.Orlando Guevara Núñez
Indio Naborí |
Agelito Valiente |
En el año 1955, dos
de los más destacados poetas repentistas cubanos, Jesús Orta Ruiz (El Indio
Naborí) y Ángel Valiente Rodríguez
(Angelito) , sostuvieron un encuentro poético, con carácter competitivo. Tuvo
que hacerse en dos partes, porque la primera concluyó con un empate, declarado
por el Jurado.
En la inaugural,
celebrada el 15 de junio de ese año, en el Teatro del Casino Español, de San
Antonio de los Baños, se cantó a los temas del amor, la muerte y la libertad.
En la segunda, el 28 de igual año, en Campo Armada, de San Miguel del Padrón, se
cantó a la esperanza y al campesino. El
jurado otorgó la victoria a El Indio Naborí. Pienso que los dos ganaron. Fue de
tanta trascendencia y profundidad ese evento, que hoy la historia lo recoge con
el nombre de La controversia del
siglo.
El primer encuentro: El amor, la muerte, la libertad. El segundo: la esperanza, el
campesino.
En cada tema, fueron diez décimas por cada poeta. En el tema
dedicado al campesino, ambos improvisadores demostraron no solo su maestría en
el repentismo, sino, además, en su sentido del amor y la justicia hacia el
campesinado cubano. Su canto fue denuncia tremenda al oprobio que sufrían los
pobladores del campo. Denuncia al sistema que los ahogaba. Denuncia a los males
que tendrían que esperar, para ser resueltos, al triunfo de la Revolución
cubana y a la proclamación, el 17 de mayo de 1959, de la Ley de Reforma
Agraria, llamada con justicia, Revolución Agraria, la más radical en el
continente que habitamos.
Al inicio, pensé seleccionar algunas décimas de uno y otro
contendiente. Pero es que todas tienen un sentido y un valor. Y es que no fue
una lucha entre dos poetas. Fue de ambos contra un sistema. Dos poetas
revolucionarios, combatieron juntos con el arma de la décima. Por eso, las
copio íntegras.
El
Campesino
Naborí 1 Oh, campesino!, mirada escrutante que se pierde por toda una noche verde que no sabe de alborada! Persisten en tu morada miserias pre coloniales, pues cual hojas otoñales sobre tus melancolías van descendiendo los días lentos, pesados, iguales. 3 El tiempo se ha detenido en ti, guajiro de acero, por lo que hasta tu sombrero tiene el color del olvido. El progreso ha convertido en ciudad más de un batey, y ha mecanizado al buey, a la carreta, al arado, pero tú sigues parado en la hora siboney. 5 Hay un monstruo feudalista que sólo caña procura y lleva en su sangre impura diabetes capitalista. Sordo, voraz, egoísta, no tolera otro sembrado, y por él, por su pecado, el tiempo muerto es tan frío como un caldero vacío sobre un fogón apagado. 7 Hay otro monstruo sombrío que en sus apetencias de amo no quiere dejar un tramo de tierra para un bohío. Toma la loma, el bajío, el río, los callejones, derriba nobles horcones y echa familias hambrientas a las rutas polvorientas que van a las poblaciones. 9 Cuando la zafra termina cesan el “tiro” y el “corte”. ¡Cuánto champaña en el Norte! En mis campos, ¡cuánta ruina! Aquí la gota de harina, el parásito, el dolor; allá, ríos de licor en pipas de grifo abierto… ¡Ay, sombra del tiempo muerto, tiempo muerto y matador! 11 ¡Oh, machetero –ciclón que tumba y se tumba él! Tumbas la caña de miel y ella te tumba el pulmón. Te viertes en profusión de sudor por cada poro… Caña, caña es tu tesoro, pero hay una mano extraña que te roba sangre y caña para transfusiones de oro. 13 Jamás es tuyo, veguero, el tabaco que es tan tuyo. Tú le enciendes un cocuyo en el labio al mundo entero. Embriagas al extranjero con la hoja más escogida; pero una boca homicida en el festín de un atraco, como se fuma el tabaco también te fuma la vida. 15 Hombre laborioso que sobre el lomo de la sierra le descubres a la tierra el milagro del café: trabajas con honda fe y tu premio siempre ha sido penas que han ennegrecido el espejo de tu vida, como cuando en agua hervida echan tu pulmón molido. 17 Los afanes invasores de la caña y el ganado tierra casi no han dejado para los frutos menores. Pequeños agricultores sin depósito de frío, transporte ni regadío, van a los intermediarios como arroyos tributarios que van a morir al río. 19 Eres, oh, tierra profunda de quien te hace florecer, del modo que es la mujer del hombre que la fecunda. El que de sudor te inunda, el que te labra y te cuida, debe vivir de tu vida y ser tu dueño y señor… No hay escritura mejor que una mano encallecida. |
Valiente 2 Campesino, tierra en pie con surco de arriba abajo, el oro de tu trabajo lo amasa quien mal te ve. El que no sabe el porqué de tu mano encallecida, y derrocha y dilapida el fruto de tu dolor; con burlas para el sudor de tu ropa percudida. 4 Ninguna voz llega al alma de Cuba como tu voz, cortante como la hoz, guajira como la palma. En esas noches de calma afiebradas por Vulcano, tu voz sale por el guano huyendo, como si fuera un pájaro que le huyera a la jaula del verano. 6 Cuba eres tú, campesino, con tus manos laboriosas; tú estás en todas las cosas hondas del patrio destino. En el dolor del camino triste del desalojado, en la reja del arado, en la polaina, el machete y el herido caballete de un bohío abandonado. 8 Tu voz de engaños dolida se queda en la guardarraya: alguien le impide que vaya al Palacio, y ser oída. El que te exprime la vida te amarra la voz también, porque su holganza y su bien tienen puntos elevados, mientras más encarcelados tus sentimientos estén. 10 La escuela rural no llega más allá de cinco millas de donde hiriendo rodillas el político la entrega. Allá en el monte, en la vega, a respetable distancia, llora de olvido una infancia, y el eco de sus sollozos se pierde en los calabozos sombríos de la ignorancia. 12 En la vivienda con techo de guano y piso de tierra, manos de sombras te cierra la portada del Derecho. Tus hijos bajo el acecho del parásito maldito, claman justicia, y su grito no más que mofas recibe del indolente que vive en Palacio de granito. 14 Cuando la maternidad dice a la mujer que hay entre el espacio de su vientre viva una felicidad… Allá en triste soledad, tierra adentro, la mujer campesina ve nacer a su niño en triste cuna, al aire, al sol, a la luna queriendo otra estrella ser. 16 Los caminos vecinales han sido una frustración; el estrecho callejón y tus penas son iguales. Y cuando aguas torrenciales inundan siembra y camino, ¿quién eres tú, campesino? Un preso incomunicado… ¿Será porque el hombre honrado no merece otro destino? 18 El político, funesto mercader de tu conciencia, para su concupiscencia siempre es ánimo dispuesto. Si te enfermas, está presto a llevarte al hospital; te lleva… cura tu mal los médicos que has pagado; y él, con eso te ha comprado lo más puro: el ideal. 20 Tu día no es este día de luz y música y fiesta: el día de tu protesta no ha llegado todavía. Tu grito de rebeldía será la mejor tonada; y Cuba estará empinada en el marco de tu base, porque el triunfo de tu clase es la patria liberada. |
Por coincidencia, el primero de estos encuentros poéticos
tuvo lugar a un mes exacto de que Fidel Castro saliera del presidio de la entonces
Isla de Pinos. Y cuando el segundo, ya había marchado hacia el exilio en
México, desde donde regresaría para reiniciar la lucha armada, cuya victoria
hizo posible aplicar la justicia añorada por nuestros poetas para el
campesinado cubano.
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