.Orlando
Guevara Núñez
La
fecha del 30 de julio, sintetiza en Cuba el homenaje a todos los mártires de la
lucha libertaria que se reinició con el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos
Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953. Se escogió ese día por la caída, en
1957, del héroe de la lucha clandestina, Frank País García.
Pero
el 30 de julio se reafirma como símbolo de nuestro martirologio, al marcar la
caída en combate de otros valerosos revolucionarios cubanos, en distintas
épocas y latitudes de Cuba e incluso más allá de sus fronteras.
En
esa fecha de 1896, cayó en el campo de batalla, en Quivicàn, territorio
habanero, el general del Ejército Libertador Cubano Juan Bruno Zayas Alfonso.
Había nacido el 8 de junio de 1867 en El Cerro, La Habana y tenía al caer 29
años de edad, siendo entonces el general más joven de las huestes mambisas.
Médico
de profesión, al graduarse decidió ejercer la medicina en una zona rural de Las
Villas. En abril de 1895 se alzó en armas al frente de un grupo de patriotas y
combatió al mando del Mayor General Serafín Sánchez, pasando luego a la
jefatura de una Brigada para realizar la invasión de Oriente hacia Occidente.
Para entonces, su jefe era el Generalísimo Máximo Gómez Báez. El 22 de enero de
1896, entró a Mantua, Pinar del Río, al frente de la vanguardia de la Columna Invasora.
Su
corta vida le dio tiempo para escalar un sitial honroso en la historia patria.
En Santiago de Cuba, un hospital –el Clínico Quirúrgico- se honra con su
nombre.
El
30 de julio de 1967, diez años después de la caída de Frank País, murió en
combate otro revolucionario cubano: el capitán José María Martínez Tamayo
(Papi). Su caída se produjo en Bolivia, cuando formaba parte de la guerrilla
internacionalista del Comandante Ernesto Che Guevara.
Nacido
el 30 de marzo de 1936, tenía 31 años en el momento de su caída. De familia
humilde y trabajador del campo, fue combatiente del Segundo Frente Oriental
Frank País durante la guerra revolucionaria y tercero al mando en la guerrilla
del Che en El Congo, desde donde partió hacia Bolivia, siendo el primero en
llegar a ese país para la preparación de la nueva gesta.
El
Che lo calificó como un extraordinario combatiente y sobre su muerte dijo que
era otra pérdida sensible por su calidad.
Conmovedores
fueron los momentos de la muerte y sepultura del héroe. Así lo describiría el
también combatiente internacionalista Leonardo Tamayo, en entrevista concedida
a la periodista Elsa Blaker: “Estaba tan tranquilo que pensé no moriría, pero
el médico opinaba lo contrario. El Che preguntaba a cada rato cómo estaba. A
eso de las ocho de la noche, 12 horas después de ser herido, pidió café y el
Che ordenó colárselo; cuando se le dio, dijo que estaba caliente y lo puso a
enfriar sobre la arena.
“Preguntó
por su hermano. Olo lo había puesto de guardia y como es lógico el Che lo
reprendió por ello y mandó a buscarlo. Ambos hermanos se unieron en la playa
del río. René puso la cabeza de Papi sobre sus piernas. Papi se quitó el reloj
y se lo entregó diciéndole que se lo diera a Jorgito, su hijo mayor; “Ayúdalo
porque es fuerte con la abuela”, le pidió.
A
René le dijo: “Mi hermano, que Fernando (nombre que tenía el Che en ese
momento) nunca tenga que llamarte la atención y si te toca caer, hazlo como los
hombres, combatiendo”.
René
Martínez Tamayo, su hermano, en el momento de la despedida final, juró continuar con honor la lucha. Y el día 8 de
octubre de ese mismo año, cayó en combate, tratando de proteger la vida del
Comandante Ernesto Che Guevara.
Así,
la sangre de Juan Bruno Zayas, de Frank País García, Raúl Pujol Arencibia, René
Ramos Latour y José María Martínez Tamayo, se une en una misma fecha, formando
un torrente que irriga de patriotismo las venas de nuestro pueblo. Del mismo
pueblo que cada 30 de julio sintetiza en ese día el perenne tributo de recordación y respeto.
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