.Orlando Guevara Núñez
No se equivocó Fidel cuando escogió el territorio de la
Sierra Maestra para desarrollar la lucha guerrillera contra las fuerzas
represoras de la tiranía batistiana. Allí vivía un campesinado explotado,
hambriento, con ansias de pan y de justicia. Y esa masa irredenta- como él lo
previó- no vaciló en apoyar a la Revolución.
Tengo a manos el libro La Sierra Maestra y más allá, escrito por el Comandante de la
Revolución Juan Almeida Bosque. Su testimonio sobre un recorrido que hizo por la zona de operaciones
del Tercer Frente Oriental “Dr. Mario
Muñoz Monroy”, del cual fue designado su jefe, es una fotografía de la trágica
situación de los campesinos en esa región serrana. Démosle la palabra.
“Por esta zona los bohíos tienen una situación
calamitosa, así es en general todo este territorio del término de El Cobre.
Volvemos a encontrarnos con la miseria en la que viven los campesinos.
Amenazados por la muerte, agonizantes, y sin embargo muchos sobreviven
resistiendo, aunque su esperanza de vida será más corta que la de los que lo
poseen todo. En estos intrincados parajes lo único que conocen de la vida es la
pobreza, el hambre, la falta de instrucción
a los niños. Abruma el estado de los pequeños bateyes en estas
estribaciones de la Sierra. ¡Qué dura y horrorosa es su vida! No habíamos visto
calamidad más descarnada que ésta!
Y continúa el relato.
“Aquí la miseria se ensaña en la gente y en las cosas. Es posible que en
los demás pueblos y ciudades la haya parecida, pero nunca la había visto así en
su conjunto. Para nosotros esta ha sido una enseñanza. Además, con el caos que
vive el país, la miseria crece y se generaliza cada día más como un vendaval
perpetuando el hambre en el campo, llevando la población campesina a la
desesperación”. (…)
Sobre estos pobladores serranos, escribiría Almeida: “De
los campesinos espero una buena ayuda a
la guerrilla y por medio de ellos conocer a los colonos, a los que son
indiferentes, a los pudientes, terratenientes y latifundistas, que tendrán
que hacer su aporte económico para la continuación de esta lucha”. Y no fue
defraudado.
Fue lo que lo condujo a afirmar: “Con los guajiros que
engrosan nuestras filas, nos multiplicamos; ellos son fuertes, resistentes,
combativos, aguerridos, conocedores del terreno, hábiles, audaces, por eso
acceden pronto a grados superiores en el mando dentro del Ejército Rebelde”.
Y frente a la miseria y el abuso, la rebeldía, con la
esperanza de la redención. La lucha por la tierra, que es la lucha por la vida.
Así lo describe Almeida sobre un grupo en la zona de La Anita:
“Muchos de estos hombres han luchado por la posesión de
sus tierras, reclamando sus derechos a ellas, y al no obtenerlas las ocupan,
luego son desalojados a plan de machete por los rurales y destruidos sus bohíos
halándolos con yuntas de bueyes o quemándolos, un despojo brutal. Vuelven a
ocuparlas y de nuevo son sacados, así una y otra vez, en lucha constante que
trasladan de unos a otros, de padres a hijos, Así son estos hombres”.
Sobre los crímenes del ejército batistiano, apunta
Almeida:
“La turba, la horda militar, realizaba saqueos,
desalojos, violaciones; daba candela a
sembrados y bohíos, mataba. Los guardias atacaban y asaltaban bateyes y caseríos, instaurando el terror por
los atropellos, el robo y la muerte. En un afán destructor arrasaban, como si
todo les fuera despreciable. Practicaban el maltrato y el crimen a su paso,
como el salvajismo primitivo de los colonizadores”
Y refiriéndose a uno de los oficiales de la tiranía, que
operaba en esa zona, señala el jefe del Tercer Frente Oriental:
“Sánchez Mosquera aprendió en los Estados Unidos lucha
contra guerrilla y represión popular, reforzando sus conocimientos con los
asesores norteamericanos en Cuba, que enseñan métodos sofisticados de tortura”.
La Revolución cubana, a través de la Reforma Agraria y
otras leyes, acabó para siempre con esa dramática situación de nuestros
campesinos. Los hizo dueños de sus tierras y de su destino.
¿Creerán realmente, los aplicadores de la Helms-Burton, que el campesinado cubano se
dejará arrebatar sus conquistas? Es necesaria mucha estupidez para creerlo. Aunque, a decir verdad, a ellos
la estupidez les sobra.
Es necesario recordarles, por eso, que nuestros campesinos están dispuestos a
defender su obra con mayor fuerza con que la ganaron.
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