Orlando Guevara Núñez
El propio Martí fue un
ejemplo convincente de esta prédica
suya. Trabajó sin reposo hasta el mismo día de su caída en combate contra el
ejército colonial español.
Este pensamiento fue escrito
en una carta a su madre, Leonor Pérez, fechada el 15 de mayo de 1894.
A continuación de las
palabras citadas, agrega: Preste cada hombre, sin que nadie lo regañe, el
servicio que lleve en sí. ¿Y de quién aprendí yo mi entereza y mi rebeldía, o
de quién pude heredarlas, sino de mi padre y de mi madre?
Es una misiva contentiva de
angustias y de reafirmación sobre su decisión de lucha por la patria. Llena de
altruismo.
“Mi porvenir es como la luz
del carbón blanco, que se quema él, para iluminar alrededor. Siento que jamás
acabarán mis luchas El hombre íntimo está muerto y fuera de toda resurrección,
que sería el hogar franco y para mí imposible, adonde está la única dicha
humana, o la raíz de todas las dichas”
“Pero el hombre vigilante y
compasivo- expresa- está aún vivo en mí,
como un esqueleto que se hubiese salido de su sepultura; y sé que no le esperan
más que combates y dolores en la contienda de los hombres, a que es preciso
entrar para consolarlos y mejorarlos”
Al despedirse, escribe
palabras sobre familiares y amigos. A la madre solo le dice: “A usted, madre
mía, ni una palabra. La quiero y la sufro mucho para eso. Toda la verdad y la
tristeza de su hijo”.
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