miércoles, 12 de junio de 2013

Hacia el aniversario 60 del Moncada (6)


  ¡Cadáveres amados los que un día…!

. Orlando Guevara Núñez

Por las madrugadas eran sacados del campamento grupos de hombres y trasladados en automóviles a Siboney, La Maya, Songo y otros lugares, donde se les bajaba atados y amordazados, ya deformados por las torturas, para matarlos en parajes solitarios (…) Algún día serán desenterrados y llevados en hombros del pueblo hasta el monumento que, junto a la tumba de Martí, la Patria libre habrá de levantarles a los mártires del Centenario.

Fidel Castro Ruz,
La historia me absolverá

De los 61 combatientes revolucionarios  de los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, que perdieron la vida durante los hechos del 26 de julio de 1953, sólo seis cayeron en combate. Los 55 restantes fueron brutalmente asesinados después de haber sido hechos prisioneros.
Los seis caídos combatiendo-todos en el Moncada-  fueron Flores Betancourt Rodríguez, Gildo Fleitas López, Renato Guitart Rosell, José de Jesús Madera Fernández, Pedro Marrero Aispurúa y Carmelo Noa Gil. De los 25 asaltantes de Carlos Manuel de Céspedes, diez fueron hechos prisioneros y masacrados; de los 21 que combatieron desde el Hospital Civil, comandados por Abel Santamaría Cuadrado-Segundo Jefe de la acción- solo uno sobrevivió, al no ser apresado. También escaparon de la muerte las heroínas Haydée Santamaría Cuadrado y Melba Hernández Rodríguez del Rey.
Ese fue el precio en vidas de aquella heroica gesta. Pero Santiago de Cuba no fue indiferente ante los hermanos caídos, como tampoco ante sus asesinos. Y desde el mismo enterramiento hay una historia altruista y conmovedora para rescatar del anonimato y el olvido los restos venerados.
Melba Hernández, heroína del Moncada,  así lo recuerda: “En este caso tengo que referirme a una gloriosa santiaguera, a la compañera Gloria Cuadras- y al esposo de ella-, quienes desde el primer instante en que empezaron a trasladar los cuerpos de nuestros compañeros muertos para el cementerio Santa Ifigenia, se ligaron a nosotros. Ellos cuidaron de nuestros gloriosos cadáveres hasta dejarlos depositados allí y siempre nos mandaron mensajes de que estaban bien cuidados y de que se les ponían flores”.
                                         Recuerdos de una protagonista
Gloria Cuadras de la Cruz, quien llegó a ser después responsable de Propaganda del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, es ya fallecida. Pero hoy, a 46 años de aquellos hechos, converso con Amaro Iglesias, esposo de Gloria, el combatiente clandestino evocado por Melba.
“Lo primero fue saber dónde iban a enterrarlos. Los depositaron en cajas de madera rústica, sin forrar, y los montaron sobre una rastra, custodiados por soldados que apuntaban con sus armas para distintas partes. Me situé en Martí y Carretera Central y manejando un carro de mi trabajo me coloqué detrás de la rastra, como si fuera una casualidad del tránsito, siguiéndola hasta el cementerio”.
Amaro registra en sus recuerdos. “Bajaron todos los féretros- afirma- en el lugar donde se hacían las autopsias y allí los dejaron para sepultarlos al otro día, a las diez de la mañana. Por una coincidencia, a esa misma hora, sería enterrado el suegro del dueño de mi trabajo. Le pedí al jefe manejarle su auto hasta el cementerio, le expliqué lo que haría y estuvo de acuerdo.
Cuando llegué estaban haciendo las autopsias, en el suelo. Decían que el lugar del entierro no estaba decidido. No querían que la gente lo supiera, pero Gloria hizo contacto con un sepulturero de apellido Casternau, quien cooperó mucho y sostenía encuentros con ella en la casa ubicada en San Pedro Nro. 21, donde vivíamos. Otro trabajador del cementerio – se refiere a Reinaldo Duany Serrano- participó en todo ese proceso”.
                                             La sepultura de los héroes
En un costado del cementerio Santa Ifigenia- un patio común- fueron cavadas varias fosas, sepultando en ellas a los revolucionarios, en pequeños grupos, pero en ataúdes individuales.
En esos lugares-explica Amaro- fueron identificados con cruces y se les ponían flores, para mantener vivo su recuerdo. Un testimonio de Gloria Cuadras recuerda que en más de una ocasión el ejército de Batista destruyó el lugar, pero fue reconstruido y se pusieron de nuevo las flores.
                                             En nombre de las madres
Conducida ante los esbirros  Chaviano y Lavastida, en el Cuartel Moncada, Gloria fue interrogada sobre por qué realizaba la tarea de custodiar los cadáveres de los asaltantes. “Como mujer y madre, en nombre de las madres que perdieron a sus hijos”, contestó la valiente santiaguera.
Por su testimonio se conoce también que en una ocasión, durante un ciclón, se temió que el agua arrastrara las tumbas y allí, arreglando aquello junto a ella y amaro, estuvo el héroe de la lucha clandestina, Frank País García. Los tres allí, callados, bajo el fango y el agua, junto a los mártires del Moncada. Sobre ese episodio recuerda Amaro que cerca estuvo una familia de Placetas, visitando la tumba de un pariente y Frank llegó hasta ellos y les entregó un documento revolucionario para que supieran cómo se luchaba contra la tiranía.

                                   Un lugar más seguro
El 3 de diciembre de 1953, René Guitart, padre de Renato, adquiere en propiedad un terreno e inicia la construcción de la bóveda 96, ubicada en patio X, hilera 4, fosa 19, del propio Santa Ifigenia, cuyo pretexto era el traslado hasta allí de los restos del hijo, pero el objetivo fue reunir en ella, para preservarlos mejor, los de todos los moncadistas.
Así, en horas nocturnas, en plena clandestinidad, con la participación de la familia Guitart y la decidida actuación de los sepultureros, todos los restos fueron puestos a salvo.
                                    En eterna compañía de Martí
En 1962 la Revolución triunfante erigió el Monumento a los Mártires del 26 de Julio, aquí, junto a la tumba del Apóstol, como lo había prometido Fidel. En este sagrado lugar reposan los restos de 39 combatientes del Generación del Centenario. Entre ellos, 37 caídos en la lucha y dos fallecidos después del triunfo de la Revolución: Haydée Santamaría Cuadrado y Léster Rodríguez.
Otros restos de combatientes moncadistas fueron trasladados a su natal Artemisa o yacen en lugares donde la Patria libre, más que recordarlos por su muerte, los honra por la vida que ofrendaron para abrir nuestro camino definitivo hacia la libertad.
Si algún visitante llega un día hasta el Monumento a los Mártires del 26 de Julio, en Santiago de Cuba, podrá observar que éste representa un símbolo de unidad  y continuidad. Aquí reposan los restos de Eduardo Hernández Rossau y Rubén Cordero Sánchez, dos inocentes víctimas civiles asesinadas por la jauría batistiana durante los hechos del Moncada. Y aquí están sembrados también Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada, junto a decenas de combatientes del Ejército Rebelde y de la lucha clandestina, que hicieron posible la victoria revolucionaria del Primero de Enero de 1959.


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