lunes, 28 de octubre de 2024

 

 

Hacia el aniversario 130 del holocausto de Dos Ríos José Martí contra la anexión de Cuba al imperio yanqui (6 y final)


. Orlando Guevara Núñez

 

 

“Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas y mi honda es la de  David”.

 

Basta leer o escuchar esas palabras para saber que fueron escritas por José Martí el día antes de su caída en Dos Ríos, es decir, el 18 de mayo de 1895.   El destinatario fue su amigo mexicano Manuel Mercado. La muerte de nuestro Héroe Nacional dejó inconclusa esta carta. Pero aún así, constituye un valioso documento histórico y político. Y una de sus más contundentes denuncias al apetito anexionista yanqui contra Cuba. 

Estaba Martí consciente de la posibilidad de morir. Por eso escribe en la misma misiva: “Ya estoy todos los días en peligro  de dar mi vida por mi país y mi deber- puesto que lo entiendo y tengo fuerzas para realizarlo-  de impedir a tiempo con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente,  porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin”.

Clara definición antiimperialista  de José Martí, que supo vislumbrar el carácter ambicioso y ansias de expansión y dominio del naciente imperialismo. Y desarrolla más la idea sobre el peligro del anexionismo a los Estados Unidos.

 “Las mismas obligaciones menores  y públicas de los pueblos – como ése de Vd. y el mío- más vitalmente interesados  en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal  que los desprecia, les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos”.

Y argumenta más.  “Por acá yo hago mi deber. La guerra de Cuba, realidad superior a los vagos y dispersos deseos de los cubanos  y españoles anexionistas, a que solo daría relativo poder su alianza con el gobierno de España, ha   venido a su hora en América para evitar, aún contra el empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a los Estados Unidos, que jamás la aceptarán de un país en guerra, ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana”

Relata Martí su reciente conversación con  un corresponsal del  periódico Herald, de Estados Unidos; hablaron  del anexionismo, de las posiciones autonomistas y éste le refiere una opinión  dada a entender de Martínez Campos, sobre  que  llegada la hora,  España preferiría entenderse con los Estados Unidos a rendir la isla a los cubanos.

Viví en el monstruo,  y le conozco las entrañas: y mi honda es la de David, le dijo a su amigo mexicano,  “En mí – escribe- sólo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la Revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad. (…)

“Hay afectos de tan delicada honestidad… “Ahí quedó truncada la carta. Adviértase  la última palabra: honestidad.

Tras el holocausto de Dos Ríos, el imperialismo norteamericano  logró su sueño de dominar  a Cuba. Y el 1ro. de enero de 1899, tras de intervenir en una guerra ya perdida por España, estableció aquí un gobierno interventor que no cesó hasta haber impuesto la Enmienda Platt, mediante la cual la Isla quedaba subordinada a los designios yanquis. O lo que es lo mismo: Cuba pasaba, de colonia española, a neocolonia de los Estados Unidos.

Como desagravio de aquel hecho bochornoso, otro 1ro, de enero, ahora de 1959 – exactamente 60 años después, triunfó la Revolución, el  acontecimiento  más trascendente del siglo XX  cubano. A partir de entonces comenzaron a hacerse realidad los sueños martianos de independencia, libertad y la existencia de una república con todos y para el bien de todos.

viernes, 25 de octubre de 2024

 

Hacia el aniversario 130 del holocausto de Dos Ríos José Martí contra la anexión de Cuba al imperio yanqui (5)


. Orlando Guevara Núñez

 


En su constante denuncia a los Estados Unidos por su política de saqueo y ansias de sometimiento sobre los pueblos de nuestra América, José Martí también los mencionó por su mote despectivo: yanquis. En varios tomos de sus Obras Completas encontré ese calificativo. Pero hay una ocasión muy ilustrativa y fue el 16 de junio de 1890, en un discurso por la fiesta del Club de los Independientes, en Hardman Hall, publicado el 21 de ese mes en el periódico El Porvenir, de Nueva York.

(…) Todos, los de aquí y los de allá, sin capas españolas ni botas yanquis, trabajando a una, a compás y a golpe, por sobre la tierra y por debajo de la tierra, para lograr, con el respeto duradero de los hombres libres, la independencia absoluta y democrática de la patria (…).

Tras esa afirmación, un análisis realista: “Pero no todo es triunfo o causa de congratulaciones, porque la vida es como el pan, que agrada al sabor después de hecho, pero se hace con levadura agria”.

Se refiere a las distintas posiciones nacidas de “la confianza injustificada, como solución actual de un problema actual, de la anexión de Cuba a los Estados Unidos”.

Afirma que en unos casos esa confianza obedece al honrado deseo de que Cuba sea libre sin sangre; en otros, por el odio legítimo a la tiranía española y “adoración rudimentaria por lo exterior y aparente de un progreso que nos echa de su carro y nos proclama indignos de entrar en él, aunque nosotros nos empeñemos en subir al carro de donde nos echan”.

Agrega que también hay quienes – de forma respetable y sincera, aunque errónea- piensan que sin la anexión no podría Cuba vivir libre con seguridad. Y una clasificación más, que dice son los menos: “ La costumbre del yugo, que no les deja vivir sin él, y necesitan ponerse uno cuando salen de otro o la soberbia de tener a los demás por incapaces, por sentirse incapaces ellos, o el miedo de aparecer ahora combatiendo una solución de que les pueda venir mañana autoridad y beneficio”.

Establece nuestro Apóstol una diferencia entre esas posiciones anexionistas y el patriotismo verdadero. Y afirma que no tiene el mérito tantos amigos, puesto que enemigos son los primeros que le salen. Y exalta la virtud de los patriotas frente a la adversidad, que son siempre pocos, pero cuando huele a triunfo “caen del cielo los patriotas”.

Refiriéndose al esfuerzo cubano por su independencia, afirma que de algún cielo ha de venir la ayuda salvadora, porque no todos los cielos son injustos, pero el que no muestra que se sabe ayudar por sí, no tiene derecho para pedir ayuda a los demás.

Ante la situación analizada, plantea que el que deja de hacer, en las cosas de la patria, todo lo que puede hacer, es traidor a la patria. Expone una sentencia con valor para todos los   tiempos: ¡Y hay que empezar a tener cuidado, porque por ahí anda, por el aire y por el cielo, el que lleva los libros, y va apuntando en la lista de las traiciones, al que puede hacer y no hace!

Buena lección martiana para los anexionistas de estos tiempos, tan condenados al fracaso como sus antecesores.

miércoles, 23 de octubre de 2024

 

Hacia el aniversario 130 del holocausto de Dos Ríos José Martí contra la anexión de Cuba al imperio yanqui ( 4 )



. Orlando Guevara Núñez

 

 

En esta nueva carta a su amigo Gonzalo de Quesada,  firmada el 14 de diciembre de 1889, vuelve José Martí sobre el tema de la Conferencia Internacional Americana. Se refiere  a los resultados para algunos de los países latinoamericanos. Y emite criterios.

Y reafirma su alerta sobre las aspiraciones anexionistas de Estados contra Cuba.

“Sobre nuestra tierra, Gonzalo,  hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla, a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella, y con el crédito de mediador y de garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres. Ni maldad más fría”.

Y continúa esa reflexión: ¿Morir para dar pie en qué levantarse a estas gentes que nos empujan a la muerte por su beneficio? Valen más nuestras v idas, y es necesario que la Isla sepa a tiempo esto. ¡Y hay cubanos, cubanos, que sirven, con alardes disimulados de patriotismo, estos intereses!”.

Expresa  que vigilar es lo que nos toca, e ir averiguando quien está dispuesto a tener piedad de nosotros. Se está refiriendo, en este caso, a los pueblos de nuestra América, liberados ya del colonialismo español, pero bajo la mira de los Estados  Unidos.

Consciente de los peligros, advierte a Gonzalo sobre la necesidad de actuar de forma inteligente. Así, en otra misiva, en abril de 1890, le expresa: “Es la hora de empezar a obrar, y en Washington, sin que se sienta, ni se vea, ni se ponga en riesgo el trabajo por el anuncio incauto o el entusiasmo indiscreto, está ahora el campo de batalla”.

La historia corroboró los peligros alertados por el Héroe Nacional cubano.