.Orlando Guevara Núñez
Cuando la niña nacida el 9 de mayo de 1920, en Media
Luna, fue bautizada como Celia Esther de
los Desamparados, nadie podía presagiar que, con los años, su obra haría honor al nombre escogido. Pero
así fue porque ella, desde muy joven dedicó su vida a defender a los
desamparados.
Por ellos, en 1953, escaló el Turquino para situar
un busto de José Martí, de quien aprendió la idea de ligar su destino a los
pobres de la tierra. Por ellos, tras el amancer del 26 de julio de 1953, asumió
la causa que iniciaría la última etapa de lucha por la redención de los
cubanos.
Para luchar por los desamparados, en
el propio año del centenario martiano,
hizo una ampllia labor clandestina en las zonas de Pilon, Niquero, Media
Luna, campechuela y Manzanillo, reclutando a hombres y mujeres para emprender
una lucha armada contra la tiranía batistiana, frustrada por la cobardía del principal organizador de ese
intento, el politiquero Millo Ochoa.Por los desposeídos,ya en 1954 e inicios de 1955, reagrupa sus contactos clandestinos y crea una organización para actuar en su propio territorio, a la que nombró Movimiento Revolucionario Masó, como homenaje a Bartolomé Masó Márquez, el prestigioso manzanillero general del Ejército Libertador Cubano que tanta gloria legó a las siguientes generaciones de cubanos.
Por amor a los desamparados de su patria, Celia se
unió al Movimiento Revolucionario 26 de Julio.Quiso ir a México para regresar
junto a Fidel para el reinicio de la lucha. Bajo la dirección de Frank País,
organizó el apoyo a los expedicionarios del Granma, gracias al cual se salvó la
Revolución.
Por esa fidelidad infinita a los
parias en su propia tierra, arriesga a cada momento su vida, dirige con
eficiencia las tareas de una segura retaguardia de los combatientes de la
Sierra Maestra, entre éstas la organización del Movimiento Revolucionario 26 de
Julio en toda la zona de manzanillo y la preparación y envío a la Sierra
Maestra de los primeros refuerzos de combatientes rebeldes.
Por ese destino trazado junto a los humildes, fue la
primera mujer que empuñó un fusil en la guerrilla de la Sierra Maestra. A
esa lucha se dedicó con la grandeza que
simboliza a las Marianas del siglo XX.
Luego del triunfo de la Revolución, su devoción por
los desamparados tuvo su expresión en canalizar la protección a los niños
pobres, a los hijos de las víctimas de la guerra. La solución de problemas
sociales de familias desposeídas, su
preocupación por los asuntos de la población que llegaban a la dirección de la
Revolución. El sueño redentor de Celia, se hizo realidad.
La lucha revolucionaria le deparó otros nombres. El
más conocido fue, en la lucha clandestina, el de Norma. También utilizó los
seudónimos de Lilian, Carmen, Caridad y
Aly. Otro, tal vez por ella pensado, no llegó a estrenarse al no poder cumplir
su deseo antes expresad o de cambiarlo
cuando triunfara la Revolución para pasar inadvertida. Para entonces, era ya,
sencillamente, Celia Sánchez Manduley, nombre que expandió su dimensión cuando
el 11 de enero de 1980 la muerte lo insertó con mayor profundidad en la
historia y en el corazón de los cubanos, espcialmente en el de los desaparados
redimidos.
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