.Orlando Guevara Núñez
Cuando en una de las sesiones
inaugurales del juicio por los sucesos del 26 de julio de 1953, el entonces
joven revolucionario Fidel Castro afirmó que José Martí era el único autor intelectual del asalto al Cuartel Moncada,
estaba definiendo el carácter de la Revolución que proyectaba.
Basta una ojeada al Manifiesto del Moncada, llamado también Manifiesto a la Nación, suscrito tres
días antes de la Mañana de la Santa Ana, para comprender que era ése, el
pensamiento martiano, la esencia de las transformaciones revolucionarias que
inspiraron a los asaltantes.
Casi una decena de ocasiones se
menciona a Martí en ese documento. Y ya, en su párrafo inicial, se proclama
que:
“Ante la tragedia de Cuba, contemplada en
calma por líderes políticos sin honra, se alza en esta hora decisiva, arrogante
y
potente, la juventud del Centenario, que no
mantiene otro interés como no sea el decidido anhelo de honrar con sacrificio y
triunfo
el sueño irrealizado de Martí”.
En otro de sus postulados, el referido Manifiesto deja
claro que:
“La Revolución declara que reconoce y
se orienta en los ideales de Martí, contenidos en sus discursos, en las Bases
del Partido Revolucionario Cubano, y en el Manifiesto de Montecristi” (…) Proclama,
asimismo, que: “En la vergüenza de los
hombres de Cuba está el triunfo de la Revolución cubana. La Revolución de
Céspedes; de Agramonte… de Maceo… de
Martí… de Mella y de Guiteras, de Trejo y de Chibás. La Revolución que no ha
triunfado todavía. Por la dignidad y el decoro de los hombres de Cuba esta
Revolución triunfará”.
En una afirmación con claridad de futuro, se afirma
también:
“El Centenario Martiano culmina en ciclo
histórico que ha marcado progresos y retrocesos paulatinos en los órdenes
político y moral de la república: la lucha sangrienta y viril por la libertad e
independencia; la contienda cívica entre los cubanos para alcanzar la
estabilidad política y económica; el proceso
funesto de la intervención extranjera; las
dictaduras de 1929 -33; y de 1934-44; la lucha incansable de los héroes y
mártires por hacer una Cuba mejor”.
Y agrega una decisión inclaudicable: “Por defender esos derechos,
por levantar esa bandera, por conquistar esa idea, en tierra tiene puestas las
rodillas la juventud del Centenario, pináculo histórico de la Revolución
cubana, época de sacrificio y grandeza martiana. Por conquistarla, el ojo
avizor tiene la juventud puesto en la entrada de los hombres de verdad, de
mente ágil, espíritu gigante, que supieron darlo todo por una Cuba digna de la
sangre espontánea de sus hijos, viva en la consolidación de su destino inevitable
por el sueño supremo del Apóstol”.
Otra afirmación del Manifiesto
dirigido al pueblo de Cuba en esa ocasión, aunque no fue posible su publicación
– decisión de Fidel para no provocar derramamientos de sangre, expresa un
altruismo y una confianza en la juventud que serían luego pilares de la lucha y
del triunfo:
“A los que prescindieron de los
amantes de la libertad para consumar el golpe de Estado, se les levanta en esta
hora decisiva, arrogante y potente, la juventud del Centenario, eco de un ayer
honroso, cuna de un porvenir mejor. Los que no contaron con esa juventud
honesta y estudiosa, capaz de escribir con sacrificio y triunfo su homenaje
mejor a Martí, ni conocen ni saben que en el corazón de los cubanos todos está
el valor y la vergüenza de la patria y que iremos a ponerla en victoria en los
campos excelsos de las palmas. Allí debe estar la justicia del pueblo en este
año glorioso”.
Y a continuación, una definición con fuerza de
presagio confirmado por la historia:
“En 1853 con el nacimiento de un hombre luz, comenzó la Revolución cubana; en
1953 terminará con el nacimiento de una república luz. Y es que el Moncada fue el crisol de esa
república. La que tenemos hoy.
Léase este párrafo del Manifiesto
moncadista y se tendrá una idea de su dimensión martiana:
Cuba abraza a los que saben amar y fundar, y desprecia
a los que odian y deshacen. Fundaremos la república nueva, con todos y para el
bien de todos, el amor y la fraternidad de todos los cubanos”.
Pero hay otro hecho, antes del asalto,
que confirma la esencia martiana de la Revolución. Momentos antes de partir,
Fidel les dijo a los jóvenes que marcharían al combate:
“Compañeros: Podrán vencer dentro de unas
horas o ser vencidos, pero de todas maneras, óiganlo bien, compañeros, este
movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró
Martí”.
Y en su alegato La historia me absolverá, expresaría Fidel:
“Traigo
en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de
todos los hombres que han luchado por la libertad de los pueblos”.
“Parecía
que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se
extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su
pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay
cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico
desagravio vinieron a morir junto a su
tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la
patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!
En la prisión, José Martí siguió
acompañando al jefe del asalto del 26 de Julio de 1953. Hay constancia de la
cantidad de pensamientos de nuestro Héroe Nacional subrayados por Fidel en las
obras martianas. Allí estaban contenidas las ideas básicas de la Revolución.
Martí lo acompañó también en
el exilio en México. Vino con él en el Granma y escaló la Sierra Maestra. “José
Martí” fue el nombre de la Columna Uno, base del Primer Frente con igual insignia. Y estuvo presente en el triunfo
revolucionario. Y en la obra de la Revolución.
Así lo describió nuestro
Poeta Nacional, Nicolás Guillén:
Se Acabó [o Te lo prometió
Martí]
Nicolás Guillén
Te lo
prometió Martí
y Fidel te lo cumplió
ay Cuba, ya se acabó
se acabó por siempre aquí,
se acabó
el cuero del manatí
con que el yankee te pegó.
Se acabó.
Te lo prometió Martí
y Fidel te lo cumplió.
Se acabó.
Garra de los garroteros,
uñas de yankees ladrones
de ingenios azucareros:
¡a devolver los millones
que son para los obreros!
La nube en rayo bajó,
ay, Cuba, que yo lo vi;
El águila se espantó,
yo lo vi.
La coyunda se rompió
yo lo vi;
El pueblo canta, cantó,
cantando esta el pueblo así:
Vino Fidel y cumplió
lo que prometió Martí.
Se acabó.
¡Ay que linda mi bandera,
mi banderita Cubana,
sin que la manden de afuera,
ni venga un rufián cualquiera,
a pisotear en la Habana!
Se acabó.
Yo lo vi.
Te lo prometió Martí
y Fidel Te lo cumplió.
Se acabó.
y Fidel te lo cumplió
ay Cuba, ya se acabó
se acabó por siempre aquí,
se acabó
el cuero del manatí
con que el yankee te pegó.
Se acabó.
Te lo prometió Martí
y Fidel te lo cumplió.
Se acabó.
Garra de los garroteros,
uñas de yankees ladrones
de ingenios azucareros:
¡a devolver los millones
que son para los obreros!
La nube en rayo bajó,
ay, Cuba, que yo lo vi;
El águila se espantó,
yo lo vi.
La coyunda se rompió
yo lo vi;
El pueblo canta, cantó,
cantando esta el pueblo así:
Vino Fidel y cumplió
lo que prometió Martí.
Se acabó.
¡Ay que linda mi bandera,
mi banderita Cubana,
sin que la manden de afuera,
ni venga un rufián cualquiera,
a pisotear en la Habana!
Se acabó.
Yo lo vi.
Te lo prometió Martí
y Fidel Te lo cumplió.
Se acabó.
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