martes, 15 de julio de 2025

 

Razones para un Moncada:

El problema de la salud del pueblo

 

.Orlando Guevara Núñez

El abandono sanitario del pueblo cubano, con particular ensañamiento en los campos, fue una de las razones expuestas por el joven revolucionario Fidel Castro ante el tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953, para justificar la rebelión contra la dictadura impuesta al país el 10 de marzo de 1952, mediante un golpe de estado.

Su denuncia fue contundente. “La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o el asesinato de una criatura, pero permanece criminalmente indiferente ante el asesinato en masa que se comete con tantos miles y miles de niños que mueren todos los años por falta de recursos, agonizando entre los estertores del dolor y cuyos ojos inocentes, ya en ellos el brillo de la muerte, parecen mirar hacia lo infinito como pidiendo perdón para el egoísmo humano y que no caiga sobre los hombres la maldición de Dios (…) El acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos, sólo es posible mediante la recomendación de un magnate político que le exigirá al desdichado su voto y el de toda su familia para que Cuba siga siendo igual, o peor”.

El presupuesto asignado a la salud  era realmente una vergüenza. Unos 25 millones de pesos, de los cuales políticos y funcionarios corrompidos se robaban gran parte, era lo que el gobierno destinaba a la salud del pueblo. La mayoría de esos recursos se concentraban en la capital, cuya población representando el 22 por ciento del total del país, contaba con el 61 por ciento de las camas.

En la zona oriental la situación era más trágica. La Región Oriente Sur de Salud Pública, que abarcaba las actuales provincias de Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo, contaba con un presupuesto de sólo 1 300 000 pesos. Hoy sólo Santiago de Cuba sobrepasa  con creces esa cifra.

La mortalidad infantil cubana superaba la tasa de 60 por cada mil nacidos vivos, aún cuando muchos niños no eran siquiera registrados en su nacimiento por residir en lugares rurales donde la asistencia médica no llegó nunca durante la etapa pre revolucionaria.

Miles de niños y adultos morían cada año víctimas de enfermedades curables. Por la poliomielitis fallecían anualmente o quedaban inválidas unas 300 personas; el paludismo atacaba a unas 3 000; de la difteria eran presa unos 600 niños, mientras que la gastroenteritis causaba estragos en la propia ciudad de Santiago de Cuba. Incluso en 1957, se conoce el doloroso episodio del Valle de Mayarí Arriba, zona rural donde ese año murió el 80 por ciento de los niños menores de un año, como consecuencia de esa enfermedad.

En el propio año 1953, una epidemia de gastroenteritis mataba dos niños cada día en Santiago de Cuba. Las autoridades achacaron la enfermedad a la mala calidad del agua y los alimentos, pidieron apoyo al país, y como respuesta recibieron unas pocas camas y cuatro cajas de medicamentos, lo que ni siquiera contribuyó a aliviar el mal.

La tuberculosis, el tétanos y otras enfermedades infecciosas, sembraban también la muerte en muchos hogares cubanos, principalmente los pobres.

Ese derecho humano, el de la vida, estaba garantizado sólo para unos pocos que podían pagarlo. El hambre, la desnutrición y falta de trabajo preventivo, agravaban la situación.

La salud era un negocio privado. Y la medicina, una mercancía. El 70 por ciento del mercado de medicamentos estaba en manos de empresas norteamericanas y la población tenía que adquirirlos mediante precios que multiplicaban su costo. El servicio médico rural no existía. El país contaba con unos 6 000 médicos, la mayoría en la capital cubana y otras grandes ciudades, mientras que gran parte de ellos ejercía la medicina privada. Las 131 casas de socorro existentes en el país, eran realmente una grotesca caricatura de atención sanitaria, y una gran mayoría de quienes recibían asistencia médica, se quedaban con las recetas en los bolsillos, al no poder comprarlas por falta de recursos. La atención estomatológica era ínfima. Una intervención quirúrgica era un lujo que pocos podían satisfacer. Eso explica que, en esa época, la expectativa de vida de la población anduviera por los 55 años.

La Salud del pueblo, en correspondencia con el Programa del Moncada, fue una de las principales transformaciones encaradas por la Revolución desde sus primeros pasos, enfrentando no sólo las pésimas condiciones existentes, sino las impuestas por la contrarrevolución y los gobiernos norteamericanos.

De los 6 000  médicos existentes, unos 3 000 abandonaron el país; pero Cuba ha formado, en estos años de Revolución,  para sí y otros países, más de  100 000 médicos y una diversidad grande de profesionales que garantizan la atención gratis y cada vez de mayor calidad a toda la población, sin excepción de ningún tipo.

La medicina privada fue erradicada, así como la comercialización privada de los medicamentos. El sistema de salud cubano eliminó el vergonzoso status que convertía al paciente en un cliente y a la medicina en una mercancía.

El Estado cubano invierte hoy en la salud una cifra que no resiste comparación con la de esos años de antes de 1959.

En los más apartados parajes de nuestra geografía, existen los Consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia, que abarcan a toda la población.

Desde 1962 comenzó una campaña de vacunación para toda la población infantil. Y enfermedades como la poliomielitis, el paludismo, la difteria, gastroenteritis y otras infecciosas que causaban miles de muertes, fueron erradicadas desde los primeros años. Hoy, el programa de vacunación protege a la población infantil contra 13 enfermedades.

La mortalidad infantil tuvo en Cuba una tasa inferior a 5 por cada mil nacidos vivos, (antes de la pandemia) con resultados grandes también en las tasas de mortalidad preescolar, escolar y materna, mientras que la expectativa de vida ronda los  78 años.

Una red de hospitales, Consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia, Policlínicos, Hogares Maternos y de Ancianos, Centros Especializados y de Investigación, sostienen un sistema que cuenta con  Universidades Médicas en 13  provincias,  de donde cada año egresan miles de profesionales en las carreras de medicina, enfermería, estomatología, y psicología y tecnología de la salud.

Cuba, además, comparte su obra de la salud con decenas de pueblos, principalmente los más pobres, tanto con el envío de personal calificado que ha atendido a millones de personas y salvado millones de vidas, como  la formación gratuita de profesionales en nuestro país.

El equipamiento tecnológico más moderno, a un alto costo en divisas, es adquirido para nuestras instituciones de asistencia, docencia e investigaciones, todo en aras de la salud del pueblo.

El sistema cubano de salud, prioriza el nivel primario de atención, la prevención, la educación de la población, la búsqueda para la detección precoz de las enfermedades y su tratamiento oportuno, al tiempo que alerta sobre los malos hábitos de alimentación y otros que conspiran contra la salud.

Cuba se encuentra entre los primeros países del mundo donde la población vive más años después de haber cumplido los 60 de edad.

No hay país del mundo con más médicos por habitantes que Cuba. Pero no es sólo la cantidad, sino que todos, sin excepción, están al servicio del pueblo. La crítica situación de la salud, inspiró el combate del Moncada; ahora la salud en Cuba es una muestra de  que los sueños de ayer, son la realidad conquistada durante más de  medio siglo de lucha.

Es plena confirmación de las palabras de Fidel Castro en el histórico juicio, tras exponer las razones del Moncada y la confianza en el triunfo: “A los que me llamen por esto soñador, les digo como Martí: “El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ese es el único hombre práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber”.

 

 

 

Hacia el aniversario 510 de Santiago de Cuba

Pablo de la Torriente Brau. Narrador  y periodista cubano. ( 1901 – 1936 ) Revolucionario e internacionalista. Cayó en Majadahonda, España, el 19 de diciembre de 1936, cuando combatía en defensa de la República Española.

Orlando Guevara Núñez

 

“Si ninguna ciudad en Cuba posee la rica belleza que Santiago, ninguna tampoco puede aventajarla en interés histórico”

Entre los muchos cubanos que han escrito sobre la ciudad de Santiago de Cuba, está Pablo de la Torriente Brau. Hemos seleccionado algunos párrafos de una crónica suya, publicada en la Revista Santiago, de la Universidad de Oriente, ediciones diciembre de 1973 y marzo de 1974, recogida en el libro Santiago de Cuba siglo XX, cronistas y viajeros miran la ciudad, a cargo de los compiladores Rafael Duharte Jiménez y Elizabet Recio Lobaina, página  79.

“No recuerdo a quién le oí decir que un famoso viajero francés había escrito que en América había muy pocas ciudades interesantes y “distintas” y que una de estas pocas es Santiago de Cuba. Y, en efecto, aun  para el que  como yo tiene infinitos  recuerdos de infancia, Santiago ofrece un aspecto singular. No se parece a ninguna otra ciudad, vista ni imaginada; tiene una tipicidad  grata y simpática: suena distinta la voz de la ciudad, que está pintada con todos los colores del mundo, y al lado de una casa  color añil hay una color naranja” (…)

“Alguna vez un estruendo singular se eleva en los aires; la ciudad se estremece, tiembla… suenas las casas unas contra otras; el pueblo sale a la calle; los niños gritan y lloran; los hombres corren; las mujeres se arrodillan y le rezan a la Virgen de la Caridad (… ) Santiago de Cuba es una ciudad para pintores  gustosos de reproducir calles de escaleras; casas sobre pilares; islitas  con bungalows; ensenadas silenciosas como lagos; puestas de sol inverosímiles; tipos pintorescos; patios con grandes árboles frutecidos; viejos

 

tejados, balcones y ventanas  de grandes balaustres blancos; callejones retorcidos; aleros desprendidos casi…”

“Pero este espectáculo es para el extranjero interesado sólo en lo exterior; porque si el viajero es de Cuba y algo conoce de nuestra historia, aunque sea poco, Santiago de Cuba toma entonces prestigios aun mayores”.

“Si ninguna ciudad en Cuba posee la rica belleza que Santiago, ninguna tampoco puede aventajarla en interés histórico”. (…)

Luego de hacer una detallada descripción de los principales hechos históricos de Santiago de Cuba y de sus próceres, Pablo de la Torriente incursiona en  la tragedia social de aquella época.

¡Parece- escribe- que toda la miseria de Cuba se ha refugiado en Santiago, bella, sucia y pobre como una gitana de feria!...

Aborda tres graves problemas que aquejan a la ciudad: las obras públicas, el sanitario y el de los centros escolares. Y afirma que: “Por los tres hay un movimiento popular que tiene, también resonancia en las capas superiores del comercio y la industria; de manera que puede decirse que en Santiago, con excepción de los militares y algunos funcionarios llamados civiles, dispuestos a “mantener el orden por encima de todas las cosas”, todo el mundo está de acuerdo en que hay que apoyar un movimiento general de rebeldía y demandas, que se le apura hasta las últimas consecuencias, pero que conduzca a soluciones prácticas y no a nuevas promesas demagógicas que nunca se han cumplido”. (…)

“Santiago de Cuba está cansada, ha llegado a ese punto en que siente repugnancia cuando lo oradores políticos hacen su elogio. Está cansada de aguantar y se prepara a exigir, a luchar. Quiere que se le atienda y lo va a conseguir de la única manera que hoy se consiguen las cosas: planteando el problema de fuerza”.

“Ella tiene ya en sus manos la solución y la va a enarbolar. Como el pueblo, el comercio y la industria están de acuerdo, en Santiago se prepara un formidable movimiento de carácter cívico, para obtener acueducto, alcantarillado, calles, carreteras, hospitales y centros de enseñanza (…)

“Y si se deja tomar cuerpo a este movimiento veremos gloriosos episodios. Y nadie sabe cuantas cosas inolvidables veremos si Santiago de Cuba, ahora como antes, lanza su reto de rebelión, y los incontables pueblos abandonados de la isla imitan su ejemplo y se niegan a pagar a quien no hace más que devolver cínicas promesas a cambio del oro del sudor del pueblo”.

 

lunes, 14 de julio de 2025

 

Razones para un Moncada:

El problema de la educación

 

 

.Orlando Guevara Núñez

El drama de la educación era uno de los más agudos que sufría el pueblo de Cuba en la etapa pre revolucionaria cubana. En su alegato La historia me absolverá, Fidel Castro resumió esa situación de la forma siguiente:

“Nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior. ¿En un campo donde el campesino no es dueño de la tierra, para qué se quieren escuelas agrícolas? ¿En una ciudad  donde no hay industrias, para qué se quieren escuelas técnicas e industriales? Todo está dentro  de la misma lógica absurda: no hay ni una cosa ni otra. En cualquier pequeño país de Europa existen más de doscientas Escuelas Técnicas y de Artes Industriales; en Cuba no pasan de seis y los muchachos salen con sus títulos sin tener donde emplearse. A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños de edad escolar y muchas veces es el maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo el material necesario. ¿Es así como puede crearse una patria grande?”.

Esa situación, llevada a cifras, era realmente impresionante.

En 1953, fecha del asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, el 23,6 por ciento  de la población mayor de 10 años era analfabeta, mientras que sólo el 55,6 por ciento de los niños entre  seis y 14 años estaban matriculados en las escuelas, aunque muchos se veían obligados a abandonarlas  para incorporarse al trabajo como medio de subsistencia.

Un millón y medio de habitantes mayores de seis años no tenían ningún grado escolar aprobado, al tiempo que la matrícula sólo registraba el 52  por ciento de los niños de siete años, el 43,7 por ciento  de los de  ocho y el 36,6  por ciento de los de nueve.

Entre los 15 y 19 años, en la flor de su juventud, sólo el 17 por ciento de los cubanos recibía algún tipo de educación, mientras que el grado cultural promedio de los mayores de 15 años no llegaba al tercero.

En el país existían sólo 53 464 graduados universitarios, entre ellos 37 292 en la capital del país, con una población analfabeta de seis a nueve años que llegaba a 44,5  por ciento en La Habana, al tiempo que en Oriente alcanzaba un 81,2 por ciento, llegando a un 89 por ciento en las zonas rurales.

La situación denunciada por Fidel durante el juicio, ante un Tribunal obligado a condenarlo y un grupo de soldados armados de bayonetas, continuó agravándose en los años siguientes.

Así, en 1958, los datos eran desgarradores. Un millón de analfabetos absolutos, más de un millón de semi analfabetos, 600 000 niños sin escuelas mientras que 10 000 maestros estaban sin trabajo.

El presupuesto de la nación para la educación era de apenas 79,4 millones de pesos, muchos de los cuales eran robados por políticos y funcionarios corruptos.

En su discurso de autodefensa, Fidel recordó el concepto martiano de que “El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos” y que “Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre”.

Pero hubo que esperar el triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959, para poder realizar ese sueño martiano y el ideal por el cual combatieron y murieron los jóvenes revolucionarios el 26 de Julio de 1953.

En septiembre de 1959, fueron creadas en Cuba 10 000 aulas. Y como hecho sin precedente en la historia cubana y más allá, 69 cuarteles fueron convertidos en escuelas para más de 40 000 alumnos.

El 26 de diciembre de 1959, fue proclamada la primera Reforma Integral de la Enseñanza. Luego, 3 000 maestros voluntarios marcharon hacia las montañas, a luchar contra la ignorancia heredada del brutal sistema capitalista. Y 150 000 muchachas campesinas pasaron por becas en la capital del país, en escuelas organizadas en las mansiones abandonadas por los esbirros y explotadores que habían salido de nuestro territorio.

En 1961, más de 100 000 cubanos, principalmente jóvenes, se integraron a la ardua tarea de la alfabetización, enseñando a leer y escribir,  en solo un año,  a 707 000 adultos. Ya, en junio de ese mismo año, había sido proclamada la Ley de Nacionalización de la Enseñanza y el carácter gratuito de la educación en todos sus niveles. El 22 de diciembre de 1961, Cuba fue declarada Territorio Libre de Analfabetos.

Hoy la Patria de José Martí posee el pueblo culto y libre que él soñara. No existen niños sin escuelas y maestros, ni maestros sin aulas. Es el país de mayor cantidad de docentes por alumnos. La educación continúa gratuita, en todos los niveles, para todos los ciudadanos del país, sin discriminación de ningún tipo. Los graduados universitarios sobrepasan ahora el millón.

Cuba es hoy un pilar de la enseñanza que ofrece su ayuda solidaria a otros pueblos donde más de 7 000 000 de personas han salido del analfabetismo mediante el método cubano Yo sí puedo,  al tiempo que perfecciona cada año su propio sistema. En nuestras escuelas, junto a los maestros, la Revolución ha llevado los más modernos medios de enseñanza: computadoras, vídeos, televisores y otros recursos que han borrado diferencias entre las escuelas rurales y urbanas.

En Cuba – si alguien conoce ejemplo igual valdría escucharlo –  mientras fue necesario, un centenar de escuelas tuvieron  la asombrosa cifra de ¡Un alumno! por encontrarse en zonas intrincadas. Y allí han llegado también los medios de enseñanza e incluso la electricidad derivada del aprovechamiento de la energía solar.

La obra de la Revolución en la educación, no cabe en el espacio de un artículo periodístico. Puede afirmarse, eso sí, que es una obra grandiosa que trasciende incluso los objetivos planteados en el Programa del Moncada.

La situación dolorosa y humillante que sirvió de razón a los combatientes moncadistas para su acción heroica, fue erradicada y sobre sus ruinas se levanta el baluarte que somos hoy y la seguridad de continuar siendo siempre un pueblo culto y libre.