo que
aspiraban. Su política frente a Rusia y China ha topado con un freno
infranqueable. Y en el actual conflicto contra Irán, el paseo esperado, ha
devenido aventura de la cual tienen que pensar muy bien para emprenderla. Sus
propios aliados alertan sobre esa verdad.
Lo cierto es que si la capacidad del gobierno
norteamericano no llega al punto de entender y aceptar el cambio de época,
podrá el imperio crear conflictos, pasar de las amenazas, las sanciones, los
sabotajes y los bloqueos al escalón militar. Y serán los hechos los que les
demuestran, aunque demasiado tarde, su aberrante equivocación.
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