lunes, 2 de junio de 2014

Los mismos perros con los mismos collares


.Orlando Guevara Núñez
Después de más de 55 años del triunfo de la Revolución cubana, la aspiración suprema –sueño frustrado- de las  administraciones norteamericanas, desde Eisenhower hasta Obama- ha sido el derrocamiento del Gobierno Revolucionario, la destrucción del proyecto socialista y la reinstauración del capitalismo en nuestro país.
Los mismos perros con los mismos collares. En algunas etapas, las mordidas han sido mayores o menores, los aullidos han tenido distintas intensidades, pero los objetivos han sido y siguen siendo los originales.
El gobierno norteamericano maniobró, antes del 1ro. de enero de 1959, para evitar  que el Ejército Rebelde, al mando del Comandante en Jefe Fidel Castro  tomara el mando del país, aún  cuando aceptaba que ya el dictador Fulgencio Batista estaba derrotado.  La sagacidad, intrepidez e inteligencia de Fidel, impidieron el injerencista proyecto.
Pero desde los días iniciales de la victoria revolucionaria, comenzaría la hasta hoy ininterrumpida cadena de agresiones, amenazas,  campañas mendaces, intentos de aislamiento y acciones de apoyo incondicional a los asesinos y ladrones desplazados del poder mediante una cruenta guerra que costó al país más de veinte mil vidas.
Pero todos los cálculos les han fallado a los agresores. Y les continúan fallando. En incontables ocasiones, llegaron a fijar hasta en semanas el fin del poder revolucionario cubano. En su mentalidad  de colonizadores y de desprecio y subestimación hacia nuestros dirigentes y nuestro pueblo, no podían concebir la resistencia ante un bloqueo que dejó al país- con el bloqueo económico, comercial y financiero- sin tener a quien venderle ni a quién comprarle.
Cuba sin petróleo, expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA), víctima de una criminal cadena de sabotajes, enfrentada a casi 300 bandas mercenarias que operaron en las zonas montañosas, con miles de hombres armados, preparados, dirigidos y financiados por la CIA y el gobierno norteamericano. Cuba bloqueada, calumniada, sometida a crudas carencias y dificultades, no podría- en sus mentes enfermizas y acostumbradas a tumbar gobiernos con un dedo- sobrevivir.
En abril de 1961 se produjo la invasión mercenaria de Playa Girón, fraguada, financiada, ejectuada – y también conducida al desastre- por el gobierno de los Estados Unidos. En octubre de 1962, tuvo lugar la llamada Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre (otros prefieren llamarla Crisis del Caribe) ocasión en la que Cuba estuvo a punto de ser blanco de los proyectiles nucleares norteamericanos. El pueblo cubano y sus dirigentes, sin embargo, no cedieron ante la amenaza de destrucción total y preservaron su vida porque fueron capaces de arriesgarla con el más alto patriotismo y sentido de la dignidad.
Ese octubre es, en la historia de la Revolución cubana, doblemente histórico. Porque si no hubiese existido la confrontación ya señalada, otra estaba ya fraguada y en marcha para en ese mes darle el golpe final a nuestro proceso revolucionario.
Ese plan-nombrado Proyecto Cuba- había sucedido al fracaso de Playa Girón. Fue aprobado en marzo de 1962 por las autoridades gubernamentales norteamericanas –en sus máximos niveles- y debía concluir en octubre de ese mismo año. Su cronograma está expuesto con claridad en el libro La guerra secreta, Proyecto Cuba, de Fabián Escalante Font:
En marzo: inicio de las acciones. De abril a julio: Fortalecimiento de las actividades clandestinas. 1ro. de agosto: desencadenar  los mecanismos para la sublevación. Agosto-septiembre: incremento de las acciones subversivas. Octubre: revuleta generalizada. Finales de octubre: reconstrucción del gobierno cubano.
La decisión imperial estaba diseñada sin tapujos. Un párrafo de ese proyecto firmado por el presidente Kennedy así lo corroboraba:
“En el empeño para causar el derrocamiento del gobierno señalado, los Estados Unidos harán uso de los recursos nativos, internos y externos, aunque reconocen que el éxito final, requerirá de una interve nción militar  decisiva de los Estados Unidos”.
La justificación para llegar a esa intervención, como ha sido costumbre contra Cuba durante más de medio siglo y lo es hoy –como bien puede observarse en los casos de la República Bolivariana de Venezuela y Ucrania, por solo citar los más recientes- siempre estuvo basada en la mentira y el engaño.
Un documento emitido por el entonces el  general Edwar Lansdale, entonces  jefe del Estado Mayor de la Operación Mangosta, nombre que bautizó a ese proyecto agresivo contra Cuba, exponía:
Básicamente, la operación debe traer como consecuencia la sublevación del pueblo cubano (…)  La sublevación necesita de un movimiento de acción fuertemente motivado desde el punto de vista político en Cuba, para que así se genere la rebelión, se oriente hacia el logro del objetivo y se saque provecho en el momento clímax. Las acciones políticas estarán asistidas por la guerra económica, con el objetivo de provocar que el régimen comunista fracase en la tarea de satisfacer las necesidades  económicas de Cuba.Serán también apoyadas por operaciones  psicológicas, que harán que el resentimiento de las gentes contra el régimen sea cada día mayor  y estarán socorridas por los grupos militares que se encargarán de darle al movimiento popular un arma de acción  para el sabotaje y la resistencia armada en apoyo a los objetivos políticos(...)
Incitación a la desobediencia, a la violencia, al caos, a las provocaciones e incluso a la traición de “pedir ayuda a las naciones libres del hemisferio”, a la cual Estados Unidos respondería con la intervención. Nada más parecido al ayer y el hoy de la política norteamericana.
¿Quiénes pensaban  Estados Unidos y sus cómplices que iban a rebelarse contra el gobierno en Cuba? Acaso los obreros, libres ya de la explotación capitalista? ¿Los campesinos dueños de sus tierras? ¿Los estudiantes, ya en el ejercicio de todos sus derechos? ¿Acaso los intelectuales, cuyo cauce estaba desbrozado por la Revolución para su pleno desarrollo?  ¿Contaban con el apoyo de un pueblo libre, soberano, dueño de su destino, armado de ideas y de fusiles para defenderse?
A esta fecha, los enemigos de Cuba debían de haber aprendido la lección de que un pueblo en Revolución es, sencillamente, invencible. Esa misma ignorancia los incapacita para reconocer su fracaso en la República Bolivariana de Venezuela.
La realidad  actual demuestra que, como más de medio siglo atrás, estamos ante los mismos perros con idénticos collares. Habrá cambiado en algo el tono de sus ladridos, pero no renunciarán a la mordida letal contra los pueblos que decidan ser libres y los dirigentes que liguen su destino con el de su pueblo.
Los cubanos aprendimos esta verdad hace rato, pero ya, afortunadamente, otros muchos la conocen en nuestro sufrido continente, donde Bolívar y Martí están levantando voluntades para que en nuestra América se haga lo que fue truncado por lo holocaustos de Santa Marta y de Dos Ríos, pero que ha reiniciado su marcha, liderada  por otros dos gigantes de la historia americana –no por casualidad  de Cuba y Venezuela: los Comandantes Fidel Castro Ruz y Hugo Chávez Frías.

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