miércoles, 16 de octubre de 2024

 

Y la historia absolvió a Fidel

 

.Orlando Guevara Núñez

 

El 16 de octubre de 1953- han transcurrido 71 años- tuvo lugar, en Santiago de Cuba, el juicio al máximo jefe de las acciones del 26 de Julio en esta ciudad y en Bayamo. Ese día Fidel fue condenado a 15 años de privación de libertad.

Fue la ocasión en que el joven revolucionario, luego de realizar las más contundentes denuncias a los crímenes de la tiranía, expuso las razones de la acción heroica y las proyecciones revolucionarias convertidas luego en programa de lucha del pueblo hasta alcanzar la victoria y edificar después la obra redentora de la Revolución.

Las palabras de Fidel estremecieron los cimientos de la pequeña sala de enfermeras del hospital civil, donde fue llevado el juicio para tratar de ocultar sus razones.

Así  habló en la parte final de su alegato:

¨Termino mi defensa, pero no lo haré como hacen siempre todos los letrados, pidiendo la libertad del defendido; no puedo pedirla cuando mis compañeros están sufriendo ya en Isla de Pinos ignominiosa prisión. Enviadme junto a ellos a compartir su suerte, es inconcebible que los hombres honrados estén muertos o presos en una república donde está de presidente un criminal y un ladrón¨.

“ En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, La historia me absolverá”.

Y la historia lo absolvió y lo elevó al sitial más alto de la Patria.

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lunes, 14 de octubre de 2024

 

Hacia el aniversario 130 del holocausto de Dos Ríos José Martí contra la anexión de Cuba al imperio yanqui ( 4 )



. Orlando Guevara Núñez

 

 

En esta nueva carta a su amigo Gonzalo de Quesada,  firmada el 14 de diciembre de 1889, vuelve José Martí sobre el tema de la Conferencia Internacional Americana. Se refiere  a los resultados para algunos de los países latinoamericanos. Y emite criterios.

Y reafirma su alerta sobre las aspiraciones anexionistas de Estados contra Cuba.

“Sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla, a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella, y con el crédito de mediador y de garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres. Ni maldad más fría”.

Y continúa esa reflexión: ¿Morir para dar pie en qué levantarse a estas gentes que nos empujan a la muerte por su beneficio? Valen más nuestras v idas, y es necesario que la Isla sepa a tiempo esto. ¡Y hay cubanos, cubanos, que sirven, con alardes disimulados de patriotismo, estos intereses!”.

Expresa  que vigilar es lo que nos toca, e ir averiguando quien está dispuesto a tener piedad de nosotros. Se está refiriendo, en este caso, a los pueblos de nuestra América, liberados ya del colonialismo español, pero bajo la mira de los Estados  Unidos.

Consciente de los peligros, advierte a Gonzalo sobre la necesidad de actuar de forma inteligente. Así, en otra misiva, en abril de 1890, le expresa: “Es la hora de empezar a obrar, y en Washington, sin que se sienta, ni se vea, ni se ponga en riesgo el trabajo por el anuncio incauto o el entusiasmo indiscreto, está ahora el campo de batalla”.

La historia corroboró los peligros alertados por el Héroe Nacional cubano.

 

 

viernes, 11 de octubre de 2024

 Hacia el aniversario 130 del holocausto de Dos Ríos José Martí contra la anexión de Cuba al imperio yanqui ( 3 )
. Orlando Guevara Núñez


 “Hay marea alta en todas estas cosas de anexión”, escribe José Martí a su amigo Gonzalo de Quesada, el 29 de octubre de 1889. Se estaba refiriendo a la Conferencia Internacional Americana, que se había iniciado en Washington, el día 2 de ese propio mes.
Está alertando a su amigo, quien formaría parte de la Delegación de Argentina a ese evento, sobre las posibles intenciones de que se acercaran a él personas insanas “que llevan el veneno donde no se les ve” y  “lo han de querer usar, descaradamente unos, y otros sin que usted lo sienta”. Está visiblemente preocupado por las consecuencias de esa conferencia para Cuba y para América.
Con toda claridad le  aconseja: “No hay encaje más fino que el que labran los hombres decididos a intrigar, o necesitados de servir. Es necesario ser hábil y honrado, contra los que son hábiles, y no honrados”.  Denuncia como incierta una versión sobre la autoría suya de una correspondencia al Secretario de Estado de los Estados Unidos, aparentando negociación en lo relacionado con la anexión de Cuba a ese país.
Expresa su criterio de que del citado evento “nada práctico puede salir, a no ser lo que convenga a los intereses norteamericanos, que no son, por contado, los nuestros”.  “Creo, es redondo, peligroso para nuestra América o por lo menos inútil, el Congreso Internacional.  Opina que para Cuba lo positivo que puede tener es que los pueblos de América puedan compeler a los Estados Unidos reconozcan el derecho de la Isla a ser independiente.
Deja claro que para Cuba lo único válido es la garantía de su verdadera independencia. Y apunta un peligro vigente: “Para que la Isla sea norteamericana no necesitamos hacer ningún esfuerzo, porque si no aprovechamos el poco tiempo que nos queda para impedir que lo sea, por su propia descomposición vendrá a serlo. Eso espera este país, y a eso debemos oponernos nosotros”.
Reafirma su criterio de que si Estados Unidos paga indemnización a España, eso favorecería sus propósitos de poseer a la Isla. Y plantea las siguientes interrogantes: “Y una vez en Cuba los Estados Unidos, ¿quién los saca de ella?  Ni ¿por qué ha de quedar Cuba en América, como según este precedente quedaría, a nuestra manera, no del pueblo que es, propio  y capaz, sino como una nacionalidad artificial, creada por razones estratégicas?  Base más segura quiero para mi pueblo”.
Opina que el sacrificio oportuno es preferible a la aniquilación definitiva. Y  agrega que es posible la paz de Cuba independiente con los Estados Unidos, sin la pérdida o transformación de nuestra nacionalidad.
Hay otra carta de Martí a Gonzalo de Quesada sobre el mismo tema del  pretendido anexionismo de Cuba a los Estados Unidos. Pero será tratada en el espacio siguiente.


jueves, 10 de octubre de 2024

 

10 de octubre de 1868, cuando los cubanos iniciamos el largo camino hacia la independencia

 

.Orlando Guevara Núñez

 

Aquel amanecer del 10 de octubre de 1868, marcó el inicio de la gran epopeya cubana por su libertad e independencia. Fue el día en que Carlos Manuel de Céspedes, no solo liberó a sus esclavos, sino que los llamó a sumarse a la lucha para romper el yugo colonial español en Cuba.

 

Así calificaría nuestro Héroe Nacional, José Martí, en 1887, los sucesos de aquella aurora gloriosa:

 

”Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de la Demajagua, cuando los ricos, desembarazándose de su fortuna salieron a pelear, sin odio a nadie, por el decoro, que vale más que ella: cuando los dueños de hombres, al ir naciendo el día, dijeron a sus esclavos : ¨ ¡Ya sois libres!¨ ¿No sentís, como yo estoy sintiendo, el frío de aquella sublime madrugada?... ¡Para ellos, para ellos todos esos vítores que os arranca este recuerdo glorioso! ¡Gracias en nombre de ellos, cubanas que no os avergonzáis de ser fieles a los que murieron por vosotras: gracias en nombre de ellos, cubanos que no os cansais de ser honrados!...

 

Las aspiraciones cubanas, desde esos primeros momentos, chocaron no solo contra el poderío español en esta isla antillana. Carlos Manuel de Céspedes, el máximo jefe de la revolución iniciada, llegó a vislumbrar que apoderarse de Cuba era el secreto de la política estadounidense.

 

En carta al político norteamericano Sumner, fijaría Céspedes su criterio sobre este tema:

 

“La nación americana que ha simpatizado con todos los que han luchado por la libertad y que hasta auxilió a algunos noblemente, no puede menos que simpatizar con Cuba, como han venido a demostrar las entusiastas y numerosas manifestaciones de los diversos órganos de opinión pública. A la imparcial historia corresponderá juzgar si el gobierno de esa República ha estado a la altura de su pueblo y de la misión que representa en América, no ya permaneciendo simple espectador indiferente de las barbaries y crueldades ejecutados a su propia vista por una potencia europea monárquica contra su colonia, que en uso de su derecho, rechaza la dominación de aquella para entrar en la vida independiente, (siguiendo el ejemplo de EUA) sino prestando apoyo indirecto material y moral al opresor contra el oprimido, al fuerte contra el débil, a la monarquía contra la República, a la Metrópoli europea contra la colonia americana, al esclavista recalcitrante contra el libertador de cientos de miles de esclavos”.

Supo el rebelde cubano, sin embargo, definir entre gobierno y pueblo de los Estados Unidos: “Mas no por eso ha menguado la consideración del pueblo de Cuba hacia el de los Estados Unidos, ambos son hermanos y permanecen unidos en espíritu a pesar de la conducta de la administración de este último, que no me corresponde calificar”.

 

Y Céspedes, reconocido como El Padre de la Patria cubana, sentenciaría para la historia su fe en la independencia: “No obstante todo, llegue o no llegue ese día, la Revolución Cubana vigorosa es ya inmortal; la República vencerá a la monarquía, el pueblo de Cuba, lleno de fe en sus destinos de libertad, y animado de inquebrantable perseverancia en el sendero del heroísmo y de los sacrificios, se hará digno de figurar, dueño de su suerte, entre los pueblos libres de América”

“Nuestro lema es y será siempre: Independencia o Muerte. Cuba no solo tiene que ser libre, sino que no puede ya volver a ser esclava”.

Las raíces del 10 de octubre de 1868 son ahora más profundas. Aquel día, Carlos Manuel de Céspedes, al frente de un grupo de patriotas, se alzó en armas para iniciar la lucha por la independencia que debió esperar el primero de enero de 1959, casi un siglo, para convertirse en realidad en la nación cubana.

 La gesta de aquel día, luego de una década, no concluyó con el triunfo. No fueron las armas españolas las causantes del fracaso, sino las divisiones internas entre los patriotas, su falta de unidad. El 15 de febrero de 1878 se produjo el vergonzoso Pacto del Zanjón, que rendía ante España los afanes independentistas de varios jefes militares cubanos.

Pero el 15 de marzo de ese mismo año, Antonio Maceo, con su viril Protesta de Baraguá, dejaba sentado para los cubanos y para el poder colonial, que había patriotas inconformes, que no aceptaban la claudicación, ni la paz sin la independencia por la cual habían luchado diez largos años.

Sin embargo, las fuerzas revolucionarias se habían debilitado, y fue necesario hacer una pausa –llamada por José Martí la tregua fecunda- para reorganizar la lucha.

El 24 de febrero de 1895, bajo la dirección del propio José Martí, se reinició la revolución gestada en La Demajagua por Carlos Manuel de Céspedes. Esa guerra socavó el poder militar, político y económico español en Cuba y demostró la fuerza de la unidad que había superado los escollos de la primera Guerra de Independencia.

España, ya vencida, era incapaz de mantener a Cuba como colonia. Y fue entonces cuando, en 1898, se produjo la intervención norteamericana en este país, frustrando la independencia y la libertad peleadas durante 30 años por los cubanos.

Como fruto de esa intervención, calificada por Vladimir Ilich Lenin como la primera guerra imperialista registrada en la historia de la humanidad, Cuba dejó de ser colonia de España, pero pasó a neocolonia de los Estados Unidos. El país quedaba atado a los designios del naciente imperialismo.

Así, el 20 de mayo de 1902 fue proclamada una independencia irreal, pues, para dar fin a la intervención militar, los cubanos tuvieron que aceptar la Enmienda Platt que, entre otras imposiciones, incluía el derecho de los Estados Unidos a intervenir en Cuba cuando lo estimara pertinente, a la vez que le atribuía a ese país la facultad de establecer bases navales – así surgió la de Guantánamo, todavía ocupada ilegalmente- y otros privilegios que convertían en formal la independencia proclamada.

Estados Unidos, de esa forma, usurpó el poder a los cubanos, al tiempo que proclamó ante el mundo la mentira de que había luchado por su libertad.

Vino entonces un largo período republicano, con gobiernos de turno, hechos a imagen y semejanza de la nueva potencia. Pero los cubanos no dejaron nunca de luchar. Cada generación hizo su aporte a la conciencia libertaria y no dejó de enriquecerse el pensamiento revolucionario.

Hombres de la talla de Julio Antonio Mella, Carlos Baliño, Rubén Martínez Villena, Antonio Guiteras Holmes y otros muchos, nutrieron la historia de combate y dieron continuidad a las ideas de Carlos Manuel de Céspedes y José Martí, ambos caídos en los campos insurrectos, a la vez que avivaron la intransigencia de Antonio Maceo y su legado de no claudicar nunca ante el enemigo.

El 26 de julio de 1953, un grupo de jóvenes combatientes revolucionarios, encabezados por Fidel Castro, atacaron el Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, y el Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo. Se iniciaba, con esa gesta, la última etapa de lucha del pueblo cubano por su libertad e independencia. Puede decirse que se retomaban y continuaban los alzamientos de 1868 y 1895.

La nueva acción revolucionaria tuvo la virtud de destacar a Fidel Castro como jefe indiscutible de la Revolución, establecer la lucha armada como método para derrocar a la tiranía, trazó un programa de lucha contra la tiranía y de reivindicaciones, luego del triunfo, para enfrentar los males del país, al tiempo que sumaba al pueblo a la conquista de ese objetivo. La acción del Moncada fue un fracaso militar, pero constituyó una victoria política de marcada trascendencia para la lucha futura.
Luego del Moncada, vinieron para los revolucionarios la prisión, la persecución, los asesinatos, la cárcel y el exilio. Otra tregua fecunda, como la señalada por José Martí.

El 2 de diciembre de 1956, Fidel Castro, con otros 81 expedicionarios, llegó a las costas orientales cubanas para reiniciar la lucha armada. Estableció su base de operaciones en la Sierra Maestra, desarrolló la lucha de guerrillas, forjó un combativo Ejército Rebelde, extendió la lucha a los llanos y ciudades, y el primero de enero de 1959 derrotó a la tiranía batistiana. La Revolución iniciada el 10 de octubre de 1868, había, por fin, triunfado después de casi un siglo de luchas y de sacrificios inmensos.

Por eso, este 10 de octubre, para los cubanos, no es sólo recuento sobre un hecho histórico, sino, sobre todo, compromiso de continuidad de una obra forjada por muchas generaciones, desde la oprobiosa etapa colonial hasta el socialismo victorioso de hoy.

Esa historia de lucha, esas tradiciones combativas, explican la posición inclaudicable de los cubanos cuando de su libertad e independencia se trata. De Céspedes, el Padre de la Patria, aprendimos que el enemigo solo puede parecernos grande si nos acostumbramos a contemplarlo de rodillas; de José Martí, tenemos el legado de que los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre; Antonio Maceo nos enseñó que mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos, y nos inculcó la idea de no establecer nunca pactos indignos con el enemigo. Fidel nos ha enseñado el principio de que primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie.

Así, el 10 de octubre de 1868 y este de hoy   están resumidos en los gritos de ¡Libertad o Muerte! e ¡Independencia o Muerte! de nuestras gestas libertarias pasadas y en el ¡Patria o Muerte! y ¡Socialismo o Muerte! del presente. Porque en Cuba, al decir de Fidel, solo ha habido una Revolución: la iniciada el 10 de octubre de 1868 por Carlos Manuel de Céspedes, y que nuestro pueblo lleva hoy adelante victoriosamente.