Orlando
Guevara Núñez
La figura de
Ernesto Guevara de la Serna, el Che, es hoy, a 49 años de su desaparición
física, más inmensa. Sus enemigos quisieron matarlo, reducirlo al silencio, y
lo que lograron fue convertirlo en símbolo y en himno de combate de millones de
personas en el mundo.
Los cubanos
vivimos orgullosos de haber tenido al Che junto a nosotros durante la lucha
libertaria en la Sierra Maestra, donde se fraguaron sus dotes de valiente
guerrillero, de jefe militar, y se desarrollaron sus cualidades de
revolucionario.
Junto a Raúl
Castro, fue de los dos primeros en la lista de futuros expedicionarios del
Granma, donde vino como Teniente Jefe de Sanidad. Y a los tres días del
desembarco, en Alegría de Pío, su sangre se fundió para siempre con la tierra
cubana. Luego de la dispersión tras ese bautizo de fuego, estuvo entre quienes se reagruparon con Fidel para continuar la lucha armada por
la liberación de la nación cubana.
Aún siendo el médico del grupo , se destacó
como combatiente en La Plata y en El Uvero, escenarios de la primera victoria
militar rebelde y el ascenso – en su propio decir- a la mayoría de edad de la
guerrilla. No hubo que pedírselo, pues él mismo se ofreció para ocupar un
riesgoso puesto de combate. Terminado el épico encuentro de El Uvero, ejerció
su profesión de médico, curando no solo a sus compañeros heridos, sino también
a los enemigos.
Luego,
durante el tiempo necesario, permaneció junto a los heridos rebeldes. “Che era
un insuperable soldado; Che era un insuperable jefe; Che era, desde el punto de
vista militar, un hombre extraordinariamente capaz, extraordinariamente
valeroso, extraordinariamente agresivo. Si como guerrillero tenía un talón de
Aquiles, ese talón de Aquiles era su excesiva agresividad, era su absoluto
desprecio al peligro”. Así lo describió el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Esas cualidades determinaron que fuera el Che el primer guerrillero ascendido
por Fidel al grado de Comandante del Ejército Rebelde y designado jefe de la
Columna 4, primera surgida de la Columna madre, desarrollando importantes y
victoriosos combates que fortalecieron las posiciones de la guerrilla.
De esa
función sería relevado el Che para ser designado al frente del Campamento de
Reclutas de Minas del Frío y preservarlo para misiones más importantes. Hasta
que, llegado el momento, fue nombrado jefe de la Columna 8 “Ciro Redondo” que,
junto al Comandante Camilo Cienfuegos al frente de la Columna 2 “Antonio
Maceo”, realizaría la proeza de la invasión, a la que se sumó el ataque y
liberación de la ciudad de Santa Clara, venciendo fuerzas superiores en hombres
y en armas “No es fácil conjugar en una persona todas las virtudes que se
conjugaban en él. No es fácil que una persona de manera espontánea sea capaz de
desarrollar una personalidad como la suya. Diría que es de esos tipos de
hombres difíciles de igualar y prácticamente imposibles de superar.
Pero diremos
también que hombres como él son capaces, con su ejemplo, de ayudar a que surjan
hombres como él”. Esta aseveración de Fidel, retrata en toda su dimensión al
Che, de quien dijo también el máximo jefe de la Revolución: “Porque Che reunía,
en su extraordinaria personalidad, virtudes que rara vez aparecen juntas. El
descolló como hombre de acción insuperable, pero Che no solo era un hombre de
acción insuperable: Che era un hombre de pensamiento profundo, de inteligencia
visionaria, un hombre de profunda cultura.
Es decir que
reunía en su persona al hombre de ideas y al hombre de acción”. Al Che lo
recordamos los cubanos como un incansable trabajador que dedicaba su tiempo
extra laboral al trabajo voluntario, que no concebía el ocio, ni desperdiciaba
un minuto sin dedicarlo a algo útil. Y junto a esto, la superación, el
aprendizaje constante, como un quehacer habitual, natural, necesario a su
propia existencia. Así lo demostró en sus múltiples responsabilidades, como las
de Presidente del Banco Nacional, director de la Junta de Planificación,
Ministro de Industrias, como Comandante de regiones militares y jefe de
delegaciones de tipo político, económico, o fraternal en las cuales representó
con dignidad a Cuba.
Del Che
recordamos sus valiosos relatos sobre hechos relevantes de la lucha, recogidos
luego en su libro “Pasajes de la guerra revolucionaria”. Sus escritos sobre
economía, sobre el papel de las universidades, sobre la lucha necesaria contra
el imperialismo.
Perduran sus
análisis profundos sobre el papel del hombre en el socialismo, sobre los mecanismos
de estimulación para convertir en conciencia el deber del trabajo. Y también
sobre la lucha ideológica entre el socialismo naciente y el capitalismo en
decadencia. En el Che pensamos los cubanos cuando la Patria nos convocó al
cumplimiento de riesgosas misiones internacionalistas, sin otro incentivo que
arriesgar la vida en aras de preservar la de millones de seres humanos
agredidos, explotados y oprimidos por el imperialismo internacional.
Ese
internacionalismo, del cual fue él su mejor exponente, sigue siendo parte de la
conciencia de nuestro pueblo. En Cuba, cada mañana, en las escuelas y otras
actividades patrióticas, un infinito coro de voces infantiles repite la
consigna de Pioneros, por el comunismo ¡Seremos como el Che! No faltan quienes
afirmen la imposibilidad de que alguien sea como el Che. Pienso que desde el
punto de vista de todas las cualidades y de todos los méritos acumulados en la
figura de tan extraordinario hombre, determinados por su actitud en los
momentos que le tocó vivir, el Che es, sencillamente, irrepetible.
Pero de lo
que se trata no es de copiar una figura, sino de asimilar virtudes. Se puede
ser valiente, trabajador, internacionalista, profesar los más puros
sentimientos de amor, sentir y practicar la solidaridad humana, estar dispuesto
a ofrendar la sangre y la vida por cualquier causa justa en cualquier parte del
mundo, odiar al imperialismo y luchar contra éste donde sea necesario. Y se
puede ser abanderado de la verdad, de la honestidad y la confianza en la
Revolución y en el ser humano. Como lo fue el Che.
Fidel
resumiría así el legado del Che a nuestro pueblo: “Nos dejó su pensamiento
revolucionario, nos dejó sus virtudes revolucionarias, nos dejó su carácter, su
voluntad, su tenacidad, su espíritu de trabajo. En una palabra, ¡nos dejó su
ejemplo! ¡Y el ejemplo del Che debe ser un modelo para nuestro pueblo, el
ejemplo del Che debe ser el modelo ideal para nuestro pueblo! Hoy, las ideas
del Che florecen no solo en Cuba. Se multiplican en otros pueblos de nuestra
América donde son enarboladas como símbolo de independencia y soberanía,
proclamadas por millones de seres humanos y por dirigentes que decidieron unir
su vida al destino libre y digno de sus pueblos, frente a un mismo enemigo:
imperialismo norteamericano.
En su poema
titulado Canto a Fidel, antes de partir en la expedición del Granma, el Che
escribió: Y si en nuestro camino se interpone el hierro /pedimos un sudario de
cubanas lágrimas para que se cubran los guerrilleros huesos/ en el tránsito a
la historia americana. Nada más. Ese tránsito, a esa historia, continúa con
rumbo firme. La imagen del Che está diseminada en muchos países del mundo,
acompañando demandas de libertad y de justicia. Recorre calles y avenidas,
alimenta esperanzas de redención. Es filo cortante de grilletes esclavos y
heraldo de tiempos de revolución por venir, pero que se engendran en la lucha
de masas irredentas, ansiosas de un mundo mejor que ahora reconocen posible.
Los restos venerados del Che y de sus
compañeros caídos en Bolivia, no puede decirse que reposan en Cuba; valdría
mejor decir que son eternos centinelas de nuestra obra, prestos siempre, como
cantó el poeta Bonifacio Byrne, a alzar sus brazos para defender nuestra
bandera. El destacamento de refuerzo, los llamó justamente Fidel. Por eso
ahora, ante el recuerdo de la caída del
Che y sus aguerridos combatientes internacionalistas, vale dedicarles lo que
ellos más quisieron y fue la razón de su vida: la obra revolucionaria que
construimos, fortalecemos y defendemos. Y la confianza de que seguiremos
juntos, fieles al grito que, más que despedida, es expresión de encuentro y de
abrazo eternos: ¡Hasta la victoria siempre!
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