.Orlando Guevara Núñez
Asombra
el hecho de que hoy, transcurridos casi
60 años del triunfo de la Revolución
cubana, al hablar de uno de los principales dirigentes de la lucha contra la
tiranía batistiana, digamos que él
tendría ahora 83 años de edad. Y es que Frank País García,
al caer asesinado en Santiago de Cuba, el 30 de julio de 1957, aún no había
cumplido los 23 años.
En
esta ciudad nació el 7 de diciembre de 1934. Exactamente 38 años después de la
caída en combate de Antonio Maceo. Hermoso simbolismo de continuidad, porque si
la muerte del Titán de Bronce marca el
homenaje a todos los caídos en las gestas independentistas cubanas del siglo
XIX, la de Frank señala igual tributo a los mártires de la última etapa de la
lucha insurreccional.
Tanta
historia protagonizada por este joven, casi desborda el límite de su corta
edad. El mismo 10 de marzo de 1952, ante el artero golpe militar batistiano,
Frank se presenta, junto a un grupo de jóvenes, al Regimiento del Moncada.
Indaga por la situación y pide armas para oponerse al golpe. Habla de marchar hacia
Occidente, como lo había hecho Antonio Maceo. Ante la claudicación de los
militares, se refiere al triste destino del país, al cual quienes le han jurado
amor, respeto y honra, no eran ahora capaces de defenderlo.
Luchas
estudiantiles. Manifestaciones y huelgas. Creación de organizaciones para
encausar la resistencia y oposición, como Decisión
Guiteras, Acción Revolucionaria Oriental y Acción Nacional
Revolucionaria. Luego, su incorporación al Movimiento Revolucionario 26 de
Julio, en el cual asumiría la jefatura de la lucha clandestina hasta su muerte.
En
numerosos artículos denuncia al tirano y llama al pueblo al combate.” ¡10 de marzo! Derroche de fanfarronería, mientras cunde el
miedo, la incertidumbre, el hambre, entre el pueblo de Cuba, y los ya
acostumbrados tiros, golpes, detenciones, cárceles y arbitrariedades para los
estudiantes por los muy fieles defensores del gobierno (…) ¡Centenario martiano
lleno de dolor, sangre y tristeza!”, escribe.
A
partir de su segunda visita a México, en octubre de 1956, cuando Fidel lo
nombre Jefe Nacional de Acción del Movimiento Revolucionario 26 de Julio y se
acuerda el respaldo de Santiago de Cuba
a la futura expedición, crecería la
responsabilidad de Frank en las grandes batallas por venir. Se organizan y
actúan con mayor celeridad las células clandestinas. Se prepara y ejecuta, bajo
su dirección personal, el alzamiento armado del 30 de noviembre de 1956 en
Santiago de Cuba, con acciones en otros puntos del país, con el objetivo de
atraer la atención de las fuerzas armadas batistianas y que éstas no pudieran
concentrarse contra los expedicionarios del Granma, comandados
por Fidel.
En
los días posteriores, la capacidad organizativa de Frank País ganó nuevas
dimensiones. La estructuración y misiones de las milicias clandestinas en todo
el país. El respaldo a la lucha guerrillera en la Sierra Maestra,
incluyendo la organización y envío del primer refuerzo, integrado por más de 50
combatientes, en marzo de 1957. El combate abierto a la tiranía en plena calle.
El ajusticiamiento a los esbirros y delatores al servicio del régimen asesino.
Su
madurez política es acelerada. En mayo de 1957, escribe en una de sus
circulares a los combatientes, que “Surge en el Movimiento 26 de Julio un nuevo
concepto, una nueva idea, que recoge las frustraciones cubanas desde 1902 hasta
la fecha y trata de aprovechar las experiencias históricas para unirlas a las
necesidades económicas, políticas y sociales de nuestra patria y darles las
verdaderas soluciones”.
Y
en esa misma circular deja bien claro el contenido de su pensamiento político,
al afirmar. “Pero hay más, no sólo aspiramos a derrocar una dictadura que
mancha nuestra historia de pueblo amante de la libertad, no sólo aspiramos a
poner fin a la bancarrota económica, no sólo aspiramos a administrar y vivir
honradamente, no sólo aspiramos a devolver la paz y seguridad al pueblo de
Cuba, aspiramos y esto debe estar bien claro en todos los militantes del M-26-7, a encauzar a Cuba dentro de
las corrientes políticas, económicas y sociales de nuestro siglo”.
Se
refirió Frank a las aspiraciones de conmover a todos los sectores del país y
al fomento de planes para ponerlos a
trabajar en beneficio de la
Patria Nueva, así como a remover, derribar, destruir el
sistema colonialista que aún impera, barrer con la burocracia, eliminar
mecanismos superfluos, extraer los verdaderos valores e implantar de acuerdo con las particularidades de
nuestra idiosincrasia las modernas corrientes filosóficas que imperan
actualmente en el mundo.
Su
visión, lo condujo a la concepción de integrar a todo el pueblo a la lucha. A
los obreros les prestó especial atención, identificando en ellos una fuerza
decisiva para derrocar al tirano. Así fue Frank hasta el día de su muerte. Aún siendo tan
joven y sumido en la más férrea clandestinidad, el pueblo santiaguero lo
conocía, lo admiraba y lo seguía. El
dolor ante su asesinato se convirtió en fuerza del pueblo que se lanzó a las
calles, se declaró en una huelga espontánea, lo acompañó hasta el cementerio
con flores, banderas cubanas y del 26 de Julio, con gritos de ¡Abajo Batista!,
¡Viva la Revolución!,
¡Viva Fidel! Y tanta fue la rebeldía,
que los esbirros, asustados, se encerraron en sus guaridas, temerosos hasta de
su propio crimen.
Interpretando
el sentimiento del pueblo ante ese episodio lacerante, el Comandante en Jefe
Fidel Castro, en carta a Celia Sánchez Manduley, escribiría poco después unas
sentidas líneas que retratan al héroe en toda su dimensión.
“No
puedo expresarte la amargura, la indignación, el dolor infinito que nos
embarga. ¡Qué bárbaros!, lo cazaron en la calle cobardemente, valiéndose de
todas las ventajas de que disfrutan para perseguir a un luchador clandestino.
¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado.
No sospecha siquiera el pueblo de Cuba quién era Frank País, lo que había en él
de grande y prometedor. Duele verlo así, ultimado en plena madurez a pesar de
su veintitrés años, cuando estaba dándole a la Revolución lo mejor de
sí mismo”.
Ahora
recordamos a Frank y lo vemos como él quiso, como un eterno joven. Y rememorando su afirmación
de que “cuando quede un solo cubano que
crea en esta Revolución, ese cubano seré yo”, se nos ocurre, como el homenaje más
sentido a su memoria, reiterar nuestra convicción de que mientras quede un solo
cubano con vida, esta Revolución no será destruida por nada ni por nadie.
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