. Orlando Guevara Núñez
El objetivo de destruir la Revolución cubana, fallido
intento del imperio norteamericano durante más de cincuenta años, tiene ahora
la mentira – la ha tenido siempre- como centro de una campaña a la cual se
suman poderosos medios de prensa, el Parlamento Europeo y otros cómplices,
engañados algunos, por insanos intereses otros.
Los cubanos hemos sufrido, desde el mismo triunfo de la
Revolución, las agresiones más brutales por parte de los once gobiernos
norteamericanos que nos ha tocado enfrentar. Nos agredieron, incluso, antes del
triunfo del 1ro. de enero de 1959. ¿Cómo?
Suministrando armas y asesorando a la tiranía batistiana. Y realizando
maniobras que hoy se conocen para evitar que el Ejército Rebelde llegara al
poder. Sus propios documentos así lo confirman. El propio presidente Eisenhower
se pronunció por “inducir a Batista para que deje el poder a su sucesor”. Otro
propósito fue un golpe de estado. En el
Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos, el director de la CIA fue
categórico: “Debemos evitar la victoria de Castro”. Era diciembre de 1958. Pero
los intentos injerencistas fallaron.
Comenzó entonces el incesante acoso contra el pueblo cubano.
Digo pueblo con toda la intención. Ellos acuñaron la frase “la dictadura de los
Castro”, pretendiendo ignorar que los Castro
y el pueblo son una misma cosa. Nuestros méritos los hemos ganado, con Fidel y Raúl al frente. Y junto a
ellos los seguimos engrandeciendo y defendiendo.
El primer acto hostil después del triunfo revolucionario,
fue recibir en los Estados Unidos, como héroes, a los centenares de asesinos,
torturadores y ladrones que allí encontraron seguro abrigo e impunidad. Ninguno
pagó sus crímenes. Y allí, de inmediato, fueron esos despreciables monstruos
las piezas clave en los grupos terroristas organizados, financiados y dirigidos
por la CIA y el propio gobierno estadounidense contra Cuba.
Las arcas del Estado quedaron vacías. Los 434 millones de
dólares robados, fueron depositados en bancos de Estados Unidos. Y ninguna
reclamación prosperó. Fue un golpe que ellos pensaron no resistiría la
Revolución y que reforzaron con la negación de créditos al país. Pero los
cubanos resistimos.
En esa época, Cuba estaba, económicamente, bajo las botas de
los Estados Unidos. Hacia ese país iba el 60 por ciento de las exportaciones y
venía alrededor del 80 por ciento de las
importaciones. Y esa realidad fue tomada como arma que creyeron mortal para la
Revolución.
La guerra económica ha sido la más brutal que haya padecido
pueblo alguno. Redujeron primero y eliminaron después la cuota azucarera, renglón
principal de las exportaciones cubanas. Eliminaron totalmente la venta de
petróleo, y cuando Cuba lo obtuvo en otros mercados, las refinerías se negaron
a procesarlo.
Cerraron totalmente la venta de equipos, piezas de repuesto
y materias primas en momentos en que la tecnología industrial y el transporte
eran, en lo fundamental, de procedencia norteamericana.
El bloqueo, declarado oficialmente el 3 de febrero de 1962,
pero aplicado desde mucho antes, es el más feroz, más largo y más criminal que
haya sufrido un pueblo, como sanción por defender su derecho a la libertad y a
la soberanía. Ellos le llaman embargo, como si Cuba les debiera algo que se ha
negado a pagar. El nombre verdadero es bloqueo, equivalente a guerra económica
total, extendida incluso al plano internacional.
Estados Unidos, a finales de enero de 1962, con la OEA como
bochornoso instrumento, propició la expulsión de Cuba de ese organismo, por
considerar a nuestro país incompatible con el sistema por ellos sostenido. Con
la excepción de pocos países primero y sólo México después, Cuba quedó aislada por
los gobiernos, pero nunca por los pueblos de nuestro continente, que vieron en
ella la esperanza del mundo mejor que ya han emprendido unos y siguen soñando
otros.
Documentos hoy desclasificados por Estados Unidos, fijan el
6 de abril de 1960, como fecha en que el Departamento de Estado de ese país,
refiriéndose a Cuba, aseveró en un
informe que “El único medio previsible para enajenar el apoyo interno es a
través del desencanto y el desaliento basados en la insatisfacción y las
dificultades económicas”. Se abogó por la utilización “prontamente de cualquier
medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba (…) disminuir los
salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el
derrocamiento del gobierno”.
Las medidas económicas fueron acompañadas por los sabotajes
y agresiones. Entre 1959 y 1965, fueron organizadas a todo lo largo del país
299 bandas contrarrevolucionarias con 3 995 mercenarios reclutados, entrenados,
armados, financiados y dirigidos por la CIA y el gobierno de los Estados
Unidos, las que fueron eliminadas, al costo de 549 cubanos muertos y centenares
de heridos.
El 17 de abril de 1961, una invasión mercenaria, autorizada
por el presidente norteamericano Kennedy, desembarcó en Cuba, con el fin de
crear una cabeza de playa, proclamar un gobierno provisional y, con la
intervención yanqui, derrocar el poder revolucionario. En menos de 72 horas
Cuba derrotó a los mercenarios, pero pagó esa victoria con 176 muertos y más de
300 heridos.
Sólo entre diciembre de 1961 y enero de 1963, como
consecuencia del llamado Proyecto Cuba, aprobado por el gobierno de los Estados
Unidos el 30 de noviembre del primer año mencionado, nuestro país sufrió 5 780
acciones terroristas, entre éstas 716 sabotajes de envergadura en instalaciones
industriales.
Incendio de cañaverales, bombardeo a centrales azucareros,
ametrallamiento a industrias importantes, asesinato de obreros y población
civil, se sucedían a diario.
En octubre de 1962, durante la llamada Crisis de Octubre, el
gobierno de los Estados Unidos decretó un bloqueo naval a Cuba. Se objetaba el
derecho de nuestro país a defendernos contra sus agresiones, con la instalación
de cohetes procedentes de la Unión Soviética. Estuvimos al borde de un
holocausto nuclear, pero Cuba no se doblegó.
En esta larga y tenebrosa historia de agresiones, 3 478
cubanos han perdido la vida y 2099 sufrieron lesiones que los marcaron como
incapacitados.
La CIA ha utilizado en varias ocasiones la guerra
bacteriológica contra Cuba, causando muertes de seres humanos, de animales y daños
irreparables a plantaciones que constituyen renglones básicos para la
alimentación y la exportación cubanas. Sólo el dengue hemorrágico, en 1981,
causó a Cuba 158 muertes, entre éstas las de 101 niños. Súmese la introducción
de plagas como la roya de la caña de azúcar, el moho azul del tabaco, el
insecto Trip Palmi contra cultivos agrícolas, la conjuntivitis hemorrágica y la
fiebre porcina. Estas agresiones han quedado totalmente impunes, apañadas por
la mentira y el apañamiento de las principales autoridades norteamericanas.
Leyes cavernarias y criminales como las de Ajuste Cubano,
Torriceli, Helms-Burton y otras, han permitido que cada gobierno norteamericano
asuma las medidas anteriores y recrudezca el bloqueo contra Cuba.
Cuba ha resistido todos esos y otros muchos embates. Pero no
se ha rendido. Y es eso lo que no pueden perdonarle sus enemigos.
Hoy, a más de seis décadas del triunfo, Cuba cuenta con una
población que, en su 75 por ciento, no había nacido cuando comenzaron las
agresiones norteamericanas y el bloqueo. Esas generaciones no saben lo que es
vivir en un país sin bloqueo.
No negamos que el socialismo no ha podido darle al pueblo
los beneficios necesarios y esperados. O en otras palabras, el pueblo no ha
podido lograr para sí mismo todo lo necesario y esperado. Pero no ha sido, como
pregonan sus enemigos, por deficiencias del sistema. El nuestro ha sido un
socialismo bloqueado, agredido sin tregua ni escrúpulos por la potencia más
criminal y agresiva que conoce la historia de la humanidad.
Pero a ningún cubano le falta atención de salud, educación,
protección social ni oportunidad de trabajo digno. Los males que hoy aquejan
incluso a los países más desarrollados, no causan en Cuba los estragos que hoy
reportan hasta las naciones ricas. En nuestro sistema social, el socialismo, el
ser humano sigue siendo lo principal y cuenta con otra riqueza no muy común en
la mayoría de los países: su libertad, su independencia, su dignidad. Contra
esa riqueza se han estrellado las agresiones, las amenazas y las campañas
difamatorias de sus enemigos.
Cuba no tiene nada que temer cuando de derechos humanos y democracia se habla. Lo ha demostrado
internamente y en muchas partes del mundo. Y estas razones que exponemos, no
constituyen una autodefensa ante las actuales patrañas del gobierno de los
Estados Unidos y sus cómplices. Constituyen una acusación a los verdaderos
violadores de esos derechos.
Nuestra verdad no podrá ser eternamente bloqueada.
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