.Orlando
Guevara Núñez
En
esta ciudad de Santiago de Cuba nació, el 7 de diciembre de 1934, exactamente 38
años después de la caída en combate de Antonio Maceo, el héroe de la lucha
clandestina, Frank País García. Hermoso
simbolismo de continuidad, porque si la muerte del Titán de Bronce marca el homenaje a todos los caídos en las
gestas independentistas cubanas del siglo XIX, la de Frank señala igual tributo
a los mártires de la última etapa de la lucha insurreccional.
Tanta
historia protagonizada por este joven, casi desborda el límite de su corta
edad. El mismo 10 de marzo de 1952, ante el artero golpe militar batistiano,
Frank se presenta, junto a un grupo de jóvenes, al Regimiento del Moncada.
Indaga por la situación y pide armas para oponerse al golpe. Habla de marchar
hacia Occidente, como lo había hecho Antonio Maceo. Ante la claudicación de los
militares, se refiere al triste destino del país, al cual quienes le han jurado
amor, respeto y honra, no eran ahora capaces de defenderlo.
Luchas
estudiantiles. Manifestaciones y huelgas. Creación de organizaciones para
encausar la resistencia y oposición, como Acción Revolucionaria Oriental y
Acción Nacional Revolucionaria. Luego, su incorporación al Movimiento
Revolucionario 26 de Julio, en el cual asumiría la jefatura de la lucha
clandestina hasta su muerte.
En
numerosos artículos denuncia al tirano y llama al pueblo al combate.” ¡10 de marzo! Derroche de fanfarronería, mientras cunde el
miedo, la incertidumbre, el hambre, entre el pueblo de Cuba, y los ya
acostumbrados tiros, golpes, detenciones, cárceles y arbitrariedades para los
estudiantes por los muy fieles defensores del gobierno (…) ¡Centenario martiano
lleno de dolor, sangre y tristeza!”, escribe.
Cuando
Frank viaja a México para entrevistarse con Fidel con el objetivo de organizar
el reinicio de la lucha armada- lo hizo en dos ocasiones en 1956- el jefe de la Revolución quedaría
impresionado sobre la personalidad de Frank y así lo manifestaría en carta
dirigida a María Antonia Figueroa, integrante de la dirección del Movimiento
Revolucionario 26 de Julio en Santiago de Cuba. “He podido comprobar todo
cuanto me habías dicho sobre las magníficas condiciones de organizador, el
valor y la capacidad de F. Nos hemos entendido muy bien (…)”
A
partir de entonces, crecería la responsabilidad de Frank en las grandes
batallas por venir. Se organizan y actúan con mayor celeridad las células
clandestinas. Se prepara y ejecuta, bajo su dirección personal, el alzamiento
armado del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba, con acciones en otros
puntos del país, con el objetivo de atraer la atención de las fuerzas armadas
batistianas y que éstas no pudieran concentrarse contra
los expedicionarios del Granma, comandados por Fidel.
En
los días posteriores, la capacidad organizativa de Frank País ganó nuevas
dimensiones. La estructuración y misiones de las milicias clandestinas en todo
el país. El respaldo a la lucha guerrillera en la Sierra Maestra,
incluyendo la organización y envío del primer refuerzo, integrado por más de 50
combatientes, en marzo de 1957. El combate abierto a la tiranía en plena calle.
El ajusticiamiento a los esbirros y delatores al servicio del régimen asesino.
Su
madurez política es acelerada. En mayo de 1957, escribe en una de sus
circulares a los combatientes, que “Surge en el Movimiento 26 de Julio un nuevo
concepto, una nueva idea, que recoge las frustraciones cubanas desde 1902 hasta
la fecha y trata de aprovechar las experiencias históricas para unirlas a las
necesidades económicas, políticas y sociales de nuestra patria y darles las
verdaderas soluciones”.
Y
en esa misma circular deja bien claro el contenido de su pensamiento político,
al afirmar. “Pero hay más, no sólo
aspiramos a derrocar una dictadura que mancha nuestra historia de pueblo amante
de la libertad, no sólo aspiramos a poner fin a la bancarrota económica, no sólo
aspiramos a administrar y vivir honradamente, no sólo aspiramos a devolver la
paz y seguridad al pueblo de Cuba, aspiramos y esto debe estar bien claro en
todos los militantes del M-26-7,
a encauzar a Cuba dentro de las corrientes políticas,
económicas y sociales de nuestro siglo”.
Se
refirió Frank a las aspiraciones de conmover a todos los sectores del país y
al fomento de planes para ponerlos a
trabajar en beneficio de la
Patria Nueva, así como a remover, derribar, destruir el
sistema colonialista que aún impera, barrer con la burocracia, eliminar
mecanismos superfluos, extraer los verdaderos valores e implantar de acuerdo con las particularidades de
nuestra idiosincrasia las modernas corrientes filosóficas que imperan
actualmente en el mundo.
Su
visión, lo condujo a la concepción de integrar a todo el pueblo a la lucha. A
los obreros les prestó especial atención, identificando en ellos una fuerza
decisiva para derrocar al tirano. Así fue Frank
hasta el día de su muerte. Aún siendo tan joven y sumido en la más
férrea clandestinidad, el pueblo santiaguero lo conocía, lo admiraba y lo
seguía. El dolor ante su asesinato se
convirtió en fuerza del pueblo que se lanzó a las calles, se declaró en una
huelga espontánea, lo acompañó hasta el cementerio con flores, banderas cubanas
y del 26 de Julio, con gritos de ¡Abajo Batista!, ¡Viva la Revolución!, ¡Viva
Fidel! Y tanta fue la rebeldía, que los
esbirros, asustados, se encerraron en sus guaridas, temerosos hasta de su
propio crimen.
Interpretando
el sentimiento del pueblo ante ese episodio lacerante, el Comandante en Jefe
Fidel Castro, en carta a Celia Sánchez Manduley, escribiría poco después unas
sentidas líneas que retratan al héroe en toda su dimensión.
“No
puedo expresarte la amargura, la indignación, el dolor infinito que nos
embarga. ¡Qué bárbaros!, lo cazaron en la calle cobardemente, valiéndose de
todas las ventajas de que disfrutan para perseguir a un luchador clandestino.
¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado.
No sospecha siquiera el pueblo de Cuba quién era Frank País, lo que había en él
de grande y prometedor. Duele verlo así, ultimado en plena madurez a pesar de
su veintitrés años, cuando estaba dándole a la Revolución lo mejor de
sí mismo”.
Ahora
recordamos a Frank y lo vemos como él quiso, como un eterno joven. Y rememorando su afirmación
de que “cuando quede un solo cubano que
crea en esta Revolución, ese cubano seré yo”, se nos ocurre, como el homenaje más
sentido en este nuevo aniversario de su
caída, reiterar nuestra convicción de
que mientras quede un solo cubano con vida, esta Revolución no será destruida
por nada ni por nadie
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