.Orlando Guevara Núñez
Los
ecos de los disparos rebeldes que el 27 de diciembre de 1958 sumaron a Palma Soriano
al territorio libre de Cuba, continúan fraguando historia. La Ciudad del
Cauto-como se le nombra también- después de 60 años, sigue irradiando heroísmo
y en su diario quehacer revive los
hechos gloriosos, escritos cuando en el amanecer del 23 de diciembre del último
año de la tiranía comenzó el asedio rebelde a la ciudad.
Un
disparo de bazuca contra la
Estación de Policía, fue la señal. Así se iniciaba un
prolongado y cruento combate que tras cinco días terminaría con la libertad
conquistada.
La
Operación Santiago
estaba en marcha. Guisa, Jiguaní, Baire, Contramaestre, El Cobre, San Luis, El
Cristo, La Maya,
Alto Songo y otros territorios habían sido liberados. El cerco rebelde se
cerraba sobre la ciudad de Santiago de Cuba. A lo largo de la Carretera Central
– entre Santiago de Cuba y Bayamo- sólo Palma Soriano y Maffo permanecían en
poder del ejército de la dictadura.
El
22 de diciembre de 1958, en El Tamarindo, lugar cercano a la ciudad palmera, se
había reunido el alto mando rebelde, con la presencia del Comandante en Jefe,
Fidel Castro; el jefe del Segundo Frente
Oriental Frank País, Comandante Raúl
Castro, y el también Comandante Juan Almeida Bosque, máximo jefe del Tercer Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy. En
esa histórica reunión fueron concretados los detalles para la toma de la ciudad
de Palma Soriano y el avance rebelde hasta la victoria total sobre las fuerzas
batistianas.
Al
otro día, la ciudad quedaba dentro de un cerco de fuego que aprisionaba al
central azucarero, al cuartel, a la
Jefatura de Policía y a los edificios que rodeaban el Parque
Central. Palma Soriano estaba convertida en un amplio campo de batalla. Los
rebeldes combatían desde los patios y portales. Dominaban las calles. Los
soldados y los asesinos a sueldo: esbirros, masferreristas y chivatos
(delatores) se escudaban en cualquier parte, acorralados, sin salvación
posible.
Bombardeos
y ametrallamiento de aviones trataban de intimidar a los rebeldes y atemorizar
a la población y colaboradores que se sumaban a la ofensiva guerrillera. En
medio de esa lucha sin tregua, una batería de morteros dispara sobre el cuartel
y silencia una ametralladora 50. El asedio y la audacia pudieron más que la
resistencia enemiga y sobrevino la rendición.
Cuando
todas las posiciones militares habían cedido y capitulado, un reducto
continuaba ofreciendo resistencia. Un oficial de la tiranía se había
posesionado, con los soldados a su mando, de un almacén convertido en refugio y
trinchera. Las fuerzas rebeldes convergen en este último objetivo, en pos del
golpe final.
Por
primera vez las tropas del Primer, Segundo
y Tercer Frentes, al mando de Fidel, Raúl y Almeida, combaten juntas,
bajo las órdenes del Comandante en Jefe. Los balcones, azoteas y tejados se
transforman en sitios de combate. La obstinada resistencia enemiga amaina. La
rendición incondicional detiene las acciones y Palma Soriano, tomada por
asalto, gana su libertad.
Los
más de 350 soldados y oficiales que habían dominado a la ciudad, se inclinaban
ante el empuje de las fuerzas insurrectas. Su derrota era total. Y el saldo no
podía ser peor para ellos. Aparte de los muertos, más de 250 prisioneros, mientras que la cifra
de armas ocupadas ascendía a 357. La tiranía contaba ahora con una fortaleza
menos. Desde entonces y para siempre, Palma Soriano nacía como baluarte de la
libertad.
Después
de la liberación de esta ciudad, entre Santiago de Cuba y Bayamo, quedaba sólo
Maffo en manos del ejército enemigo.
Los
días de la tiranía estaban ya contados. Desde la propia ciudad palmera, el
Comandante en Jefe Fidel Castro lanzó su histórica alocución al pueblo de Cuba,
ordenando el avance de las columnas rebeldes, no aceptar parlamento con el
enemigo a no ser para su rendición incondicional ante el Ejército Rebele y
llamando al pueblo a prepararse para la huelga general revolucionaria si fuese
necesario. Así respondía Fidel a la maniobra del golpe de estado en la capital
del país con el objetivo de frustrar el triunfo definitivo de la Revolución.
En
otra alocución, el máximo jefe rebelde proclamó que si a las 6.00 de la tarde
de ese día primero de enero las fuerzas batistianas acantonadas en el Cuartel
Moncada, de la ciudad de Santiago de Cuba, no se rendían, las tropas rebeldes
avanzarían sobre ellas y la tomarían en combate. Antes de la fecha fijada, se
produjo la rendición y en esa misma fecha, con la huída del tirano, quedó
sellado el triunfo de la
Revolución cubana.
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