.Orlando Guevara Núñez
Después de más de 55 años del
triunfo de la Revolución cubana, la aspiración suprema –sueño frustrado- de
las administraciones norteamericanas,
desde Eisenhower hasta Obama- ha sido el derrocamiento del Gobierno
Revolucionario, la destrucción del proyecto socialista y la reinstauración del
capitalismo en nuestro país.
Los mismos perros con los
mismos collares. En algunas etapas, las mordidas han sido mayores o menores,
los aullidos han tenido distintas intensidades, pero los objetivos han sido y
siguen siendo los originales.
El gobierno norteamericano
maniobró, antes del 1ro. de enero de 1959, para evitar que el Ejército Rebelde, al mando del
Comandante en Jefe Fidel Castro tomara
el mando del país, aún cuando aceptaba
que ya el dictador Fulgencio Batista estaba derrotado. La sagacidad, intrepidez e inteligencia de
Fidel, impidieron el injerencista proyecto.
Pero desde los días iniciales
de la victoria revolucionaria, comenzaría la hasta hoy ininterrumpida cadena de
agresiones, amenazas, campañas mendaces,
intentos de aislamiento y acciones de apoyo incondicional a los asesinos y
ladrones desplazados del poder mediante una cruenta guerra que costó al país
más de veinte mil vidas.
Pero todos los cálculos les han
fallado a los agresores. Y les continúan fallando. En incontables ocasiones,
llegaron a fijar hasta en semanas el fin del poder revolucionario cubano. En su
mentalidad de colonizadores y de
desprecio y subestimación hacia nuestros dirigentes y nuestro pueblo, no podían
concebir la resistencia ante un bloqueo que dejó al país- con el bloqueo
económico, comercial y financiero- sin tener a quien venderle ni a quién
comprarle.
Cuba sin petróleo, expulsada de
la Organización de Estados Americanos (OEA), víctima de una criminal cadena de
sabotajes, enfrentada a casi 300 bandas mercenarias que operaron en las zonas
montañosas, con miles de hombres armados, preparados, dirigidos y financiados
por la CIA y el gobierno norteamericano. Cuba bloqueada, calumniada, sometida a
crudas carencias y dificultades, no podría- en sus mentes enfermizas y
acostumbradas a tumbar gobiernos con un dedo- sobrevivir.
En abril de 1961 se produjo la
invasión mercenaria de Playa Girón, fraguada, financiada, ejectuada – y también
conducida al desastre- por el gobierno de los Estados Unidos. En octubre de
1962, tuvo lugar la llamada Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre (otros
prefieren llamarla Crisis del Caribe) ocasión en la que Cuba estuvo a punto de
ser blanco de los proyectiles nucleares norteamericanos. El pueblo cubano y sus
dirigentes, sin embargo, no cedieron ante la amenaza de destrucción total y
preservaron su vida porque fueron capaces de arriesgarla con el más alto
patriotismo y sentido de la dignidad.
Ese octubre es, en la historia
de la Revolución cubana, doblemente histórico. Porque si no hubiese existido la
confrontación ya señalada, otra estaba ya fraguada y en marcha para en ese mes
darle el golpe final a nuestro proceso revolucionario.
Ese plan-nombrado Proyecto
Cuba- había sucedido al fracaso de Playa Girón. Fue aprobado en marzo de 1962
por las autoridades gubernamentales norteamericanas –en sus máximos niveles- y
debía concluir en octubre de ese mismo año. Su cronograma está expuesto con claridad
en el libro La guerra secreta, Proyecto Cuba, de Fabián Escalante Font:
En marzo: inicio de las
acciones. De abril a julio: Fortalecimiento de las actividades clandestinas.
1ro. de agosto: desencadenar los
mecanismos para la sublevación. Agosto-septiembre: incremento de las acciones
subversivas. Octubre: revuleta generalizada. Finales de octubre: reconstrucción
del gobierno cubano.
La decisión imperial estaba
diseñada sin tapujos. Un párrafo de ese proyecto firmado por el presidente
Kennedy así lo corroboraba:
“En el empeño para causar el
derrocamiento del gobierno señalado, los Estados Unidos harán uso de los
recursos nativos, internos y externos, aunque reconocen que el éxito final,
requerirá de una interve nción militar
decisiva de los Estados Unidos”.
La justificación para llegar a
esa intervención, como ha sido costumbre contra Cuba durante más de medio siglo
y lo es hoy –como bien puede observarse en los casos de la República
Bolivariana de Venezuela y Ucrania, por solo citar los más recientes- siempre
estuvo basada en la mentira y el engaño.
Un documento emitido por el
entonces el general Edwar Lansdale,
entonces jefe del Estado Mayor de la
Operación Mangosta, nombre que bautizó a ese proyecto agresivo contra Cuba,
exponía:
Básicamente, la operación debe
traer como consecuencia la sublevación del pueblo cubano (…) La sublevación necesita de un movimiento de
acción fuertemente motivado desde el punto de vista político en Cuba, para que
así se genere la rebelión, se oriente hacia el logro del objetivo y se saque
provecho en el momento clímax. Las acciones políticas estarán asistidas por la
guerra económica, con el objetivo de provocar que el régimen comunista fracase
en la tarea de satisfacer las necesidades
económicas de Cuba.Serán también apoyadas por operaciones psicológicas, que harán que el resentimiento
de las gentes contra el régimen sea cada día mayor y estarán socorridas por los grupos militares
que se encargarán de darle al movimiento popular un arma de acción para el sabotaje y la resistencia armada en
apoyo a los objetivos políticos(...)
Incitación a la desobediencia,
a la violencia, al caos, a las provocaciones e incluso a la traición de “pedir
ayuda a las naciones libres del hemisferio”, a la cual Estados Unidos
respondería con la intervención. Nada más parecido al ayer y el hoy de la
política norteamericana.
¿Quiénes pensaban Estados Unidos y sus cómplices que iban a
rebelarse contra el gobierno en Cuba? Acaso los obreros, libres ya de la
explotación capitalista? ¿Los campesinos dueños de sus tierras? ¿Los
estudiantes, ya en el ejercicio de todos sus derechos? ¿Acaso los
intelectuales, cuyo cauce estaba desbrozado por la Revolución para su pleno
desarrollo? ¿Contaban con el apoyo de un
pueblo libre, soberano, dueño de su destino, armado de ideas y de fusiles para
defenderse?
A esta fecha, los enemigos de
Cuba debían de haber aprendido la lección de que un pueblo en Revolución es,
sencillamente, invencible. Esa misma ignorancia los incapacita para reconocer
su fracaso en la República Bolivariana de Venezuela.
La realidad actual demuestra que, como más de medio siglo
atrás, estamos ante los mismos perros con idénticos collares. Habrá cambiado en
algo el tono de sus ladridos, pero no renunciarán a la mordida letal contra los
pueblos que decidan ser libres y los dirigentes que liguen su destino con el de
su pueblo.
Los cubanos aprendimos esta
verdad hace rato, pero ya, afortunadamente, otros muchos la conocen en nuestro
sufrido continente, donde Bolívar y Martí están levantando voluntades para que
en nuestra América se haga lo que fue truncado por lo holocaustos de Santa
Marta y de Dos Ríos, pero que ha reiniciado su marcha, liderada por otros dos gigantes de la historia
americana –no por casualidad de Cuba y
Venezuela: los Comandantes Fidel Castro Ruz y Hugo Chávez Frías.
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