domingo, 5 de mayo de 2019

Hacia el aniversario 60 de la Reforma Agraria cubana El drama campesino cantado por dos poetas



.Orlando Guevara Núñez



Indio Naborí






Agelito Valiente
En el año 1955, dos de los más destacados poetas repentistas cubanos, Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí) y Ángel  Valiente Rodríguez (Angelito) , sostuvieron un encuentro poético, con carácter competitivo. Tuvo que hacerse en dos partes, porque la primera concluyó con un empate, declarado por el Jurado.
En la inaugural, celebrada el 15 de junio de ese año, en el Teatro del Casino Español, de San Antonio de los Baños, se cantó a los temas del amor, la muerte y la libertad. En la segunda, el  28 de igual año,  en Campo Armada, de San Miguel del Padrón, se cantó a la esperanza y al campesino.  El jurado otorgó la victoria a El Indio Naborí. Pienso que los dos ganaron. Fue de tanta trascendencia y profundidad ese evento, que hoy la historia lo recoge con el nombre de La controversia del siglo.
El primer encuentro: El amor,  la muerte, la  libertad. El segundo: la esperanza, el campesino.
En cada tema, fueron diez décimas por cada poeta. En el tema dedicado al campesino, ambos improvisadores demostraron no solo su maestría en el repentismo, sino, además, en su sentido del amor y la justicia hacia el campesinado cubano. Su canto fue denuncia tremenda al oprobio que sufrían los pobladores del campo. Denuncia al sistema que los ahogaba. Denuncia a los males que tendrían que esperar, para ser resueltos, al triunfo de la Revolución cubana y a la proclamación, el 17 de mayo de 1959, de la Ley de Reforma Agraria, llamada con justicia, Revolución Agraria, la más radical en el continente que habitamos.
Al inicio, pensé seleccionar algunas décimas de uno y otro contendiente. Pero es que todas tienen un sentido y un valor. Y es que no fue una lucha entre dos poetas. Fue de ambos contra un sistema. Dos poetas revolucionarios, combatieron juntos con el arma de la décima. Por eso, las copio íntegras.

El Campesino
Naborí
1
Oh, campesino!, mirada
escrutante que se pierde
por toda una noche verde
que no sabe de alborada!
Persisten en tu morada
miserias pre coloniales,
pues cual hojas otoñales
sobre tus melancolías
van descendiendo los días
lentos, pesados, iguales.
3
El tiempo se ha detenido
en ti, guajiro de acero,
por lo que hasta tu sombrero
tiene el color del olvido.
El progreso ha convertido
en ciudad más de un batey,
y ha mecanizado al buey,
a la carreta, al arado,
pero tú sigues parado
en la hora siboney.
5
Hay un monstruo feudalista
que sólo caña procura
y lleva en su sangre impura
diabetes capitalista.
Sordo, voraz, egoísta,
no tolera otro sembrado,
y por él, por su pecado,
el tiempo muerto es tan frío
como un caldero vacío
sobre un fogón apagado.
7
Hay otro monstruo sombrío
que en sus apetencias de amo
no quiere dejar un tramo
de tierra para un bohío.
Toma la loma, el bajío,
el río, los callejones,
derriba nobles horcones
y echa familias hambrientas
a las rutas polvorientas
que van a las poblaciones.
9
Cuando la zafra termina
cesan el “tiro” y el “corte”.
¡Cuánto champaña en el Norte!
En mis campos, ¡cuánta ruina!
Aquí la gota de harina,
el parásito, el dolor;
allá, ríos de licor
en pipas de grifo abierto…
¡Ay, sombra del tiempo muerto,
tiempo muerto y matador!
11
¡Oh, machetero –ciclón
que tumba y se tumba él!
Tumbas la caña de miel
y ella te tumba el pulmón.
Te viertes en profusión
de sudor por cada poro…
Caña, caña es tu tesoro,
pero hay una mano extraña
que te roba sangre y caña
para transfusiones de oro.
13
Jamás es tuyo, veguero,
el tabaco que es tan tuyo.
Tú le enciendes un cocuyo
en el labio al mundo entero.
Embriagas al extranjero
con la hoja más escogida;
pero una boca homicida
en el festín de un atraco,
como se fuma el tabaco
también te fuma la vida.
15
Hombre laborioso que
sobre el lomo de la sierra
le descubres a la tierra
el milagro del café:
trabajas con honda fe
y tu premio siempre ha sido
penas que han ennegrecido
el espejo de tu vida,
como cuando en agua hervida
echan tu pulmón molido.
17
Los afanes invasores
de la caña y el ganado
tierra casi no han dejado
para los frutos menores.
Pequeños agricultores
sin depósito de frío,
transporte ni regadío,
van a los intermediarios
como arroyos tributarios
que van a morir al río.
19
Eres, oh, tierra profunda
de quien te hace florecer,
del modo que es la mujer
del hombre que la fecunda.
El que de sudor te inunda,
el que te labra y te cuida,
debe vivir de tu vida
y ser tu dueño y señor…
No hay escritura mejor
que una mano encallecida.

Valiente
2
Campesino, tierra en pie
con surco de arriba abajo,
el oro de tu trabajo
lo amasa quien mal te ve.
El que no sabe el porqué
de tu mano encallecida,
y derrocha y dilapida
el fruto de tu dolor;
con burlas para el sudor
de tu ropa percudida.
4
Ninguna voz llega al alma
de Cuba como tu voz,
cortante como la hoz,
guajira como la palma.
En esas noches de calma
afiebradas por Vulcano,
tu voz sale por el guano
huyendo, como si fuera
un pájaro que le huyera
a la jaula del verano.
6
Cuba eres tú, campesino,
con tus manos laboriosas;
tú estás en todas las cosas
hondas del patrio destino.
En el dolor del camino
triste del desalojado,
en la reja del arado,
en la polaina, el machete
y el herido caballete
de un bohío abandonado.
8
Tu voz de engaños dolida
se queda en la guardarraya:
alguien le impide que vaya
al Palacio, y ser oída.
El que te exprime la vida
te amarra la voz también,
porque su holganza y su bien
tienen puntos elevados,
mientras más encarcelados
tus sentimientos estén.
10
La escuela rural no llega
más allá de cinco millas
de donde hiriendo rodillas
el político la entrega.
Allá en el monte, en la vega,
a respetable distancia,
llora de olvido una infancia,
y el eco de sus sollozos
se pierde en los calabozos
sombríos de la ignorancia.
12
En la vivienda con techo
de guano y piso de tierra,
manos de sombras te cierra
la portada del Derecho.
Tus hijos bajo el acecho
del parásito maldito,
claman justicia, y su grito
no más que mofas recibe
del indolente que vive
en Palacio de granito.
14
Cuando la maternidad
dice a la mujer que hay entre
el espacio de su vientre
viva una felicidad…
Allá en triste soledad,
tierra adentro, la mujer
campesina ve nacer
a su niño en triste cuna,
al aire, al sol, a la luna
queriendo otra estrella ser.
16
Los caminos vecinales
han sido una frustración;
el estrecho callejón
y tus penas son iguales.
Y cuando aguas torrenciales
inundan siembra y camino,
¿quién eres tú, campesino?
Un preso incomunicado…
¿Será porque el hombre honrado
no merece otro destino?
18
El político, funesto
mercader de tu conciencia,
para su concupiscencia
siempre es ánimo dispuesto.
Si te enfermas, está presto
a llevarte al hospital;
te lleva… cura tu mal
los médicos que has pagado;
y él, con eso te ha comprado
lo más puro: el ideal.
20
Tu día no es este día
de luz y música y fiesta:
el día de tu protesta
no ha llegado todavía.
Tu grito de rebeldía
será la mejor tonada;
y Cuba estará empinada
en el marco de tu base,
porque el triunfo de tu clase
es la patria liberada.

Por coincidencia, el primero de estos encuentros poéticos tuvo lugar a un mes exacto de que Fidel Castro saliera del presidio de la entonces Isla de Pinos. Y cuando el segundo, ya había marchado hacia el exilio en México, desde donde regresaría para reiniciar la lucha armada, cuya victoria hizo posible aplicar la justicia añorada por nuestros poetas para el campesinado cubano.

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