lunes, 6 de mayo de 2019

Hacia el aniversario 60 de la Reforma Agraria cubana Razones para una rebeldía



.Orlando Guevara Núñez

No se equivocó Fidel cuando escogió el territorio de la Sierra Maestra para desarrollar la lucha guerrillera contra las fuerzas represoras de la tiranía batistiana. Allí vivía un campesinado explotado, hambriento, con ansias de pan y de justicia. Y esa masa irredenta- como él lo previó- no vaciló en apoyar a la Revolución.
Tengo a manos el libro La Sierra Maestra y más allá, escrito por el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque. Su testimonio sobre un  recorrido que hizo por la zona de operaciones del Tercer Frente Oriental  “Dr. Mario Muñoz Monroy”, del cual fue designado su jefe, es una fotografía de la trágica situación de los campesinos en esa región serrana. Démosle la palabra.
“Por esta zona los bohíos tienen una situación calamitosa, así es en general todo este territorio del término de El Cobre. Volvemos a encontrarnos con la miseria en la que viven los campesinos. Amenazados por la muerte, agonizantes, y sin embargo muchos sobreviven resistiendo, aunque su esperanza de vida será más corta que la de los que lo poseen todo. En estos intrincados parajes lo único que conocen de la vida es la pobreza, el hambre, la falta de instrucción  a los niños. Abruma el estado de los pequeños bateyes en estas estribaciones de la Sierra. ¡Qué dura y horrorosa es su vida! No habíamos visto calamidad más descarnada que ésta!
Y continúa el relato.  “Aquí la miseria se ensaña en la gente y en las cosas. Es posible que en los demás pueblos y ciudades la haya parecida, pero nunca la había visto así en su conjunto. Para nosotros esta ha sido una enseñanza. Además, con el caos que vive el país, la miseria crece y se generaliza cada día más como un vendaval perpetuando el hambre en el campo, llevando la población campesina a la desesperación”. (…)
Sobre estos pobladores serranos, escribiría Almeida: “De los campesinos  espero una buena ayuda a la guerrilla y por medio de ellos conocer a los colonos, a los que son indiferentes, a los pudientes,  terratenientes y latifundistas, que tendrán que hacer su aporte económico para la continuación de esta lucha”. Y no fue defraudado.
Fue lo que lo condujo a afirmar: “Con los guajiros que engrosan nuestras filas, nos multiplicamos; ellos son fuertes, resistentes, combativos, aguerridos, conocedores del terreno, hábiles, audaces, por eso acceden pronto a grados superiores en el mando dentro del Ejército Rebelde”.
Y frente a la miseria y el abuso, la rebeldía, con la esperanza de la redención. La lucha por la tierra, que es la lucha por la vida. Así lo describe Almeida sobre un grupo en la zona de La Anita:
“Muchos de estos hombres han luchado por la posesión de sus tierras, reclamando sus derechos a ellas, y al no obtenerlas las ocupan, luego son desalojados a plan de machete por los rurales y destruidos sus bohíos halándolos con yuntas de bueyes o quemándolos, un despojo brutal. Vuelven a ocuparlas y de nuevo son sacados, así una y otra vez, en lucha constante que trasladan de unos a otros, de padres a hijos, Así son estos hombres”.
Sobre los crímenes del ejército batistiano, apunta Almeida:
“La turba, la horda militar, realizaba saqueos, desalojos, violaciones;  daba candela a sembrados y bohíos, mataba. Los guardias atacaban y asaltaban  bateyes y caseríos, instaurando el terror por los atropellos, el robo y la muerte. En un afán destructor arrasaban, como si todo les fuera despreciable. Practicaban el maltrato y el crimen a su paso, como el salvajismo primitivo de los colonizadores”
Y refiriéndose a uno de los oficiales de la tiranía, que operaba en esa zona, señala el jefe del Tercer Frente Oriental:
“Sánchez Mosquera aprendió en los Estados Unidos lucha contra guerrilla y represión popular, reforzando sus conocimientos con los asesores norteamericanos en Cuba, que enseñan métodos sofisticados de tortura”.
La Revolución cubana, a través de la Reforma Agraria y otras leyes, acabó para siempre con esa dramática situación de nuestros campesinos. Los hizo dueños de sus tierras y de su destino.
¿Creerán realmente, los aplicadores de la  Helms-Burton, que el campesinado cubano se dejará arrebatar sus conquistas? Es necesaria mucha estupidez  para creerlo. Aunque, a decir verdad, a ellos la estupidez les sobra.
Es necesario recordarles, por eso,  que nuestros campesinos están dispuestos a defender su obra con mayor fuerza con que la ganaron.

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