.Orlando Guevara Núñez
En junio de 1957, la
rebeldía del pueblo santiaguero y de todo el territorio oriental se había
multiplicado. Luego de los días azarosos y funestos del desembarco del Granma,
se había producido el primer combate victorioso del naciente Ejército Rebelde
en La Plata, el
17 de enero, y un mes después la entrevista concedida por Fidel en la Sierra Maestra al
periodista norteamericano Herbert Matthews. Ambos acontecimientos desmentían la
patraña gubernamental de que los rebeldes estaban aniquilados y de que la paz
reinaba en esta combativa provincia.
El 28 de mayo de 1957, el
combate de El Uvero había reafirmado la verdad que el régimen batistiano y los
medios de prensa querían silenciar. Ese mismo día, los esbirros de la tiranía
asesinaron a 16 expedicionarios del Corynthia, que habían desembarcado por la
costa norte de Oriente para combatir contra Batista. El heroico asalto al
Palacio Presidencial, el 13 de marzo de ese año, reafirmaba la rebeldía de los
cubanos en todo el país.
En Santiago de Cuba el
pueblo se enfrentaba valerosamente a las fuerzas militares opresoras y muchos
de sus hijos eran perseguidos, torturados y asesinados en las calles. En ese
propio junio, Herbert Matthews, escribía en el diario The New York Time sus impresiones sobre la capital oriental.
“Esta
es una ciudad en revolución contra el presidente Fulgencio Batista. Ninguna
otra descripción podría señalar el hecho de que virtualmente todo hombre, mujer
y niño en Santiago de Cuba, excepto la policía y las autoridades militares,
están luchando al costo de lo que ellos pueden para derribar a la dictadura
militar en La Habana. Lo
que se aplica a Santiago puede aplicarse a toda la provincia de Oriente, al extremo oriental de la Isla, la más densamente
poblada y la más fértil región de Cuba y que tradicionalmente ha sido la cuna
de la lucha por la libertad”.
Era ésa la realidad que
pretendían ocultar el dictador y sus cómplices, quienes se empeñaban en hacer creer a la opinión pública que en
Santiago de Cuba y Oriente había estabilidad política y tranquilidad ciudadana.
Con ese engañoso objetivo, personeros batistianos, entre ellos el asesino
Rolando Masferrer, organizaron ese 30 de junio un llamado “mitin de la paz” que
tendría lugar en el Parque Céspedes, ubicado en el mismo corazón de la ciudad.
Pero los jóvenes del
Movimiento Revolucionario 26 de Julio, comandados por el héroe de la lucha
clandestina, Frank País García, se aprestaron a demostrar lo contrario, con un
audaz plan de acción. Una bomba de tiempo, colocada debajo de la tribuna, no
llegó a explotar, fallando así el aviso para que tres pequeños grupos de
revolucionarios salieran a la calle demostrando su presencia y dispuestos al enfrentamiento con el enemigo.
Faltó la señal, pero los jóvenes combatientes cumplieron la parte que les
correspondía.
Entre los intrépidos
muchachos estaban Josué País García, Floromiro Vistel Somodevilla y Salvador
Pascual Salcedo. Impacientes por la ausencia de la explosión, Josué trató de
comunicarse con Agustín Navarrete, responsabilizado con la acción, lo que no
fue posible. Las palabras ofensivas y demagógicas de los personeros batistianos
durante el mitin, enardecieron más a los jóvenes. “Estamos en esta tarde-dijo
uno de los sicarios- librando en Santiago de Cuba la batalla por el futuro, por
la tranquilidad, por la paz y el progreso de la nación. A la bomba, al petardo,
oponemos el alma de nuestras mujeres, el pecho de nuestros hombres y la
voluntad del pueblo, que quiere elecciones, que quiere paz, que quiere
trabajo”.
Ante esa y otras ofensas,
los tres jóvenes decidieron iniciar la operación. Salieron a la calle, ocuparon
un auto de alquiler y caminaron hasta ser interceptados en la calzada de Martì
y Crombet por un vehículo militar que ya los perseguía, pues el dueño del auto
ocupado había hecho la denuncia a las fuerzas represivas. Refuerzos de los
asesinos acudieron de inmediato. Cercados y
atacados por los esbirros, los tres jóvenes prefirieron morir en
desigual combate, antes que rendirse al enemigo.
Floro y Salvador, luego de responder
al fuego contrario, murieron al instante, mientras que Josué, herido de
gravedad, fue hecho prisionero, montado en un carro militar y – según
testimonio de muchos – asesinado como respuesta a sus exclamaciones de ¡Viva la Revolución!
En un artículo del
investigador histórico, combatiente y biógrafo de Josué País, Francis Velázquez
Fuentes, donde se analizan los hechos de ese día, se expresa que otro de los
grupos revolucionarios decidió también salir, pero al tratar de ocupar un auto
fueron descubiertos y se enfrentaron a los sicarios, causándoles dos muertos y
un herido, logrando ellos escapar ilesos.
El fracaso del mitin fue
evidente. En carta fechada el 5 de julio de 1957, el propio Frank País le
comunicaría al máximo jefe de la
Revolución, Comandante Fidel Castro, la siguiente valoración:
“Tuvieron que dar el mitin
apoyados en tanques de guerra, con 3 000 soldados sobre las armas y más de 200
apapipios de Masferrer (…) El pueblo se portó muy bien, nadie fue; había
solamente unas 5 000 personas y eso que las trajeron de toda la República. Tal fue
el fracaso que el gobierno ha trazado planes para Oriente (…)”
A este fracaso de los
politiqueros hay que unir otro. El Movimiento Revolucionario 26 de Julio, como
parte del plan, se había propuesto interferir la transmisión del mitin. Uno de
sus militantes, Carlos Amat, empleado de la Cuban Telephone
Company, era el encargado de las líneas telefónicas a través de las cuales la
transmisión llegaría a varias emisoras nacionales. Y precisamente en el momento
que le correspondía hablar al asesino Masferrer, lo que salieron al aire fueron
las consignas revolucionarias de ¡Viva Fidel!, ¡Viva la Revolución!, ¡Abajo
Batista!
Ese mismo 30 de junio,
además de la caída de Josué, Floro y Salvador, el Movimiento sufrió otro duro
golpe: el fracaso del intento de apertura de un segundo frente de combate, en
la zona de Miranda, actual municipio de
Mella, en la provincia santiaguera. Como la “semana terrible”, bautizaría Frank
País estos hechos al informar a Fidel sobre los acontecimientos.
Pero
los combatientes clandestinos no se amilanaron. Fortalecieron su organización,
golpearon con más fuerza a los esbirros de la tiranía y se convirtieron en un
firme bastión de apoyo a los guerrilleros que en las montañas orientales también
incrementaban sus acciones, en una lucha sin tregua cuyo colofón fue la
victoria revolucionaria del 1ro. de enero de 1959.
Los
tres héroes
Josué País García era el
hermano menor de Frank. Nació en Santiago de Cuba, el 28 de diciembre de 1937.
Al morir contaba con sólo 19 años de edad. De conocida procedencia humilde, sus
inquietudes revolucionarias lo habían integrado a la lucha estudiantil en el
Instituto santiaguero. Formó parte del Bloque Estudiantil Martiano. Sus
aspiraciones de estudiar ingeniería en la Universidad, quedaron
truncas ante los requerimientos de su actividad revolucionaria.
Junto a los jóvenes que se
rebelaron contra el golpe militar que el 10 de marzo de 1952 llevó al
sanguinario Batista al poder, estaba Josué. Se suma de lleno a la lucha
revolucionaria junto a Frank, Pepito Tey y otros destacados revolucionarios. El
asalto al Cuartel Moncada, incentiva en el joven su ideal libertario. Es
perseguido y detenido varias veces por los esbirros lo que, lejos de
amedrentarlo, lo enardece. Ingresa al Movimiento Revolucionario 26 de Julio y
figura entre los combatientes del 30 de noviembre de 1956.
Su muerte conmovió en lo más
profundo a su hermano Frank, quien refiriéndose al trágico acontecimiento le
escribe a Fidel: “Aquí perdimos tres compañeros más, sorprendidos cuando iban a
realizar un trabajo delicado y que prefirieron morir peleando antes de dejarse
detener, entre ellos el más pequeño que me ha dejado un vacío en el pecho y un
dolor muy mío en el alma”.
Floromiro Vistel Somodevilla nació en Santiago de Cuba, el 18
de mayo de 1934. No había cumplido los 23 años de edad cuando ofrendó su vida a
la libertad de la Patria.
No tuvo oportunidad de
continuar estudiando después de alcanzar el sexto grado, pues la necesidad lo
obligó a trabajar desde muy joven para contribuir al sustento de su humilde
hogar. Laboró como chofer en una fábrica de galletas en su ciudad natal.
Se integró al Movimiento
Revolucionario 26 de Julio y sus principales actividades las desarrolló en un grupo de acción, junto a Josué País y
Salvador Pascual.
Participó en el
Levantamiento Armado del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba y fue
detenido el 2 de diciembre de ese año,
permaneciendo en prisión hasta mayo de 1957, ocasión en que se reintegra a la
lucha hasta su caída heroica pocos días después.
Salvador Pascual Salcedo
tenía 23 años al caer en combate, el 30 de junio de 1957. Había nacido en
Santiago de Cuba, el 8 de abril de 1934, en el seno de una humilde familia.
Estudió Derecho Administrativo en la Universidad de La Habana, trabajando luego en
las tiendas de ropas Luxor y La
Francia, de la ciudad santiaguera.
Con sólo 18 años de edad, ya
estaba vinculado a la lucha revolucionaria y bajo las órdenes de Pepito Tey
cumplió diversas y riesgosas misiones clandestinas. Por estar cumpliendo una de
ellas, en el antiguo central Río Cauto (hoy José Nemesio Figueredo, en la provincia
de Granma) no participó en las acciones del 30 de noviembre de 1956, en
Santiago de Cuba.
Al caer en combate su jefe,
Pepito Tey, el joven revolucionario continúa cumpliendo misiones junto a Frank
País, hasta su muerte heroica.
Presencia de los caídos
La muerte de los tres
revolucionarios santiagueros, causó una profunda impresión entre el pueblo de Santiago de Cuba y de los
combatientes guerrilleros de la Sierra Maestra. Así, el 21 de julio de 1957, el
Ejército Rebelde escribe a Frank País una carta de condolencia, la cual no
llegó a las manos del jefe clandestino, por su también heroica muerte el día 30
de ese mismo mes.
En esa emotiva carta, un
párrafo lo leemos hoy con impresionante fuerza de presencia. “Si el destino nos lo permite, juntos iremos
un día a su tumba para decirle a él y a toda esa legión de Niños Héroes, que
hemos cumplido con la primera parte de esta lucha y que con la misma entereza y
espíritu de sacrificio nos disponemos a culminar la obra de nuestra generación,
teniéndolos a ellos como fiscales supremos de nuestros actos futuros”
Y para ti, hermano querido,
- expresa la propia misiva- nada
tenemos que añadirte, porque también es nuestro el dolor del joven águila
caído.
Hoy el compromiso de
culminar la obra de Josué, de Floro y de Salvador, la asume un pueblo entero
que los continuará considerando, eternamente, fiscales supremos de nuestros
actos presentes y futuros. Y el joven águila caído continúa elevando su vuelo
para, junto a los Niños Héroes inmolados aquel 30 de junio y en otras fechas,
continuar su ascenso hacia el sitial más alto de la Patria
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