jueves, 5 de mayo de 2016

Un pasado que en Cuba no será jamás presente: Morejón




.Orlando Guevara Núñez                                        
 Los años transcurridos no han disuelto en el olvido la imagen desgarradora de Morejón. Porque aquel hombre pequeño, de endeble figura, de andar pausado y muy poco hablar, era para los muchachos del barrio algo así como un personaje misterioso, digno de lástima. Y no era por la forma en que él actuaba, sino por lo que sobre su enfermedad nos decían las personas mayores.
 Si estábamos en un lugar y llegaba Morejón, debíamos  irnos. Teníamos prohibido hablar con él, darle la mano o estar cerca de donde su tos lo acosara. Y nadie hablaba claro sobre su enfermedad. Sólo a  alguien, casi a escondidas, le escuchamos decir que estaba tísico y que eso era contagioso, que “se pegaba”.
Por eso todo el mundo rehuía la presencia del enfermo. Y aquel hombre pobre, gravemente quebrantada su salud, tenía entonces que soportar, además del dolor de la enfermedad, el de saberse esquivado, temido y dramáticamente abandonado.
No era asistido por ningún médico. Y las veces que buscó esa ayuda, las recetas de nada sirvieron y quedaron impotentes en sus bolsillos, donde el dinero no llegó nunca para comprar las medicinas.  Morejón no podía trabajar, ni contaba con otros recursos para su subsistencia. Y duró un poco más porque los vecinos y familiares lo ayudaban en algo, aunque votaran las vasijas en las cuáles él tomaba o comía, después que el hombre se iba…
Hasta el día en que la enfermedad lo venció. Cuando murió, ya no parecía un ser humano. Un carpintero del barrio hizo una caja tan estrecha como el cuerpo del fallecido y la forró  con una tela negra. Otra vecina donó una sábana blanca para cubrir el ataúd por dentro. Con eso se ahorraban los catorce  pesos que para entonces costaban los sarcófagos. De los muertos pobres, aclaramos, y que en este caso no había quien pudiera pagarlos. Y así fue enterrado.
Muchos años después de aquel episodio, supimos sin rodeos el nombre de la enfermedad de Morejón: tuberculosis. Y supimos también que murió por falta de  recursos para pagar el precio de su vida. Ahora, cuando recuerdo el rostro de aquel hombre humilde, pienso que la mayor desgracia de Morejón no fue, precisamente, su enfermedad, sino el haber sido pobre y enfermarse en su propia tierra antes de 1959.
   La muerte y la miseria volaban siempre como buitres hambrientos sobre los hogares de los desposeídos y se asentaban en ellos con crueldad y ensañamiento. La peor enfermedad era la pobreza.



miércoles, 4 de mayo de 2016

Un pasado que en Cuba no será jamás presente: Roberto



.Orlando Guevara Núñez
A veces, cuando a mi mente acuden, como imágenes cinematográficas, los días felices, trágicos o simplemente rutinarios de la niñez, la figura de Roberto ocupa siempre un lugar, formando parte de los recuerdos dolorosos.
 Roberto tenía unos 20 años de edad y estaba entre los mayores de los nueve hermanos. Era largo y flaco. Enfermo siempre, aunque muchos decían que sólo padecía de anemia. Daba la impresión, por su semblante triste, de que él estaba resignado a morir, o por lo menos acostumbrado a la idea de que sus males no tenían cura. Hasta en la forma de sonreír lo demostraba.
 Médicos públicos no existían en la zona, ni en el poblado cercano. Los particulares cobraban por la consulta lo que los padres del muchacho no podían pagar. Y nada se hacía, de todas formas, si se lograba que el médico lo viera, porque las recetas corrían después, invariablemente, el riesgo y la mala suerte de quedarse estrujadas en los bolsillos o entre las manos, sin llegar a convertirse en medicinas.
 No faltaban quienes aseguraban que “eso era un daño, un castigo”,         que a Roberto “le habían echado un mal”. Tampoco quienes creyeran en esa posibilidad, aunque al mismo tiempo se preguntaran si era justo que un muchacho tan noble sufriera ese cruel destino.
 Pero si Roberto parecía estar resignado a morirse, sus familiares no. Fue por eso que la imagen del enfermo, sentado sobre un taburete, con su ya esquelética figura, apareció un día en la sección ¡Arriba, corazones!, de la revista Bohemia. Pero la caridad pública sólo consiguió la recaudación de unos míseros centavos que para nada sirvieron. Quienes podían, no se conmovían ni daban; quienes no podían, tal vez se conmovieran, pero nada estaba a su alcance hacer.
Tampoco pudo contarse con un “anticipo” del latifundista para quien trabajaba el padre de Roberto. Creo que fue entonces cuando la familia llegó a la conclusión de que la muerte rondaba el empobrecido bohío.
Y esa fue la impresión que saqué del lamento escuchado, en forma de décima campesina, de labios del padre abatido, mientras las cuerdas de su guitarra sonaban muy bajito, como para que nadie tuviera que compartir el dolor de tan lacerante verdad. No supe nunca de cual poeta tomó prestado el patético argumento.
                       El pobre nunca pasea /no come ni duerme bien /  porque
                       tiene más de cien / penas  que nublan su idea.
                       Hay veces que se desea /  la muerte por no sufrir;
                      ¿De qué le  vale vivir / cuando es pobre y nada tiene?
                        ¡Nace al mundo y sólo viene / para tener que morir!
  Nunca llegó a conocerse el nombre de la enfermedad que le arrebató la vida a Roberto. El secreto se marchó con él hasta su tumba. Y en la mente de los familiares quedó hondamente grabado el símbolo de la impotencia.
   Hoy en Cuba nadie viene al mundo sólo “para tener que morir”. Ni nadie depende de la caridad pública o de la mezquindad de un terrateniente para recibir asistencia médica. Porque ahora tenemos socialismo en lugar de capitalismo. Afortunadamente, el recuerdo de Roberto, su agonía y su muerte, forman parte también de un pasado sin posible regreso a los campos cubanos.

martes, 3 de mayo de 2016

Un pasado que en Cuba no será jamás presente: Paíto



 .Orlando Guevara Núñez                                                   
Hoy Paíto es un hombre hecho y derecho. Pero por poco no llega a serlo. La distrofia estuvo a punto de terminar con su existencia. En realidad, más que un niño, parecía un cadáver, una cosa que se movía y lloraba. Y eran muy pocos los que confiaban en que la famélica  criatura se salvara.
Recuerdo que para esa fecha el único radio -de batería, al no existir corriente eléctrica en el barrio- radicaba en mi casa. Los otros llegaron después. Era un RCA Víctor, alimentado por una pilas grandes -marca Eveready-, a través del cual casi todo el barrio escuchaba la pelota, las novelas y aventuras, noticias, música mexicana y un espacio muy popular, tan popular como engañoso: Clavelito.
Este hombre era acogido por muchos como un Dios. Y la gente le pedía consejos que él ofrecía a través de ese espacio, si mal no recuerdo, en forma cantada. Su poder radicaba, según se decía, en su fuerza de pensamiento. Algo más o menos sugería el tema musical del programa: Pon tu pensamiento en mi / verás que en ese momento/ mi fuerza de pensamiento/ ejerce el bien sobre ti.
 Y con cada programa crecía la popularidad de Clavelito. Llegó a ser tan grande la forma en que la gente concentraba su pensamiento en este personaje, que muchos aseguraban verlo en un vaso de agua, en la puerta de un armario, en un espejo y hasta en el aire.
 ¿Que por qué relaciono a Paíto y al viejo radio con este pasaje? El problema consiste en que todos los días, antes de comenzar el programa, allí estaba la madre, con Paíto cargado, para poner las manos del niño sobre el radio mientras durara el espacio “divino” Y recuerdo también que entre las manos de los enfermos y los vasos de agua, quedaba cubierto todo el mueble del RCA Víctor. Ambas cosas, según la creencia, servían para curarlo todo. Si  el enfermo no mejoraba, no disminuía la fe en Clavelito, pues se buscaban justificaciones de que “algo se había hecho distinto a como debía hacerse”.
 Paíto figuró entre quienes no tuvieron mejoría con los remedios del médico- poeta - adivinador - espiritista. Porque el hambre y la desnutrición no podían ser curadas con un vaso de agua, ni con sólo la fe y el acto de situar la mano sobre un radio en el horario de un programa. Recuerdo que muchos creyentes pedían con devoción, esperanza y desespero: “Con dinero, con salud y con amor, ilumíname la suerte, Clavelito”. Se decía que eran esas las tres cosas necesarias para vivir bien. Siendo así, Paíto sólo contaba con un tercio de lo imprescindible: el amor de sus familiares y vecinos. La suerte para el infeliz muchacho y muchos como él, fue que por esa época triunfó la Revolución. El pensamiento y la obra  revolucionarios lo salvaron. Puede decirse que se lo arrebataron a la muerte.
Ahora los hijos de Paíto viven en otro tipo de sociedad. Y seguramente, si conocen esta historia, podrán establecer con más claridad las abismales diferencias del capitalismo donde nació su padre y el socialismo donde nacieron ellos. Para eso no haría falta ninguna charla política, sino mirar a su alrededor y recordando el vaso de agua y la mano de un niño distrófico puesta sobre un radio, observar los consultorios médicos, policlínicos, hospitales y la medicina gratuita, la atención a la niñez y el nivel de alimentación que garantiza la existencia de niños diferentes a Paíto.
 Y después de ese recuerdo y esa reflexión, las conclusiones no podrían ser otras: que las desventuras de Paíto y las curas milagrosas alentadas por un injusto sistema social, forman parte también de un pasado que a nuestra tierra no podrá jamás volver.

lunes, 2 de mayo de 2016

3 de mayo de 1958 El día que a la patria le nació un Comandante en Jefe


.Orlando Guevara Núñez
El Comandante en Jefe Fidel Castro. Muchas veces hasta omitimos el nombre. De sobra sabemos quién es.  El único con ese grado en Cuba. Grado que trasciende las fronteras de lo militar para ganar dimensión de pueblo.  Pero, ¿conocemos bien desde cuándo y el momento preciso en que a la patria le nació ese símbolo?
A partir del 26 de Julio de 1953, Fidel fue conocido como  jefe del Movimiento que organizó y dirigió esa acción, inicio de la última etapa de  lucha del pueblo cubano por su libertad e independencia. Y el 2 de diciembre de 1956,  vino  al frente de la expedición del Granma. Luego escaló la Sierra Maestra y dirigió la lucha guerrillera. Pero todavía no era Comandante en Jefe de la Revolución cubana. Lo era  del Ejército Revolucionario del Movimiento 26 de Julio.
A raíz del fracaso de la Huelga de Abril de 1958, el máximo líder rebelde convocó a una reunión en la Sierra Maestra, en un lugar conocido como Alto de Mompié, a la cual asistieron los principales dirigentes del Movimientro Revolucionario 26 de Julio en el país. El contenido de ese encuentro lo define, en artículo  publicado en el periódico Granma, el 3 de mayo de 2013, uno de sus participantes, Enzo Infante Urivazo (Bruno), combatiene del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, en ese momento Responsable Nacional de Propaganda del 26 de Julio.
“Según mis recuerdos y la información contenida en documentos y escritos, los asuntos principales abordados y debatidos por los integrantes de la reunión estuvieron relacionados con la huelga, las relaciones entre el Llano y la Sierra, las milicias, el estado organizativo del Movimiento, la línea a seguir, sobre la unidad, la reestructuración de la Dirección Nacional, la importancia de Radio Rebelde, el exilio y las posibilidades que ofrecía Venezuela, así como la resistencia a la ofensiva enemiga, su derrota y la extensión posterior de la guerra”.
La reunión de Alto de Mompié, sobre la cual contamos también con un valioso artículo del Che, fue profundamente crítica. Y del análisis de los errores surgió la estrategia que conduciría al triunfo revolucionario.
“La reunión fue tensa- afirma el Che en el referido artículo- recogido en su libro Pasajes de la guerra revolucionaria-  dado que había que juzgar la actuación de los compañeros del Llano, que hasta ese momento, en la práctica, habían conducido los asuntos del 26 de Julio. En esa reunión se tomaron decisiones en las que primó la autoridad moral de Fidel, su indiscutible prestigio y el convencimiento de la mayoría de los revolucionarios allí presentes de los errores de apreciación cometidos”.
El  juicio crítico sobre el fracaso de la huelga propició el acuerdo, aquel  3 de mayo, de seguir  la lucha armada directa, dirigida militar y políticamente por Fidel, reservando  esa acción obrera  para un  momento posterior y oportuno; el Ejército Revolucionario del Movimiento 26 de Julio pasó a Ejército Rebelde, es decir, no de una sola organización, sino de todas y de todos quienes a él quisieran ingresar,  y la Dirección Nacional fue sustituida por un Ejecutivo radicado no en el llano, sino  en la Sierra Maestra, encabezado por Fidel. Fue ese el momento en que otra decisión, expresión de unidad y reconocimiento a la autoridad y prestigio del líder político y guerrillero, tuvo lugar en Alto de Mompié: Fidel fue nombrado  Comandante en Jefe de todas las fuerzas revolucionarias.
Es oportuno puntualizar  que no fue subestimado el papel del movimiento obrero en la lucha y se reconoció el derecho de todos sus sectores a participar en los comités de huelga.  Se indicó, además, que  el Frente Obrero Nacional  debía ser “un organismo de unidad de todos los sectores obreros”.
De esa histórica reunión emanaron las decisiones para enfrentar y derrotar la ofensiva que, envalentonada por el fracaso de la Huelga de Abril, lanzaría la tiranía sobre el bastión guerrillero principal, la Sierra Maestra, y sobre el territorio del Segundo Frente Oriental “Frank País”.
Así, en Altos de Mompié, la crítica y autocrítica sinceras de los revolucionarios sentaron las bases para la oportuna rectificación, para poner en práctica  una estrategia correcta, para la unidad imprescindible y la fortaleza que meses después doblegó a la tiranía. Siempre con Fidel al frente. Conductor de nuestro pueblo en la guerra y en la paz. Nuestro eterno e invicto ¡Comandante en Jefe! quien recibió ese día, el grado desde mucho tiempo atrás ganado.

domingo, 1 de mayo de 2016

Por Cuba, unidad y compromiso, con la firma del pueblo



.Orlando Guevara Núñez


Tal como se esperaba,  el pueblo cubano llenó sus plazas,  firmando con su presencia y su entusiasmo la consigna que lo convocó a la celebración de este 1ro. de Mayo. En Santiago de Cuba, la Avenida de los Desfiles, que desemboca en la Plaza de la Revolución  Mayor General Antonio Maceo Grajales, el desfile duró una hora con  53  minutos. Verdadero concierto de pueblo.
Un mar de carteles  respaldando a Fidel, a Raúl, al socialismo y  los acuerdos del  7. Congreso del Partido Comunista de Cuba; fotos de los máximos líderes de la Revolución, del  Che, de Camilo, del dirigente obrero Lázaro Peña; del mejor amigo de Cuba, Comandante Hugo Chávez Frías.
Consignas condenando el bloqueo y exigiendo la devolución del territorio cubano ocupado por la ilegal Base Naval de Guantánamo.
Banderas cubanas y del 26 de Julio. Niños y niños en los hombros de sus padres, una banderita cubana en sus manos y el rostro alegre, como si viera en ese desfile el preludio de su futuro feliz.
Rostros obreros, campesinos,  de estudiantes; agrupaciones culturales, deportistas. Soldados de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del  Interior. Trabajadores por cuenta propia hombro con hombro de los estatales.
Expresiones solidarias con los hermanos pueblos de Venezuela, Ecuador, Brasil, Bolivia y con todos los trabajadores del mundo.
Esa fuerza de pueblo, colmó la plaza donde se yergue, montado en su caballo, con una mano extendida convocando a seguirlo, el Titán de Bronce, Antonio Maceo, santiaguero que nos enseñó a no hacer nunca pactos indignos con el enemigo y nos legó el principio de que la libertad no se mendiga, se conquista con el filo del machete, porque mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Y también, cerca de allí, la imagen del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, de quien heredamos el grito de guerra convertido hoy en convicción de pueblo: ¡Aquí no se rinde nadie!
Juntos dirigentes y pueblo. Juntos civiles y militares, dispuestos siempre a intercambiar sus uniformes según los tiempos sean de paz o de guerra. Unidos jóvenes y viejos contra lo viejo y por lo nuevo. Juntos en el objetivo de continuar construyendo y defendiendo el socialismo. Esa es la realidad cubana que pretenden ignorar los enemigos de nuestra Revolución, condenados a vivir como  tristes perros empeñados en   ladrarle  a la Luna, sin otro futuro que ser cegados por el brillo que ella emite.
Así son en Cuba las celebraciones del Día Internacional de los Trabajadores. Fiesta de trabajo, de compromisos nuevos. Fiesta de los trabajadores de hoy por ellos y por los de mañana.